—La operación fue bastante complicada, pero logramos sacar la bala y reparar la arteria. Sin embargo —hizo una pausa— debemos esperar. Kate se aferró al brazo de Gari, mientras Priscila respiró un tanto aliviada. El simple hecho de haber soportado aquella difícil operación, demostraba lo fuerte que era Gerald. —Por ahora no es necesario que se queden —miró a ambas mujeres.— el paciente permanecerá en observación y mañana dependiendo de como haya reaccionado al tratamiento, será llevado a una habitación. —No quiero dejarlo solo —dijo con voz trémula Kate.—No servirá de nada que permanezcan aquí, no podrán verlo hasta tanto no pase a una habitación, la situación de su esposo, es delicada aún. El médico se retiró y Gari quedó a cargo de ambas mujeres. Priscila notó el gesto de amabilidad del socio de su marido para con la asistente y sintió celos de verlo junto a ella.—¡Bueno, ya oyeron lo que dijo el médico! Será mejor que ambas descansen, no tiene sentido que sigan aquí. Cr
Gari se ocupó de llamar a uno de los abogados de los Cliffort. Kate era su asistente, era una empleada de la empresa de transporte aéreo; queriendo o no, todo lo que le sucediera a ella afectaría la imagen que hasta ahora tenía la empresa. Un tipo de publicidad como aquella no era la ideal. Priscila esa noche estuvo cuidando a Gerald, quien aún seguía aletargado con la cantidad de analgésicos que le habían colocado desde que salió de quirófano. Le extrañó no volver a saber de Kate ¿Qué había pasado con ella? Quizás el amor abnegado que decía sentir por Gerald había mermado rápidamente. La pelicastaña no tenía idea de que estaba ocurriendo afuera de la clínica. La presencia de Aaron en la habitación era un poco incomoda para ella, nunca le pareció un buen hombre. Siempre se jactaba de decir que era el mejor y en cualquier situación dejaba mal parado a su propio hijo. —¡Es inconcebible que Gerald haya seguido con esa ramera! Es por su culpa que mi hijo está en esa cama al borde de
Priscila sintió los labios de Gari abrasando los suyos, quedándolos con la humedad de sus labios, haciendo que en segundos toda ella ardiera de deseo. Las manos de la pelicastaña, acariciaron los fuertes brazos del socio de su esposo. Había algo en él, que la hacía sentir como si ya lo hubiese sentido, como si conociera aquel territorio aunque nunca lo hubiese explorado antes. Las ganas de entregarse a Gari, crecieron exponencialmente al leve contacto de su cuerpo ¿Cómo podía desear tanto a aquel hombre, al punto de olvidar que era casado? ¿Qué era lo que la llevaba hasta él sin poder evitarlo o peor aún sin querer hacerlo?Priscila perdía todo el control de sus emociones, quedando a merced del deseo que provocaba Gari Gootemberg en ella. Era pasión, lujuria, una atracción inevitable y prohibida, quería dejarse arrastrar y parecía que nada en ese momento importaba excepto ellos dos. El resto del mundo desapareció en el momento que la besó con ardiente pasión. Las manos de Gari mo
Aquel baño de realidad que Priscila se llevó esa noche, le hizo pensar en que debía parar, no podía dejarse llevar por el deseo, estaba casada con Gerald y era su deber estar a su lado. Que él la hubiese engañado con Kate, no era una razón para que ella hiciera lo mismo. Aunque en el fondo lo que ella sentía por Gari Gootemberg era algo muy intenso e inexplicable. En tanto, y luego de que Gari pusiera a su abogado al frente de la defensa de Kate, Smith logró con el pago de una fianza ponerla en libertad, mientras avanzaban las investigaciones. Aunque la pelirroja quería ir a la clínica para ver a Gerald, Annette se ocupó de ponerla al tanto de la situación del CEO.—Lo siento, Kate pero no podrás ir a ver a Gerald, su médico indicó reposo absoluto y cero emociones fuertes —dijo Annette mientras dejaba que su amiga se instalara en la que sería momentáneamente su nueva habitación.—¡Gracias Annette! Gracias por esto que haces por mí.—Somos amigas, Kate y no es conveniente que Geor
—¡Ahhhh! No me hagas daño por favor —suplicó cerrando los ojos.—¡Kate! ¿Qué haces aquí? —preguntó Michael al ver a la pelirroja en aquella habitación.Ella se aferró a su cuello, las piernas no le respondían, temblaba como hoja de papel.—¡Michael, Michael! Eres tú…—¿A quién esperabas, al Chapulín Colorado? —dijo en tono jocoso y ella esbozó una sonrisa nerviosa.—Pensé que era George. ¿Pero tú como entraste? —dijo, apartándose de él.—Por la puerta de atrás. ¿Qué es lo que ocurre Kate? ¿Por qué estás aquí? —Hoy salí de la comisaría y Annette me ofreció quedarme aquí, por lo de Gerald, sabes.—¡Ah, sí! De verdad que no recordaba, vi la noticia pero he tenido días complicados y como no he hablado con Annette, se me pasó por alto. —Estoy aterrada, paranoica. Ya no puedo estar tranquila, me aterra la idea de que George pueda volver a… —Kate guarda silencio, no podía pronunciar aquella palabra, era como si se reabriera la herida cada vez que recordaba lo que pasó aquella noch
—¿Quién era? —preguntó Kate, nerviosa por la extraña llamada. Todas las personas que eran importante en su vida, tenían aquel número, ellos y George, quien le regaló en uno de sus cumpleaños aquel móvil de última generación.—¡Nadie! —respondió encogiéndose de hombros— Creo que no le agradó mi voz.Aquello era aún más extraño y preocupante para la pelirroja, quien ya de por sí se sentía acosada y perturbada emocionalmente.Annette bajó de su auto, sacó las llaves de su bolsa y abrió la puerta a su casa. Iba a subir directamente hasta la habitación a ver a su amiga, pero escuchó las voces que provenían de la cocina; de inmediato la rubia reconoció aquella voz masculina, ¿Qué hacía Michael en su casa? ¿Quién lo dejó entrar? Enardecida y llena de rabia fue hasta la cocina. Michael al ver su rostro supo que lo que se avecinaba era una tormenta.—Fuera de mi casa —se acercó a él y comenzó a empujarlo— fuera de una maldita vez de mi vida, Michael.—Por favor Annette, déjame explicarte
Priscila sintió como si un incendio forestal púbico comenzará arder desde el centro de su entrepierna hacia cada parte de su cuerpo. —¡Bienvenida, socia! —B-buenas tardes —ahora quien estaba nerviosa y tartamudeaba, era ella. —¿Puedo pasar? —preguntó él viendo que ella permanecía sin moverse con la puerta y boca, abiertas.—C-claro, pasa. —dijo y se abrió paso. Lo siguió con la mirada hasta que él abrió el botón de su saco y se sentó en la silla, luego caminó hasta su sillón.— ¿En qué puedo ayudarte? —preguntó retomando el control de sus emociones.—Realmente vine a saludar a la nueva CEO de la empresa y a ponerme a tu orden para lo que necesites. —mostró esa sonrisa perfecta que provocaba en Priscila una especie de taquicardia vaginal. —Gracias, me sorprende tu gentileza. No lo esperaba. —¡Vaya! —exclamó con desconcierto— Y yo pensando que tendría una relación más amable con mi nueva socia. Cada vez que Gari mencionaba aquella palabra, Priscila se estremecía, nada más d
Los labios de Gari buscaron afanosos los de ella, Priscila sintió que su cuerpo colapsada entre sus brazos. Los clientes que salían detrás de ellos o los que llegaban, hacían gestos y algunos ruidos para incomodarlos, mas todo alrededor de ellos parecía haber desaparecido. —Sr Gootemberg, disculpe. —dijo el hostess, y Gari reaccionó de inmediato.— olvidó su tarjeta. Gari sonrió apenado, tomó la tarjeta y rodeando a Priscila caminó hasta el auto. Ella reía a carcajadas por su conducta adolescente. Subieron al auto, él encendió el motor, mientras veía hacia atrás para sacar el coche del estacionamiento, se volvió hacia ella. Un repentino impulso lo llevó a detener el auto, se inclinó hacia ella quien también deseaba continuar sintiendo ese maremoto de emociones que la hacían olvidarse de todo y sus labios se unieron en un beso apasionado e intenso. Sus labios se movían de forma sinuosa, sus lenguas danzaban y se envolvían una en la otra, Priscila sentía como su vagina se humedecía