PDV. Elena
– Abuelaa – grito Esteban al ver a sus abuelos que nos recibieron en el aeropuerto William P Hobby.
– Grand Pa. – grito Paula mientras le estiraba los brazos a su abuelo desde el coche donde estaba sentada.
– Mis nietos bellos cuánto los extrañamos – dijo la abuela Adela.
– Hola hija, ¿cómo estás? – me tiende un brazo sin soltar a Esteban.
– Molida – me rio de mí misma, por la expresión muy venezolana que se refiere a estar muy cansada.
Mis suegros se intercambian a los nietos.
– Hola bella Elena, sí que luces cansada hija, pero igual de guapa, vamos a casa, ya nos encargaremos de este par – dice mi suegro.
– ¿Como estás Aston? – lo salude emocionada de verlos.
– Más viejo será hija – respondió con su siempre tono jocoso y amable.
Nos reímos y con maletas en mano todos abrazados nos dirigimos al hogar de los Smith.
Ha sido increíble estos dos días de vacaciones, mis suegros no me han dejado hacer prácticamente nada. He dormido, he escrito, hasta abrí una cuenta de I*******m para hablar temas de psicología y la importancia de la formación no técnica o emocional en las organizaciones y negocios. He visitado a las únicas dos amigas que hice acá, hemos hecho barbacoa, los niños han disfrutado un montón, Esteban se vio con sus amigos de la escuela, en un parque luego en los videojuegos y ahora vamos en vía a Orlando.
PDV. Hassam
Este viaje va muy bien, hemos tenido reunión con diferentes personalidades, firmado acuerdos, hemos estado dos días realmente ocupados además de que el jet lag me afectó más de lo acostumbrado, todo ha salido bien incluso ya mi jet viene volando hacia la capital de los Estados Unidos, son las once de la noche cuando recibo la llamada de Abdulah.
– Baba ya está descansando, ¿que tal si vamos por unas shishas? en el bar del hotel ofrecen – comento Abdulah.
– Bajemos, yo necesito algo también – acorde.
– Nos vemos en el ascensor en 5 minutos. – dijo y colgó.
Me visto casual con un blue jeans con una camisa blanca manga larga. Cuando me consigo a Abdulah con una disdasha negra y un kuma con tonos rojos. Noto que se parece más a su mama, mientras tío aún conserva su delgadez, Abdulah tiene una abdomen redondo y abultado y una barba larga que asoma canas, apenas tiene treinta y un años, pero luce más de cuarenta.
– Mash Alah, ¿en serio vas a ir así? – pregunte riéndome.
– Es nuestra vestimenta, eres tú quien no termina de poner un pie afuera del sultanato cuando te conviertes en occidental – reclamo – además las chicas asocian disdasha con dinero y son más fáciles.
Me reí ante su comentario, que tenía un poco de verdad – no me gusta llamar tanto la atención aquí – finalmente le dije.
– Pues a mí sí, bajemos de una vez – sentenció con la sonrisa altiva que lo caracteriza.
Llegamos, nos instalamos en una mesa baja cuadrada color negro como casi todo el bar, con una shisha cada uno escuchando buena música, nos atiende una chica rubia que me mira y sonríe cada vez que viene. En el próximo cambio de carbones deja su número escrito en una servilleta y me lo acerca.
– Ves querido primo, no veo que con esa disdasha te den números – bromee al mostrarle lo que decía la servilleta.
´ Carol +1 876348959’.
– Llamare una agencia para que me envíen una a la habitación – respondió restándole importancia a mi comentario. En otro orden de ideas Hassam ¿cuándo piensas casarte y tener una familia? Ya tienes 28 años.
Casi me ahogo en mi calada.
– ¡Sal de ese cuerpo baba! – Bramo más alto de lo que lo pensé en mi cabeza. – Abdulah tienes tres años más que yo, deja de pensar como si tuvieras 60 – dije y recuerdo lo que me menciono tío hace unos días cuando me contó su plan " Abdulah a veces piensa como si fuera más viejo que yo".
– Si tres años más que tú, dos esposas y cinco hijos. No sé qué estás esperando, ya Salim se casó, y casi todas tus hermanas menores que tu – dijo como si estuviera hablando con mi baba.
– ¿De verdad quieres hablar de eso en un bar estadounidense? Por favor no me jodas la noche. Sabes que te respeto mucho pero mi vida la llevo como quiero.
– Eres parte de la familia real y tenemos costumbres, debemos dar el ejemplo.
Giro los ojos y respiro profundo.
– Quiero saber lo que es ganarse a una mujer, enamorarla y no pagar porque se case conmigo.
– Qué carajo estás diciendo Hassam! Buuff. – exclamo – Has compartido mucho tiempo con los occidentales.
Decido no caer en esta batalla, mañana será peor cuando se entere que tío y yo no nos regresaremos con él. Me fijo que, en el televisor cercano, están pasando un partido de fútbol y dirijo la atención al juego. El balompié es nuestro punto en común así que rápidamente olvido el tema.
PDV. Elena Estamos disfrutando en la piscina del hotel JW Marriot Grand lakes en Orlando, sorbo a sorbo disfruto de mi piña colada que está genial, mi suegra a mi lado acostada se toma una cerveza y brindamos. – ¿Cómo está Aston querida? cada vez lo noto más distante, poco nos llama y cuando nosotros lo hacemos siempre está ocupado.Sabía que no me iba a escapar de esta conversación. – Bueno está tan ocupado que la mayoría de las veces no lo veo llegar de noche. – dije sinceramente. – ¿Y todo está bien con ustedes? tú sabes que nosotras las mujeres y más las madres tenemos un sexto sentido, puedes hablar con confianza, sabes que te queremos mucho. Me sonrío y pienso que tengo la mejor suegra del mu
PDV. Hassam. – Hola. – Digo a la mesera que ya estaba sentada en el lobby de mi piso cuando subí. – Si que tiene ganas – pensé. – Hola guapo. – sonrió pestañando coquetamente, varias veces – Te estaba esperando – mencionó sonreída mirándome de arriba a abajo.Esto es lo que me gusta de las occidentales no se intimidan a la hora de ir por lo que quieren. – No esperes más, vayamos a mi habitación – le tiendo la mano para que avance delante de mí mientras observo cómo contonea el trasero que se le ve bajo los shorts de jeans rasgados que carga puesto y su espalda solo cubierta por una cinta. Abro la puerta de mi habitación y al pasar noto su sorpresa a ver lo grande que es, y yo sin esperar le doy una nalgada para pr
PDV. Elena Llegó el día de irnos a casa, con lágrimas en los ojos nos despiden mis suegros, que no quieren soltar a Esteban ni a Paula. – Te extrañaré tanto mi princesa – dice el señor Aston a Paula que aún está guindada a su cuello. – Te Amo Grand Pa. – Le responde con su dulce voz. Y el gran hombre que la sostiene no aguanta las lágrimas. – Adiós Grand Ma, nos vienes a visitar en diciembre ¿ok? – pide Esteban a la abuela. – Está bien mi príncipe grande. Te amo tanto – le devuelve Adela quien no suelta su abrazo de oso. Esteban también la abraza fuerte, y yo solo me quedo observándolos en un segundo plano, el amor les brota por todos los poros y yo me empapo de eso. Se intercambi
PDV. Elena Le pido a Esteban que ordene nuestras bebidas en el mostrador mientras yo me quedo con nuestra maleta y cuidando de Paula quien sigue dormida en el coche. Me siento en una mesa de manera que pueda mantener la vista en él, una vez que regresa me dedico como de costumbre a observar a las personas, sus posturas corporales, su forma de expresarse, los gestos faciales, me gusta adivinar quienes son familia, amigos o colegas por su forma de comunicarse. De pronto me detengo en un rostro que se me hace familiar, es un señor de edad entrada, muy alto, delgado, pasado los sesenta, con barba larga y canosa, me pregunto si será algún amigo del señor Aston, pero su mandíbula gruesa, su nariz bastante pronunciada y piel blanca como el papel me indica que es árabe, así que descarto mi primera hipótesis. Vuelvo a mirar a Esteban quien está co
PDV. Hassam Compré lo necesario para llevarle a mi madre y hermanas, e iba de regreso a donde había dejado a tío Nasser, cuando me informaron que tenemos los permisos del plan de vuelo aprobados, y todo listo para partir en quince minutos, sigo mi camino hacia Starbucks a encontrarlo. Al acercarme miro a otra persona sentada en la misma mesa, apresuro aún más el paso y veo que los guardias están atentos pero sus puestos, asumo que tío se los ordeno, cosa que hace que me relaje un poco. – Pero ¿quién es? ¿Un niño? – me preguntaba mientras afinaba mi vista. – Tío, todo está listo para irnos. ¿Y este jovencito? – pregunté lo que era evidente. – Es un amigo, ofrecí cuidarlo, ahora debemos esperar a su mamá. Siéntate – pidió
PDV. Elena Una vez sentados en el avión luego de la locura previa a entrar, y más calmada, empiezo a respirar profundo y relajarme, ya hemos despegado, Esteban está convenientemente dormido y Paula está maravillada viendo las nubes. Recuerdo los eventos recientes de este día, que seguro no olvidaré jamás empezando porque conocí a la máxima autoridad del Sultanato, nadie me creería que lo conocí en un aeropuerto como la gente corriente e intentando pasar desapercibido. Me sonrío y me pregunto si nosotros fuimos los únicos que los descubrimos, saco la tarjeta del joven que vi al regresar del baño, para verificar su nombre, creo que le escuché que tiene el mismo apellido real, debe ser familia de su majestad Nasser, ¿será su hijo? me pregunto y lo último que me dijo vuelve a mi “los amigos de mi t&ia
PDV Elena Me despierto cuando encienden las luces para repartir la comida, y siento la cabeza de Paula en mi regazo, veo sus pies en las piernas de Esteban y la cabeza de Esteban en la barriga de Paula, sonrío al apreciar cómo se mezclan cuando duermen juntos, los admiro un rato para luego despertarlos poco a poco. Al terminar de comer, nos aseamos, nos cambiamos de ropa y decidimos ver el rey león, a decir verdad, lo decidió Paula. – Esteban ¿me vas a contar cómo fue que te regalaron una beca para estudiar árabe? – Mamá me la ofreció Mr. N – respondió asintiendo con su cabeza. – ¿Seguro no se la pediste? – pregunté – así como te encontré pidiendo montarte en su barco. – No mamá de verdad, solo le di
PDV. Elena Aterrizamos en el Sultanato muy cansados llegamos, Aston nos recibió en el aeropuerto y ya vamos en el carro camino a la casa, solo espero que este par de hijos míos duerman mucho para descansar de este largo viaje. – ¿Cómo estuvo la semana? – pregunte a mi marido. – Normal, mucho trabajo. – respondió sin más detalles. – Te comiste todo lo que te dejé preparado?De pronto hubo un silencio tan largo que pensé que no me había escuchado. – ¿Cariño? – Eehh, en realidad no, tuve mucho trabajo y pedí comida en la oficina casi todos los días, no tenía tiempo de calentar comida. – Ok. Entramos a casa sin bajar si quiera las maletas, yo