Priscila sintió los labios de Gari abrasando los suyos, quedándolos con la humedad de sus labios, haciendo que en segundos toda ella ardiera de deseo. Las manos de la pelicastaña, acariciaron los fuertes brazos del socio de su esposo. Había algo en él, que la hacía sentir como si ya lo hubiese sentido, como si conociera aquel territorio aunque nunca lo hubiese explorado antes. Las ganas de entregarse a Gari, crecieron exponencialmente al leve contacto de su cuerpo ¿Cómo podía desear tanto a aquel hombre, al punto de olvidar que era casado? ¿Qué era lo que la llevaba hasta él sin poder evitarlo o peor aún sin querer hacerlo?Priscila perdía todo el control de sus emociones, quedando a merced del deseo que provocaba Gari Gootemberg en ella. Era pasión, lujuria, una atracción inevitable y prohibida, quería dejarse arrastrar y parecía que nada en ese momento importaba excepto ellos dos. El resto del mundo desapareció en el momento que la besó con ardiente pasión. Las manos de Gari mo
Aquel baño de realidad que Priscila se llevó esa noche, le hizo pensar en que debía parar, no podía dejarse llevar por el deseo, estaba casada con Gerald y era su deber estar a su lado. Que él la hubiese engañado con Kate, no era una razón para que ella hiciera lo mismo. Aunque en el fondo lo que ella sentía por Gari Gootemberg era algo muy intenso e inexplicable. En tanto, y luego de que Gari pusiera a su abogado al frente de la defensa de Kate, Smith logró con el pago de una fianza ponerla en libertad, mientras avanzaban las investigaciones. Aunque la pelirroja quería ir a la clínica para ver a Gerald, Annette se ocupó de ponerla al tanto de la situación del CEO.—Lo siento, Kate pero no podrás ir a ver a Gerald, su médico indicó reposo absoluto y cero emociones fuertes —dijo Annette mientras dejaba que su amiga se instalara en la que sería momentáneamente su nueva habitación.—¡Gracias Annette! Gracias por esto que haces por mí.—Somos amigas, Kate y no es conveniente que Geor
—¡Ahhhh! No me hagas daño por favor —suplicó cerrando los ojos.—¡Kate! ¿Qué haces aquí? —preguntó Michael al ver a la pelirroja en aquella habitación.Ella se aferró a su cuello, las piernas no le respondían, temblaba como hoja de papel.—¡Michael, Michael! Eres tú…—¿A quién esperabas, al Chapulín Colorado? —dijo en tono jocoso y ella esbozó una sonrisa nerviosa.—Pensé que era George. ¿Pero tú como entraste? —dijo, apartándose de él.—Por la puerta de atrás. ¿Qué es lo que ocurre Kate? ¿Por qué estás aquí? —Hoy salí de la comisaría y Annette me ofreció quedarme aquí, por lo de Gerald, sabes.—¡Ah, sí! De verdad que no recordaba, vi la noticia pero he tenido días complicados y como no he hablado con Annette, se me pasó por alto. —Estoy aterrada, paranoica. Ya no puedo estar tranquila, me aterra la idea de que George pueda volver a… —Kate guarda silencio, no podía pronunciar aquella palabra, era como si se reabriera la herida cada vez que recordaba lo que pasó aquella noch
—¿Quién era? —preguntó Kate, nerviosa por la extraña llamada. Todas las personas que eran importante en su vida, tenían aquel número, ellos y George, quien le regaló en uno de sus cumpleaños aquel móvil de última generación.—¡Nadie! —respondió encogiéndose de hombros— Creo que no le agradó mi voz.Aquello era aún más extraño y preocupante para la pelirroja, quien ya de por sí se sentía acosada y perturbada emocionalmente.Annette bajó de su auto, sacó las llaves de su bolsa y abrió la puerta a su casa. Iba a subir directamente hasta la habitación a ver a su amiga, pero escuchó las voces que provenían de la cocina; de inmediato la rubia reconoció aquella voz masculina, ¿Qué hacía Michael en su casa? ¿Quién lo dejó entrar? Enardecida y llena de rabia fue hasta la cocina. Michael al ver su rostro supo que lo que se avecinaba era una tormenta.—Fuera de mi casa —se acercó a él y comenzó a empujarlo— fuera de una maldita vez de mi vida, Michael.—Por favor Annette, déjame explicarte
Priscila sintió como si un incendio forestal púbico comenzará arder desde el centro de su entrepierna hacia cada parte de su cuerpo. —¡Bienvenida, socia! —B-buenas tardes —ahora quien estaba nerviosa y tartamudeaba, era ella. —¿Puedo pasar? —preguntó él viendo que ella permanecía sin moverse con la puerta y boca, abiertas.—C-claro, pasa. —dijo y se abrió paso. Lo siguió con la mirada hasta que él abrió el botón de su saco y se sentó en la silla, luego caminó hasta su sillón.— ¿En qué puedo ayudarte? —preguntó retomando el control de sus emociones.—Realmente vine a saludar a la nueva CEO de la empresa y a ponerme a tu orden para lo que necesites. —mostró esa sonrisa perfecta que provocaba en Priscila una especie de taquicardia vaginal. —Gracias, me sorprende tu gentileza. No lo esperaba. —¡Vaya! —exclamó con desconcierto— Y yo pensando que tendría una relación más amable con mi nueva socia. Cada vez que Gari mencionaba aquella palabra, Priscila se estremecía, nada más d
Los labios de Gari buscaron afanosos los de ella, Priscila sintió que su cuerpo colapsada entre sus brazos. Los clientes que salían detrás de ellos o los que llegaban, hacían gestos y algunos ruidos para incomodarlos, mas todo alrededor de ellos parecía haber desaparecido. —Sr Gootemberg, disculpe. —dijo el hostess, y Gari reaccionó de inmediato.— olvidó su tarjeta. Gari sonrió apenado, tomó la tarjeta y rodeando a Priscila caminó hasta el auto. Ella reía a carcajadas por su conducta adolescente. Subieron al auto, él encendió el motor, mientras veía hacia atrás para sacar el coche del estacionamiento, se volvió hacia ella. Un repentino impulso lo llevó a detener el auto, se inclinó hacia ella quien también deseaba continuar sintiendo ese maremoto de emociones que la hacían olvidarse de todo y sus labios se unieron en un beso apasionado e intenso. Sus labios se movían de forma sinuosa, sus lenguas danzaban y se envolvían una en la otra, Priscila sentía como su vagina se humedecía
Gari llegó a la mansión, era poco más de las nueve, a esa hora ya Samantha debía estar dormida, no quería tener que mentirle e inventar alguna excusa y ver en su rostro la duda. Samantha era una mujer muy sensible y podía reconocer fácilmente cuando él le mentía. Él le había fallado, no había cumplido su promesa de esperar a que ella no estuviese para estar con otra mujer. Mas, el deseo que provocaba Priscila en él, era incontrolable, era algo que él no podía evitar, no podía sacarla de su cabeza, ni de su ser. Cuando se disponía a subir las escaleras, escuchó la voz de Simons quien aguardaba por él en la sala principal. —¡Gari! —volteó hacia él, y se regresó hasta la sala. Simons se levantó del sofá. —Simons, dime ¿ocurrió algo con Samantha? —preguntó con visible preocupación.—¿Dónde estabas metido? —Le preguntó con autoridad. —¡No debo darte explicaciones de lo que hago Simons!... ¿o sí? —achicó los ojos.—¡Si afecta a mi hija, sí! —bebió un sorbo de la copa de coñac que so
Esa noche Priscila durmió como nunca, se acostó pensando en Gari y reviviendo cada sensación en su cuerpo; entre realidad y letargo quedó profundamente dormida. Al igual que él día anterior, cuidó de Gael las primeras horas; su rostro resplandecía de alegría y entusiasmo, se sentía flotando en el aire, sus picos de serotoninas estaban en lo más alto. Ella sólo pensaba en el momento de llegar a la empresa y verlo, volver a besar aquellos labios, sentir sus manos y su cuerpo.La inesperada visita de Aaron durante el almuerzo resultó bastante incómoda para Priscila. —Veo que te has manejado bien. —¡Gracias! —contestó ella.—Claro considerando que es tu primer día y siendo novata, por lo menos cumpliste con lo esencial. —el comentario de su suegro era tan mordaz como ofensivo. Priscila no quiso caer en su juego. —Papá, en vez de criticar a Priscila, deberías darle las gracias por apoyarme en este momento.—¿Agradecerle, yo? Aquí quien debe darle gracias, eres tú. Tú que defendien