—¿Quién era? —preguntó Kate, nerviosa por la extraña llamada. Todas las personas que eran importante en su vida, tenían aquel número, ellos y George, quien le regaló en uno de sus cumpleaños aquel móvil de última generación.—¡Nadie! —respondió encogiéndose de hombros— Creo que no le agradó mi voz.Aquello era aún más extraño y preocupante para la pelirroja, quien ya de por sí se sentía acosada y perturbada emocionalmente.Annette bajó de su auto, sacó las llaves de su bolsa y abrió la puerta a su casa. Iba a subir directamente hasta la habitación a ver a su amiga, pero escuchó las voces que provenían de la cocina; de inmediato la rubia reconoció aquella voz masculina, ¿Qué hacía Michael en su casa? ¿Quién lo dejó entrar? Enardecida y llena de rabia fue hasta la cocina. Michael al ver su rostro supo que lo que se avecinaba era una tormenta.—Fuera de mi casa —se acercó a él y comenzó a empujarlo— fuera de una maldita vez de mi vida, Michael.—Por favor Annette, déjame explicarte
Priscila sintió como si un incendio forestal púbico comenzará arder desde el centro de su entrepierna hacia cada parte de su cuerpo. —¡Bienvenida, socia! —B-buenas tardes —ahora quien estaba nerviosa y tartamudeaba, era ella. —¿Puedo pasar? —preguntó él viendo que ella permanecía sin moverse con la puerta y boca, abiertas.—C-claro, pasa. —dijo y se abrió paso. Lo siguió con la mirada hasta que él abrió el botón de su saco y se sentó en la silla, luego caminó hasta su sillón.— ¿En qué puedo ayudarte? —preguntó retomando el control de sus emociones.—Realmente vine a saludar a la nueva CEO de la empresa y a ponerme a tu orden para lo que necesites. —mostró esa sonrisa perfecta que provocaba en Priscila una especie de taquicardia vaginal. —Gracias, me sorprende tu gentileza. No lo esperaba. —¡Vaya! —exclamó con desconcierto— Y yo pensando que tendría una relación más amable con mi nueva socia. Cada vez que Gari mencionaba aquella palabra, Priscila se estremecía, nada más d
Los labios de Gari buscaron afanosos los de ella, Priscila sintió que su cuerpo colapsada entre sus brazos. Los clientes que salían detrás de ellos o los que llegaban, hacían gestos y algunos ruidos para incomodarlos, mas todo alrededor de ellos parecía haber desaparecido. —Sr Gootemberg, disculpe. —dijo el hostess, y Gari reaccionó de inmediato.— olvidó su tarjeta. Gari sonrió apenado, tomó la tarjeta y rodeando a Priscila caminó hasta el auto. Ella reía a carcajadas por su conducta adolescente. Subieron al auto, él encendió el motor, mientras veía hacia atrás para sacar el coche del estacionamiento, se volvió hacia ella. Un repentino impulso lo llevó a detener el auto, se inclinó hacia ella quien también deseaba continuar sintiendo ese maremoto de emociones que la hacían olvidarse de todo y sus labios se unieron en un beso apasionado e intenso. Sus labios se movían de forma sinuosa, sus lenguas danzaban y se envolvían una en la otra, Priscila sentía como su vagina se humedecía
Gari llegó a la mansión, era poco más de las nueve, a esa hora ya Samantha debía estar dormida, no quería tener que mentirle e inventar alguna excusa y ver en su rostro la duda. Samantha era una mujer muy sensible y podía reconocer fácilmente cuando él le mentía. Él le había fallado, no había cumplido su promesa de esperar a que ella no estuviese para estar con otra mujer. Mas, el deseo que provocaba Priscila en él, era incontrolable, era algo que él no podía evitar, no podía sacarla de su cabeza, ni de su ser. Cuando se disponía a subir las escaleras, escuchó la voz de Simons quien aguardaba por él en la sala principal. —¡Gari! —volteó hacia él, y se regresó hasta la sala. Simons se levantó del sofá. —Simons, dime ¿ocurrió algo con Samantha? —preguntó con visible preocupación.—¿Dónde estabas metido? —Le preguntó con autoridad. —¡No debo darte explicaciones de lo que hago Simons!... ¿o sí? —achicó los ojos.—¡Si afecta a mi hija, sí! —bebió un sorbo de la copa de coñac que so
Esa noche Priscila durmió como nunca, se acostó pensando en Gari y reviviendo cada sensación en su cuerpo; entre realidad y letargo quedó profundamente dormida. Al igual que él día anterior, cuidó de Gael las primeras horas; su rostro resplandecía de alegría y entusiasmo, se sentía flotando en el aire, sus picos de serotoninas estaban en lo más alto. Ella sólo pensaba en el momento de llegar a la empresa y verlo, volver a besar aquellos labios, sentir sus manos y su cuerpo.La inesperada visita de Aaron durante el almuerzo resultó bastante incómoda para Priscila. —Veo que te has manejado bien. —¡Gracias! —contestó ella.—Claro considerando que es tu primer día y siendo novata, por lo menos cumpliste con lo esencial. —el comentario de su suegro era tan mordaz como ofensivo. Priscila no quiso caer en su juego. —Papá, en vez de criticar a Priscila, deberías darle las gracias por apoyarme en este momento.—¿Agradecerle, yo? Aquí quien debe darle gracias, eres tú. Tú que defendien
Priscila se dejó arrastrar por segunda vez por aquella intensa pasión que parecía robarle toda la fuerza de voluntad que poseía. Gari era una especie de hoguera capaz de consumirla en segundos. Las manos de él recorrieron sus curvas sinuosas y las de ella su cabello, su cuello, sus hombros y su amplia espalda. Cada parte de ellos se estremecía al contacto de sus dedos, de sus caricias, de las ganas de repetir aquella noche anterior. Aún así debían recordar el lugar donde estaban, era su oficina, era un lugar donde cualquier empleado podía escuchar a pica distancia los sonidos producidos por sus gemidos o sus cuerpos. ¿Más, podía ser un impedimento? No, no lo era. No para ellos cuyos minutos para verse eran cada vez menores. Gari desabotonó la blusa de Priscila y fue hasta sus redondos senos, con su lengua y labios los saboreó uno a uno, mientras él lis humedecía con su lengua, su vagina se humedecía de la misma forma. Priscila acarició sus cabellos, mientras él continuaba descen
Priscila llegó a la mansión muy temprano, Gerald estaba sentado en la mesa, mientras Sandy le servía la comida. Ella fue hasta el comedor, lo saludó con un beso en la mejilla y se sentó a su diestra.—Sandy, sirve también para mí. Cenaré con mi esposo. —Gerald se sorprendió al escucharla hablar de ese modo. Fue algo inesperado para el.—Me alegra compartir como antes contigo este momento.—A veces es bueno, revivir viejos momentos. —contestó sonriendo brevemente.Lo que para él, era un aliciente para ella era una manera de vengarse de Gari. Si él podía estar relajado al lado de su esposa por qué no iba a hacerlo ella. Ley del Talión “ojo por ojo, diente por diente” pensó.Durante la cena, Gerald le explicó algunos asuntos sobre la empresa, ella lo escuchó atenta, él realmente era muy bueno en lo que hacía, la seguridad y entusiasmo con el que hablaba también le agradaba. ¿Cuándo se perdió la magia? Se preguntó ella, mentalmente. Mientras conversaban, ella recordó aquella tarde
—Sam, mi amor, reacciona —dijo Gari en un hilo de voz. Simons caminaba de un lado a otro desesperado sin saber que hacer. La ama de llaves de los Cliffort llamó a la ambulancia y en pocos minutos los paramédicos estaban subiendo a Samantha en la camilla para trasladarla en la ambulancia hasta el hospital. Gari acompañó subió con su esposa, mientras Simons subía a su auto junto a Susane y el chofer los llevaba hasta la clínica privada especializada en personas con dicha patología. Las lágrimas en el rostro de Gari eran indetenibles, Samantha estaba viva aún, pero no reaccionaba. En muchas oportunidades el médico los alertó de que en algún momento ella podía caer en un estado cataléptico y que esto fuese el principio del final aproximándose. Al llegar a la clínica, Samantha fue ingresada de emergencia en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) sin que Gari pudiera entrar junto con ella. Mientras los médicos la atendían él comenzó a sentirse angustiado y ansioso. Se suponía que men