Deseo repentino

Gerald entró a la habitación donde Priscila se ocupaba de cuidar de su bebé y al ver el rostro enrojecido de su marido, se sorprendió.

—¿Qué te pasó? ¿Quién te hizo eso? —colocó al pequeño Gael en su cuna, mientras se acercaba a Gerald.

—No es nada, Priscila —dijo mientras se desvestía para ducharse.

—¿Cómo que nada? ¿Con quien te peleaste? —Gerald no podía contarle que discutió con Gari Gootemberg por su amante, por lo que dijo sólo la parte de la verdad en la que él quedaba mejor parado.

—Gari, el muy imbécil fue nombrado como vicepresidente de la empresa y piensa que puede venir a darme órdenes. —Priscila se sorprendió de aquella respuesta. Para ella Gari era todo un caballero, aún así no podía dejar de apoyar a su marido.

—¿Qué demonios se cree?

—Es exactamente lo que me pregunto.

—¿Pero, cómo llegó a ese cargo? ¿Tu padre no es el dueño de la empresa?

—Mi padre vendió unas acciones a Cliffort —Ella frunció el entrecejo.

—¿Quién es Cliffort? —preguntó confundida, era
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