Priscila quedó paralizada al ver frente a ella a Aaron Fitzgerald, el hombre miró a todos lados de la oficina. —¡Aaron! —exclamó ella.—Hola, Priscila. —¿Qué hace aquí? —él rio con sarcasmo. —Es mi empresa, soy el dueño, necesitas alguna otra razón para entender que hago en mi empresa. —No, ninguna. Sólo que ya estaba recogiendo para, para irme. —Aaron miró su reloj y asintió.—Bien, veo que estás siendo puntual por lo menos. —vio a todos lados de la oficina y se dirigió hacia la puerta, antes de salir se volvió a verla— Espero que mi hijo se recupere de una vez y se haga cargo de esto. Iré a ver a Gootemberg.—Él, él no está, su esposa está en la clínica. —Pues que raro, vi su auto allá abajo. —¿En verdad? Debió llegar recientemente. —Iré a ver si está en su oficina. Por cierto, arregla tu blusa, eres una CEO no la asistente que quiere follarse a su jefe. —Priscila bajó la mirada y vio que tenía desprendido uno de los botones de la camisa, con su mano juntó ambos bor
George fue detenido por el intento de homicidio de Gerald, aquello por lo menos dejaba a Kate lejos de las manos de aquel psicópata narcisista. Gerald intentó acercarse a ella al salir de la sala, pero se detuvo al ver como el abogado y ella se abrazaban efusivamente en el pasillo. Lleno de celos e impotencia salió del tribunal y fue hasta su coche; estaba por subir a su auto cuando escuchó la voz de Kate:—¡Gerald! —se volvió hacia ella. Kate extendió su mano y lo miró con ternura.—¡Gracias! Gracias por decir la verdad. —dijo sujetando su mano entre las suyas.—No tienes nada que agradecerme Kate, era mi deber hacerlo. Espero que estés bien y que puedas ser feliz. —dirigió su mirada hacia Smith. Ella volteó y tuvo la intención de aclararle aquella percepción errada de su parte, pero si estaba dispuesta a empezar de cero, debía poner un límite entre ella y él.—Gracias, Gerald. Igualmente me alegra que tú y Priscila estén juntos. Él tampoco le aclaró aquella información, subió
La mañana siguiente cuando Gari llegó a la empresa se encontró con la noticia de que Gerald había regresado a la empresa. No pudo ocultar su asombro al toparse con él, en el pasillo. —¡Gerald! —dijo con asombro. —¡Hola, Gari! Regresó tu pesadilla —Gari sonrió breve.— Pusiste la misma cara que Priscila cuando le dije que volvería. ¿Acaso soy tan malo en mi trabajo? —preguntó con cierta ironía. —No, en lo absoluto. Si algo puedo decir a tu favor es que eres un excelente jefe ejecutivo. —contestó mientras pensaba en que ahora sería mucho más difícil para él ver a Priscila.—Vamos a la sala se reuniones —Gari lo miró confundido— Sí, acabo de convocar una junta. Todos estos días estuve solo ideando nuevas propuestas para la empresa, imagina que… —Gerald continuó con su relato, mientras el pelirrubio pensaba en la forma de comunicarse con Priscila y verla a escondidas. En tanto, Priscila despertó esa mañana algo ansiosa, no paraba de pensar en Gari, en que ya no lo tenía cerca para
Gari está totalmente abatido, acababa de alejar de su vida a la mujer que siempre había amado. Durante todo mucho tiempo estuvo soñándola, pensándola, amándola en secreto. Ahora debía apartarse de ella y evitar que Simons pudiera hacerle daño. Toda la tarde estuvo pensativo, callado, ensimismado. Recordando cada uno de los momentos en que la vida la puso frente a él y luego terminaba alejándose de ella. La tarde del restaurante cuando la vio entrar por primera vez, sintió que su corazón le pertenecía, era algo más que lo físico, era hermosa, sensual pero tenía en su mirada algo mucho más especial que lo envolvía, era ese brillo inocente en su mirada lo que lo cautivó. Ella no le era indiferente, en medio de las risas, ella lo veía creando entre ellos una conexión especial, una especie de complicidad de esas que te hacen pensar “nos conocemos” a pesar de nunca haberse visto antes. Los astrólogos lo llaman “almas gemelas”. Ver que Gerald estaba empecinado en conquistarla y ver que
Gari condujo hasta el bar donde hizo su sueño realidad aquella noche. Aparcó su auto en la entrada y bajó, resuelto a libar sus penas en el licor. Se sentó en la barra y pidió un whisky seco. Comenzó a beber su trago como si aquel trago realmente lo pudiese ayudar a olvidar su realidad. Unas nanos finas y delgadas cubriendo sus ojos, lo hicieron estremecer y escuchó aquella voz conocida. Se trataba de Annette, la sensual rubia volvía a coincidir con él. —¡Hola! Casado seductor. —bromeó ella y el sonrió pesadamente. —¿Cómo estás? —se giró para saludarla. —Pues bien ¿y tú? —Relajándome un poco para ir a descansar. —¿Descansar hoy? Ven, vamos a mi mesa, Kate y Smith están conmigo. —Pero es que…—Vamos Gari, no me dejes hacer mal tercio —tiró de su brazo y lo hizo ponerse de pie e ir con ella.El pelirrubio saludó a su abogado y felicitó a Kate por haber salido airosa de aquella situación. Se sentó junto a ellos, aunque participaba en la conversación, su mente estaba en ot
Gari aguarda en la sala de espera que se lleve a cabo la delicada operación, mientras su suegro conversa con su esposa por teléfono. Dentro de la sala de operaciones, los médicos se disponen a llevar a cabo la riesgosa operación. El grupo de médicos conformado por dos prestigiosos neurocirujanos de Quebec, un anestesiólogo y tres enfermeras además de dos técnicos de apoyo quienes vigilaban que los equipos de avanzada tecnología funcionaran perfectamente. Todos estaban reunidos esa madrugada para realizar aquella delicada y compleja operación, con el propósito de salvarle la vida a Samantha y obtener un rotundo éxito. El monitor al lado mostraba los signos vitales de Samantha en perfecto funcionamiento, pulso, latidos cardíacos y oxígeno, todo bajo control. —Bueno, señores, es hora de comenzar. —todos asienten— enfermera el escalpelo, por favor. —la enfermera toma de la mesa el instrumento y se lo entrega.Él cirujano toma el bisturí y realiza la incisión en el cuero cabelludo,
Gari esa mañana pudo ingresar a la habitación donde Samantha estaba. Verla inmóvil y conectada a aquellos cables y tubos, provocó emociones fuertes en él. De no ser porque sabía que ella estaba en un coma inducido, creería que estaba muerta. Inmóvil, pálida y ausente, Samantha llevaba su tercer día en coma inducido. Cuando tomó su mano, aún podía sentir su tibieza, era lo único que le aseguraba que aún estaba viva. Gari comenzó a hablarle, a pedirle que reaccionara, a hacer esas promesas que quizás no puedes cumplir pero que podrían motivarla a despertar.—¡Despierta, Sam! Estoy aquí, contigo. Mi amor te extraño y quiero que cuando despiertes podamos tener esa hermosa familia que siempre hemos querido. Un hijo nuestro que pueda jugar conmigo, mientras lo llevamos al parque o mientras vemos alguna película en casa, los tres. Sus palabras eran conmovedoras, y parecieron funcionar, los párpados de Samantha comenzaron a moverse como si deseara abrir los ojos. Gari corrió hasta la pue
Los momentos de ansiedad aumentan en Priscila; justo en el momento cuando más necesitaba de alguien se sentía sola como nunca antes. Annette y ella parecían distanciarse cada vez, y su madre, estaba demasiado lejos para acompañarla. Si tan sólo él, si tan sólo Gari estuviese a su lado, ella se sentiría segura; en brazos de aquel hombre ella encontraba la paz y la seguridad que no sintió nunca, ni siquiera con su padre.A pesar de que Priscila creció junto a sus padres y a pesar de su familia era de ese tipo de matrimonio perfecto ante el resto de las personas, su padre, Charles Higgins era un empresario importante en Londres y siempre estaba viajando. Su madre, generalmente se ocupaba de la empresa mientras ella, crecía sola y rodeada de extraños. Como toda niña tuvo miedos y en esos momentos, sus padres nunca estuvieron cerca, por muy justificados que parecieran sus motivos –los de ellos– un niño no entiende cosas de adultos. Siempre fue introvertida desde pequeña, en la medida qu