Kate se levantó de la cama con dificultad, todo el cuerpo le dolía, Gerald ya estaba despierto y preparaba el desayuno. El día parecía comenzar con un poco de tranquilidad, luego de aquella noche tan horrenda para ella.Se aproximó a él, y lo rodeó con sus brazos desde atrás. —Buen día, que bien huele… —Pues estoy consintiendo un poco a mi bella durmiente. Se pegaron las sábanas —comentó él. —No pude dormir bien, anoche. Di vueltas como un pollo al horno. —Gerald sonrió, mientras apagaba la hornilla y se viraba de frente a ella para besarla. —Tranquila, yo me encargo de todo hoy —besó sus labios y comenzó a servir los huesos revueltos que acababa de preparar para el desayuno. El timbre sonó en ese preciso instante, ella amagó a ponerse de pie, pero él le hizo un gesto con la mano para que se sentará.—Yo atiendo, tú sirve el jugo. —Gerald se dirigió silbando hasta la puerta, abrió sonriente y su rostro cambió de isofacto. —Buenos días, Fitzgerald —dijo en tono burlón el
En el quirófano, la situación también es un poco difícil para los médicos que tratan de detener la hemorragia y extraer el proyectil. El médico realizó la incisión cerca de la zona donde se encontraba la herida del proyectil. Luego, cuidadosamente, abrió el tejido para acceder al área donde estaba alojada la bala. La situación era bastante tensa, ya que el sangrado era difícil de detener, Gerald había perdido mucha sangre durante el traslado. Con meticulosidad el médico logró dar con el pedazo de plomo incrustado. Una vez que extrajo el proyectil, el médico percibió que había una pequeña complicación, debían no sólo sacarle el proyectil sino reparar una de las arterias que iban directamente al corazón. —Tenemos un problema, el paciente presenta perforación en una de las arterias, hay que proceder de inmediato. Mientras la vida de Gerald está en manos de los médicos, Kate recibe la llamada de su jefe, atiende entre nerviosa y sorprendida por la llamada de Gari. —Dígame Sr Gootember
—La operación fue bastante complicada, pero logramos sacar la bala y reparar la arteria. Sin embargo —hizo una pausa— debemos esperar. Kate se aferró al brazo de Gari, mientras Priscila respiró un tanto aliviada. El simple hecho de haber soportado aquella difícil operación, demostraba lo fuerte que era Gerald. —Por ahora no es necesario que se queden —miró a ambas mujeres.— el paciente permanecerá en observación y mañana dependiendo de como haya reaccionado al tratamiento, será llevado a una habitación. —No quiero dejarlo solo —dijo con voz trémula Kate.—No servirá de nada que permanezcan aquí, no podrán verlo hasta tanto no pase a una habitación, la situación de su esposo, es delicada aún. El médico se retiró y Gari quedó a cargo de ambas mujeres. Priscila notó el gesto de amabilidad del socio de su marido para con la asistente y sintió celos de verlo junto a ella.—¡Bueno, ya oyeron lo que dijo el médico! Será mejor que ambas descansen, no tiene sentido que sigan aquí. Cr
Gari se ocupó de llamar a uno de los abogados de los Cliffort. Kate era su asistente, era una empleada de la empresa de transporte aéreo; queriendo o no, todo lo que le sucediera a ella afectaría la imagen que hasta ahora tenía la empresa. Un tipo de publicidad como aquella no era la ideal. Priscila esa noche estuvo cuidando a Gerald, quien aún seguía aletargado con la cantidad de analgésicos que le habían colocado desde que salió de quirófano. Le extrañó no volver a saber de Kate ¿Qué había pasado con ella? Quizás el amor abnegado que decía sentir por Gerald había mermado rápidamente. La pelicastaña no tenía idea de que estaba ocurriendo afuera de la clínica. La presencia de Aaron en la habitación era un poco incomoda para ella, nunca le pareció un buen hombre. Siempre se jactaba de decir que era el mejor y en cualquier situación dejaba mal parado a su propio hijo. —¡Es inconcebible que Gerald haya seguido con esa ramera! Es por su culpa que mi hijo está en esa cama al borde de
Priscila sintió los labios de Gari abrasando los suyos, quedándolos con la humedad de sus labios, haciendo que en segundos toda ella ardiera de deseo. Las manos de la pelicastaña, acariciaron los fuertes brazos del socio de su esposo. Había algo en él, que la hacía sentir como si ya lo hubiese sentido, como si conociera aquel territorio aunque nunca lo hubiese explorado antes. Las ganas de entregarse a Gari, crecieron exponencialmente al leve contacto de su cuerpo ¿Cómo podía desear tanto a aquel hombre, al punto de olvidar que era casado? ¿Qué era lo que la llevaba hasta él sin poder evitarlo o peor aún sin querer hacerlo?Priscila perdía todo el control de sus emociones, quedando a merced del deseo que provocaba Gari Gootemberg en ella. Era pasión, lujuria, una atracción inevitable y prohibida, quería dejarse arrastrar y parecía que nada en ese momento importaba excepto ellos dos. El resto del mundo desapareció en el momento que la besó con ardiente pasión. Las manos de Gari mo
Aquel baño de realidad que Priscila se llevó esa noche, le hizo pensar en que debía parar, no podía dejarse llevar por el deseo, estaba casada con Gerald y era su deber estar a su lado. Que él la hubiese engañado con Kate, no era una razón para que ella hiciera lo mismo. Aunque en el fondo lo que ella sentía por Gari Gootemberg era algo muy intenso e inexplicable. En tanto, y luego de que Gari pusiera a su abogado al frente de la defensa de Kate, Smith logró con el pago de una fianza ponerla en libertad, mientras avanzaban las investigaciones. Aunque la pelirroja quería ir a la clínica para ver a Gerald, Annette se ocupó de ponerla al tanto de la situación del CEO.—Lo siento, Kate pero no podrás ir a ver a Gerald, su médico indicó reposo absoluto y cero emociones fuertes —dijo Annette mientras dejaba que su amiga se instalara en la que sería momentáneamente su nueva habitación.—¡Gracias Annette! Gracias por esto que haces por mí.—Somos amigas, Kate y no es conveniente que Geor
—¡Ahhhh! No me hagas daño por favor —suplicó cerrando los ojos.—¡Kate! ¿Qué haces aquí? —preguntó Michael al ver a la pelirroja en aquella habitación.Ella se aferró a su cuello, las piernas no le respondían, temblaba como hoja de papel.—¡Michael, Michael! Eres tú…—¿A quién esperabas, al Chapulín Colorado? —dijo en tono jocoso y ella esbozó una sonrisa nerviosa.—Pensé que era George. ¿Pero tú como entraste? —dijo, apartándose de él.—Por la puerta de atrás. ¿Qué es lo que ocurre Kate? ¿Por qué estás aquí? —Hoy salí de la comisaría y Annette me ofreció quedarme aquí, por lo de Gerald, sabes.—¡Ah, sí! De verdad que no recordaba, vi la noticia pero he tenido días complicados y como no he hablado con Annette, se me pasó por alto. —Estoy aterrada, paranoica. Ya no puedo estar tranquila, me aterra la idea de que George pueda volver a… —Kate guarda silencio, no podía pronunciar aquella palabra, era como si se reabriera la herida cada vez que recordaba lo que pasó aquella noch
—¿Quién era? —preguntó Kate, nerviosa por la extraña llamada. Todas las personas que eran importante en su vida, tenían aquel número, ellos y George, quien le regaló en uno de sus cumpleaños aquel móvil de última generación.—¡Nadie! —respondió encogiéndose de hombros— Creo que no le agradó mi voz.Aquello era aún más extraño y preocupante para la pelirroja, quien ya de por sí se sentía acosada y perturbada emocionalmente.Annette bajó de su auto, sacó las llaves de su bolsa y abrió la puerta a su casa. Iba a subir directamente hasta la habitación a ver a su amiga, pero escuchó las voces que provenían de la cocina; de inmediato la rubia reconoció aquella voz masculina, ¿Qué hacía Michael en su casa? ¿Quién lo dejó entrar? Enardecida y llena de rabia fue hasta la cocina. Michael al ver su rostro supo que lo que se avecinaba era una tormenta.—Fuera de mi casa —se acercó a él y comenzó a empujarlo— fuera de una maldita vez de mi vida, Michael.—Por favor Annette, déjame explicarte