En la mañana del último día del año, todos regresan a sus hogares, excepto Kris que lleva a la pareja en su camioneta. En el transcurso, no paran de hablar de lo loco que ha sido todo; aún confundidos, solo esperan que todos paguen por sus actos, como incluso a ellos les ha tocado hacer.

Para cuando entran al apartamento, el pequeño James los ve a los tres y salta de alegría dejándose cargar y dar besos.

—Hola mi amor —masculla Leslie, abrazándolo con amor entre sus brazos—. Mamá, papá y el tío Kris ya están aquí…—Besa sus mejillas con felicidad, tan aliviada de volver a verlo—. Te amamos. No volveremos a irnos tanto tiempo. Nunca más.

—¡Síííí! —responde con una sonrisa infantil que los derrite.

—Gracias Valen —expresa Kris guiñándole el ojo.

—N-No es… nada —responde un poco nerviosa. Esos dos hombres allí son demasiada testosterona para ella—. Me alegra que estén bien... Estábamos muy preocupados. Incluso el hijo del señor Cobak vino temprano.

El estado de animo de Dorian cae un poco