2: El hermano gemelo de Superman.

Una joven mujer, rubia natural, de aspecto agotado, inclina su cuerpo para vomitar en un contenedor de basura.

Cuando recupera la compostura, siente su estómago revolverse mientras su cuerpo comienza a tener un ligero temblor.

—Vas a estar bien, Leslie —se convence a sí misma, respirando hondo.

Acomoda la cartera en su hombro, y saca una hoja de vida para dejarla debajo de la puerta de un local cercano, con la esperanza de que alguien le dé la oportunidad de trabajar.

Hace una semana, era camarera en una cantina, pero tuvo que abandonar ese empleo cuando un hombre mayor la acosó y su jefe intentó convencerla de acostarse con el cliente.

—¡No soy una prostituta! —exclamó hacia su jefe, teniendo como respuesta que este le diera una bofetada y la echara.

Desde ese día ha estado dejando su hoja de vida en todos los comercios de la ciudad, ofreciéndose como obrera para cualquier puesto. Pero nadie la ha llamado, y ya no le queda ni un solo centavo en su monedero ni cuenta bancaria.

Es su fin. Si un milagro no ocurre hoy salvando su economía, no sólo ella se verá afectada.

Leslie pasa toda la tarde dejando la hoja de vida, y regresa caminando, agotada, hasta su departamento, el cual comparte con su mejor amiga, Lila.

Lila Broomfield y ella son mejores amigas desde siempre. Ambas fueron abandonas por sus progenitores en un orfanato desde bebés; así que crecieron juntas, compartiendo todo lo que las chicas mayores del orfanato les daban, e incluso algunos beneficios del gobierno, como juguetes y útiles escolares.

Ambas abandonaron el orfanato en cuanto cumplieron dieciséis años, trabajando juntas, luchando juntas, llorando juntas y disfrutando de los pocos momentos felices de sus vidas "miserables".

La vida no es fácil para dos chicas que solo sacaron la secundaria, y sin ningún otro apoyo familiar. Pero con esfuerzo y lágrimas lograron alquilar un departamento juntas en los suburbios de la ciudad.

El departamento era tan pequeño, con dos habitaciones, un baño, sala y cocina al mismo tiempo. Le hacía falta pintura, y en las noches de lluvia ambas se la pasaban mal con alergias. Sin embargo, para Leslie era un comienzo, un refugio lejos del caos. Cada grieta en las paredes le recordaba que debía esforzarse por un mejor futuro.

Todo estaba marchando bastante bien en sus vidas, hasta que la vida de Lila dio un vuelco hace cuatro meses, y desde entonces, Leslie se hace responsable de ella.

Mientras sube las escaleras exhausta, mareada y con más ganas de vomitar, siente que su corazón se rompe en mil pedazos una vez más.

¿Cómo puede llegar con las manos vacías?, ¿quiénes son sus padres y qué hicieron ellos para que ella pagara el karma más horrible de todos?

La llave se desliza en la cerradura, y apenas entra, Leslie sabe que algo no anda bien.

Hay dos bolsos grandes negros en el pequeño mesón de la cocina.

La ropa de Lila está desaliñada en el sofá, así que los latidos de su corazón aumentan, buscando a su mejor amiga, pensando que algo horrible le ha pasado.

Sin embargo, un leve sonido, detiene sus pasos y la deja desconcertada, justo en la puerta de la habitación de Lila.

—¡S-Sí, sí! Mmmmm...

La rubia abre los ojos bien sin entender qué ocurre, pero eso no suenan como sonidos de dolor. Entonces, abre la puerta lentamente, intentando averiguar qué diablos ocurre.

Y allí la ve... A su mejor amiga, Lila, con las piernas envueltas en el cuello de un hombre que la embiste sin piedad mientras la barriga de embarazo de esta, rebota.

¡Santo Dios...!

Hay focos, dos hombres con cámaras en mano grabando el momento, una laptop en la mesa de noche, y un hombre de cabello oscuro sacando sonidos descomunales de la garganta de su amiga gracias a las fuertes embestidas.

El hombre de músculos de Superman, sudoroso y gestos de goce en la cara, alza la mirada encontrándose con los ojos de Leslie.

—¡Ah! —jadea la rubia, tapándose la boca, con el corazón la garganta.

Las cámaras la apuntan, mostrando su sorpresa al público y cientos de comentarios llenan la casilla del video en vivo.

Leslie cierra la puerta de un portazo y corre, tropezándose con los pequeños muebles y los zapatos de su amiga en el camino.

Baja las escaleras, agitada, con la mente enviándole la imagen del hombre sudoroso, con el cabello pegado a la frente, con la boca semi abierta, jadeando sensualmente...

—¡Ya, para! —se regaña a sí misma por pensar en eso.

El recuerdo de su amiga embarazada siendo tomada de esa forma es lo que termina causándole desagrado, el suficiente para sacar esa escena de su cabeza.

Pero no puede ignorar las sensaciones en su cuerpo. Lo caliente que se sienten sus mejillas, la aceleración de su pecho, sus picos duros pidiendo ser tocados por encima de su blusa desgastada. Y esa extraña sensación viscosa rozando sus labios menores...

Respira profundo, intentando calmarse porque ya su condición de salud está comenzando a peligrar, y no quiere empeorarla.

Como paciente insulinodependiente, requiere tener una buena alimentación, y una dosis inyectable de insulina diaria... Dos cosas que tal parece que no tendrá hoy.

¿En qué estaba pensando Lila?, ¿grabarse teniendo sexo?, ¿cómo llegó a eso?

¿Cómo es que los llevó al departamento? ¡Su departamento!

¿Con qué fin?

Además, ¿en dónde conoció a ese hombre tan... atractivo?

Sabe que Lila tiene gustos exquisitos pero hay una diferencia kilométrica enorme desde su último novio patán, a este hombre que parece hermano gemelo de Superman.

Logra finalmente calmarse. Toma asiento en la acera fuera del edificio, con la esperanza de que salgan rápido de allí.

Pero pasan los minutos y Leslie ve en su reloj barato que ha pasado ya media hora.

¿Cuánto se supone que debe durar un hombre para eyacular?, ¿que no terminan y se van? Así son todos los hombres... Bueno, al menos todos los novios de su amiga Lila han sido así.

Leslie no puede hablar por experiencia propia porque no ha tenido experiencia en lo absoluto. Todo lo que sabe de sexo es porque su amiga le ha comentado y la ha tenido que escuchar en estos últimos cuatro años viviendo juntas.

—¿Te encuentras bien, cariño?

La voz a su lado la hace levantar de inmediato mientras cruza los brazos, escondiendo sus manos temblorosas.

Es un hombre de cabello castaño, alto, de ojos verdes, con un rostro encantador.

—S-Sí...

Ese hombre estaba en la habitación con una cámara en mano también.

Justo cuando el hombre va a hablar, otra voz, gruesa y fría, se escucha detrás.

—Kris, vámonos...

Leslie ve fijamente al hombre de cabello oscuro, esta vez vestido con una franela de mangas cortas y vaqueros. Su respiración se tranca cuando el hombre también la observa, con el rostro lleno de dureza, como si estuviera molesto con ella por haberlo interrumpido antes.

—Bien. Anda con tu amiga. Se puso a llorar de repente y está preguntando por ti —le dice Kris.

Leslie ve cómo los hombres suben a una camioneta con todo el equipo, y corre en busca de su amiga.

¿Llorando?, ¿por qué?, ¿le han hecho algo malo?, ¿hizo esa grabación cuando lo quería o la obligaron?, ¡¿qué demonios ocurre?!

Una débil Leslie llega al departamento, encontrándose con Lila, desnuda, sudada, acurrucada en el sofá, llorando a moco suelto.

—¡Lila!

—Oh... Leslie...

La rubia abraza a la morena, y su corazón se rompe de nuevo por el estado de su amiga.

—¿Qué pasó aquí, Li? —cuestiona Leslie con cariño, acariciando el cabello negro de su amiga suavemente.

Luego toma la ropa y la ayuda a vestir, sin preguntar nada más.

Entonces Lila saca debajo de la almohada una faja de dólares, de billetes de cien.

—¡Me acosté con él por dinero, Leslie! ¡Soy una cualquiera!

—Dios, Lila... No...

La rubia no puede más que sentirse culpable y desdichada. Si ella hubiera aceptado dormir con ese hombre en la cantina... ¡No!

Ninguna persona debería verse obligada a hacer algo que no quiere por dinero. No es justo para nadie.

Así que abraza a su amiga, ambas lloran, pensando en las injusticias de la vida y en qué pasaría si no se tuviesen la una a la otra.

—Lo siento... Salí al centro comercial porque este bebé estaba pidiendo comida —habla Lila, cabizbaja—. Me encontré con ese sujeto, y me ofreció dinero por grabarnos teniendo sexo. Yo le dije que no, Les, pero ayer no inyectaste tu insulina, nos quedamos sin comida... Tuve que hacerlo...

La confesión hace que Leslie se sienta aún peor, por lo que toma la cara de su amiga con ambas manos, llorando.

—Nunca más tendrás que hacer algo como eso, Lila. Nunca más. ¿Entiendes? No sé cómo haré, pero los problemas económicos se solucionaran. Te lo prometo.

La morena asiente, volviendo a llorar. Se tumba de espaldas hacia su amiga, casi hermanas, mientras lloran en silencio.

Minutos después, Leslie toca el vientre de su amiga y siente pequeñas patadas, por lo que sonríe.

—Tía Leslie está aquí, bebé... No te faltará nada... —promete, causando que Lila tome su mano y la apriete.

Ambas suspiran, calmándose. Hasta que Lila comienza a reír de repente, con gusto.

—Lo siento —se disculpa, llorando ahora por la risa.

Leslie la ve, confundida.

—¿Qué ocurre...? —Una sonrisa se dibuja en sus labios cuando la morena ríe más fuerte.

—¡Fue la mejor revolcada de mi vida! ¡Ese hombre es magnífico! ¡Soy una cualquiera satisfecha!

La rubia se sorprende, pero finalmente ríe junto a su amiga, compartiendo hasta la fortuna de la desgracia.

—¿Qué haré contigo, eh? —dice Leslie, limpiando las lágrimas de risa.

La morena se alza de hombros con un rostro más animado.

—¡Ve a comprar mis vitaminas, comida, y tu insulina! —Le da quinientos dólares.

Leslie se siente mal al recibir el dinero, pero lo acepta sabiendo que no hay otra opción. Entonces deja a su amiga para ir a comprar las cosas.

Su condición física sigue pesando, pero saber que tiene el dinero en mano para solucionar un poco el problema, la alivia.

Camina hasta llegar a una tienda cercana, pero se siente rara, pensando que alguien la observa. Pero pronto saca ese pensamiento porque usualmente los hombres del barrio la acosan a ella y a Lila, pero no son peligrosos como para intentar hacerles daño.

Leslie logra comprar las cosas. Comida, las vitaminas para el embarazo de Lila, y el frasco de insulina que le da al menos unos quince días con dosis aseguradas.

Las bolsas pesan, y ella está débil, pero respira profundamente, pensando en que la vida da tantos giros, y tantos altibajos, que no sabe si podrá resistirlo todo.

—¿Necesitas ayuda con eso, cariño? —dice un hombre caminando hacia ella, de cabello oscuro, y manos dentro de sus bolsillos.

El hombre la observa con una mezcla de curiosidad y deseo, y Leslie siente un nudo en el estómago, preguntándose inmediatamente si acaso lo ha visto antes…

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