Segundo plato

Esa noche Priscila durmió como nunca, se acostó pensando en Gari y reviviendo cada sensación en su cuerpo; entre realidad y letargo quedó profundamente dormida. Al igual que él día anterior, cuidó de Gael las primeras horas; su rostro resplandecía de alegría y entusiasmo, se sentía flotando en el aire, sus picos de serotoninas estaban en lo más alto. Ella sólo pensaba en el momento de llegar a la empresa y verlo, volver a besar aquellos labios, sentir sus manos y su cuerpo.

La inesperada visita de Aaron durante el almuerzo resultó bastante incómoda para Priscila.

—Veo que te has manejado bien.

—¡Gracias! —contestó ella.

—Claro considerando que es tu primer día y siendo novata, por lo menos cumpliste con lo esencial. —el comentario de su suegro era tan mordaz como ofensivo. Priscila no quiso caer en su juego.

—Papá, en vez de criticar a Priscila, deberías darle las gracias por apoyarme en este momento.

—¿Agradecerle, yo? Aquí quien debe darle gracias, eres tú. Tú que defendien
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