Gari condujo hasta el bar donde hizo su sueño realidad aquella noche. Aparcó su auto en la entrada y bajó, resuelto a libar sus penas en el licor. Se sentó en la barra y pidió un whisky seco. Comenzó a beber su trago como si aquel trago realmente lo pudiese ayudar a olvidar su realidad. Unas nanos finas y delgadas cubriendo sus ojos, lo hicieron estremecer y escuchó aquella voz conocida. Se trataba de Annette, la sensual rubia volvía a coincidir con él. —¡Hola! Casado seductor. —bromeó ella y el sonrió pesadamente. —¿Cómo estás? —se giró para saludarla. —Pues bien ¿y tú? —Relajándome un poco para ir a descansar. —¿Descansar hoy? Ven, vamos a mi mesa, Kate y Smith están conmigo. —Pero es que…—Vamos Gari, no me dejes hacer mal tercio —tiró de su brazo y lo hizo ponerse de pie e ir con ella.El pelirrubio saludó a su abogado y felicitó a Kate por haber salido airosa de aquella situación. Se sentó junto a ellos, aunque participaba en la conversación, su mente estaba en ot
Gari aguarda en la sala de espera que se lleve a cabo la delicada operación, mientras su suegro conversa con su esposa por teléfono. Dentro de la sala de operaciones, los médicos se disponen a llevar a cabo la riesgosa operación. El grupo de médicos conformado por dos prestigiosos neurocirujanos de Quebec, un anestesiólogo y tres enfermeras además de dos técnicos de apoyo quienes vigilaban que los equipos de avanzada tecnología funcionaran perfectamente. Todos estaban reunidos esa madrugada para realizar aquella delicada y compleja operación, con el propósito de salvarle la vida a Samantha y obtener un rotundo éxito. El monitor al lado mostraba los signos vitales de Samantha en perfecto funcionamiento, pulso, latidos cardíacos y oxígeno, todo bajo control. —Bueno, señores, es hora de comenzar. —todos asienten— enfermera el escalpelo, por favor. —la enfermera toma de la mesa el instrumento y se lo entrega.Él cirujano toma el bisturí y realiza la incisión en el cuero cabelludo,
Gari esa mañana pudo ingresar a la habitación donde Samantha estaba. Verla inmóvil y conectada a aquellos cables y tubos, provocó emociones fuertes en él. De no ser porque sabía que ella estaba en un coma inducido, creería que estaba muerta. Inmóvil, pálida y ausente, Samantha llevaba su tercer día en coma inducido. Cuando tomó su mano, aún podía sentir su tibieza, era lo único que le aseguraba que aún estaba viva. Gari comenzó a hablarle, a pedirle que reaccionara, a hacer esas promesas que quizás no puedes cumplir pero que podrían motivarla a despertar.—¡Despierta, Sam! Estoy aquí, contigo. Mi amor te extraño y quiero que cuando despiertes podamos tener esa hermosa familia que siempre hemos querido. Un hijo nuestro que pueda jugar conmigo, mientras lo llevamos al parque o mientras vemos alguna película en casa, los tres. Sus palabras eran conmovedoras, y parecieron funcionar, los párpados de Samantha comenzaron a moverse como si deseara abrir los ojos. Gari corrió hasta la pue
Los momentos de ansiedad aumentan en Priscila; justo en el momento cuando más necesitaba de alguien se sentía sola como nunca antes. Annette y ella parecían distanciarse cada vez, y su madre, estaba demasiado lejos para acompañarla. Si tan sólo él, si tan sólo Gari estuviese a su lado, ella se sentiría segura; en brazos de aquel hombre ella encontraba la paz y la seguridad que no sintió nunca, ni siquiera con su padre.A pesar de que Priscila creció junto a sus padres y a pesar de su familia era de ese tipo de matrimonio perfecto ante el resto de las personas, su padre, Charles Higgins era un empresario importante en Londres y siempre estaba viajando. Su madre, generalmente se ocupaba de la empresa mientras ella, crecía sola y rodeada de extraños. Como toda niña tuvo miedos y en esos momentos, sus padres nunca estuvieron cerca, por muy justificados que parecieran sus motivos –los de ellos– un niño no entiende cosas de adultos. Siempre fue introvertida desde pequeña, en la medida qu
Gerald llegó a su oficina, era el único lugar donde podía encerrarse y no ser molestado. Necesitaba pensar en frío, planificar lo que haría sin dejarse llevar por sus emociones. Eso era algo que había aprendido de su estratega padre. —¡Debes calmarte, Gerald! —se dijo a sí mismo— Debes calmarte —gruñó de rabia y terminó golpeando con el puño su escritorio, lanzando lo que estaba sobre él, la laptop, el retrato de su boda, la foto del pequeño Gael. Estaba asqueado con todo lo que era su vida, nada de lo que había hecho en su vida parecía ser lo correcto. Pensó en llamar a Gabriela, la enfermera, desahogarse con ella. Pero su instinto animal, lo hizo correr a los brazos de la única mujer que siempre había estado para él, Kate. Tomó su móvil y le marcó, deseaba ansiosamente escuchar su voz, saber de ella. El repique al otro lado del móvil lo exasperó, Kate no contestaba su llamada, justo cuando iba a finalizar la llamada, escuchó su voz del otro lado.—¿Para qué me llamas, Gerald?
Priscila aguarda en la orden médica del doctor para volver a su casa. Bueno, ni siquiera sabía si era allí a donde debía ir. El hecho de que Gerald supiera parte de la verdad, implicaba que su matrimonio había acabado. Dicen que cuando algo difícil ocurre en tu vida, uno a uno vendrán sucesos peores y Priscila siente que es su caso, Gari la rechazaba, luego su hijo enfermaba, ahora Gerald sabía la verdad ¿Qué más podía ocurrirle? —Sra Fitzgerald, ya puede llevarse al niño. —indicó la enfermera.— El doctor dice que pase por su consultorio antes de retirarse. —¡Gracias! —contestó con amabilidad, tomó al niño en sus brazos y fue hasta el consultorio del médico.Estando allí, el médico le entregó el informe sobre la enfermedad de Gael, las recomendaciones y el tratamiento que debía darle durante una semana. —Al cumplir con el tratamiento, llévelo a mi consulta. Quiero hacerle un seguimiento a su hijo. Ver un caso en un niño tan pequeño, siempre me conmueve. —Gracias, doctor. As
La llegada de Samantha a la mansión, es un motivo de celebración familiar, todos sus amigos y empleados de la casa de modas que su padre compró para ella, la esperaban ansiosos. Susane lo había preparado todo para recibirla, cuando Simons abrió la puerta y Samantha entró, la efusiva “Bienvenida” a coro de las más de diez personas que aguardaban su llegada, se transformó en un motivo de tristeza para la mujer. —¡Gari, Gari! —tanteó con sus manos— Dile que se vayan, todos que se vayan —gritó angustiada. Susane se quedó petrificada al ver la reacción inesperada de su hija. —¿Qué rayos es esto, Susane? —increpó Simons a su esposa. Sin que nadie dijera nada, todo y cada uno de los invitados comenzaron a salir, dejando los globos y pancartas sobre el sofá de tres puestos de la elegante sala. Susane aguardó a que todos salieran para poder preguntar:—¿Qué ocurre, Simons? —se aproximó a su hija, quien terminó apartándose de ella.—¡Samantha no puede ver!—¿Qué? —preguntó sorprendida
—Eso no es verdad, papá. Dime que eso que acabo de escuchar no es verdad. —Gari se acercó a Samantha.— ¡No, no me toques, no quiero que me toques! —comenzó a gritar, desesperada.—Sam, deja que te explique, mi amor. —Gari trató de calmarla, pero ella reaccionó de forma inesperada o impulsiva:—¡Te dije que no me toques! —apartó la mano con brusquedad de su hombro— ¡Aléjate de mí, maldita sea! —dijo y se tiró al piso, mientras Simons se acercaba para abrazarla.—¡Vete, Gari, vete! —le ordenó al pelirrubio, quien abatido por la situación no tuvo más opciones que salir de aquel lugar. Sacó las llaves del auto de su bolsillo, salió de la mansión y luego subió a su coche. Necesitaba tomar aire fresco, salir de aquella casa, escapar de la prisión emocional en la que estaba. Vio la hora en el reloj, y decidió ir a la empresa. Minutos después, entró a su oficina. Seguía sin creer todo lo que había pasado en la mansión. ¿Qué pasaría ahora que se sabía toda la verdad? Se preguntaba una y