Lucian habría suspirado de puro alivio cuando el primer grillete se soltó de su tobillo si la mujer que lo estaba liberando no lo hubiera hecho primero.
Las cosas sucedieron demasiado rápido, un segundo estaba tirado en mitad de su tumba volviendo con calma a la consciencia y de pronto la tierra comenzó a temblar y una de las paredes se derrumbó frente a sus ojos dejando entrar suaves destellos de luz y aire fresco que se perdían en la nube de polvo y escombros que caían del techo y las paredes.
Le había costado un esfuerzo sobrehumano abrir los ojos y llenar sus pulmones de aire limpio y fresco del exterior, por un momento creyó estar alucinando, su mente algunas veces jugaba en su contra, pero el dolor que sintió al tratar de moverse después de que algo chocó con su costado le confirmo que la escena frente a sus ojos era real.
Una delicada figura se movió entre la nube de polvo y Lucian tuvo que parpadear varias veces para enfocar su mirada en quien estaba frente a él. No le costo mucho darse cuenta de que era una mujer, tampoco paso por alto el miedo que se reflejaba en su mirada y por alguna razón desconocida quiso tranquilizarla, deseo ser capaz de tomarla entre sus brazos mientras acariciaba su espalda en un intento de hacerla sentir segura.
Apretó los ojos con frustración ante el mero pensamiento. Abrió la boca tratando de pedirle ayuda, pero su voz no llego a salir de su garganta. Entonces ella se acercó, tan cerca que podía oler su perfume y escuchar el latido acelerado de su corazón.
La mujer lo observo detenidamente, sopesando quizás las opciones que tenía. Si era inteligente, saldría de ahí corriendo. —Per… fa… vo…re… —moduló con gran dificultad.
Ante su ruego prácticamente silencioso, la mujer sacó algún artilugio de su bolso y en unos pocos segundos abrió uno de los grilletes produciendo un alivio indescriptible en Lucian que no podía más que observar embelesado a su salvadora. En medio de los vagos recuerdos que aún conservaba no era capaz de decir si alguna vez hubo alguien que haría lo que ella estaba haciendo por él sin siquiera conocerlo.
—Tenemos que salir de aquí. —Musitó ella una vez abrió el segundo grillete para luego tomar uno de los brazos de Lucian y pasarlo por sobre sus hombros, tirando de él con toda su fuerza. —Vamos, tendrás que ayudarme. —Lo animó con un tono autoritario que le resulto adorable. En su mundo, nadie nunca se atrevería a usar ese tono con él.
Lucian levanto la cabeza y asintió una sola vez pues si movía demasiado la cabeza el piso comenzaba a girar de forma vertiginosa, decidido, tomo una bocanada de aire e ignoró el dolor que se implantó en cada uno de sus músculos al impulsarse con las rodillas y ponerse de pie. En cuanto sus plantas tocaron de nuevo el suelo, tuvo que quedarse quieto unos segundos hasta que paso la sensación de mareo. Para su fortuna la mujer no se amedrento ni un poco por su altura o su peso, aunque claro, no era más que piel y huesos luego de haber estado en ese agujero por tanto tiempo.
—Debemos apresurarnos. —Insistió su salvadora.
Si solo fuera así de fácil, pero Lucian llevaba demasiado tiempo sin moverse, tanto que parecía haber olvidado como caminar. El recuerdo de quién lo puso ahí le dio la fuerza que necesitaba, apoyando casi todo su peso en la joven mujer, adelanto un pie dando un paso, repitió el proceso y continuó sin parar hasta que el polvo quedo detrás y una puerta de gruesa madera apareció frente a ellos.
—Debe ser la salida de emergencia. —Indicó ella.
Para Lucian; era la tan anhelada libertad.
— * —
Emma estuvo a punto de romperse todos los huesos del cuerpo debido al esfuerzo de llevar sobre sus hombros el peso de un hombre de casi dos metros de altura. A pesar de su obvia delgadez era pesado y sus pies apenas lo sostenían. La mitad de su rostro estaba cubierto por una larga y tupida barba de color oscuro, sin embargo, podía ver la pesada línea de sudor que recorría sus pómulos. Estaba luchando por su libertad y ella no iba a abandonarlo.
El recorrido del pasillo fue lento y doloroso. Y cuando alcanzaron la puerta trasera no dudo en empujar esta con un pie para no dejar de avanzar hasta que ambos estuvieron afuera. El frío aire nocturno los recibió con una suave brisa que les arranco un suspiro de alivio. Emma nunca se sintió tan feliz de salir de un lugar como en ese momento. Cruzaron el callejón que separaba la iglesia de los aposentos sacerdotales y finalmente alcanzaron la calle posterior al templo.
Emma rogo en silencio a todos los santos para que apareciera un taxi antes de que ambos se derrumbaran a mitad de la calle. Supo que sus ruegos habían sido escuchados cuando un auto les lanzo las luces altas directo a la cara. El hombre a su lado comenzó a retroceder como si el brillo de los faros le quemara en los ojos, temblaba de pies a cabeza y su mano sostenía la de Emma por la muñeca tratando de llevarla hacia la oscuridad del callejón que habían dejado atrás.
—Está bien. —Lo tranquilizo con voz suave. —Tengo que llevarte al hospital.
Los ojos verdes del hombre la miraron por debajo del largo y sucio cabello que caía por su frente y ella sonrío sin poder evitarlo. —N… no ho…hos…pi…tal.
Emma sintió un escalofrío recorrer su columna. ¿Había liberado a un criminal buscado por la policía? ¿Por eso no quería ir al hospital a pesar de su mal estado? O quizás, tenía miedo. Los criminales no son encerrados en las iglesias.
—No hospital. —Aceptó sin saber por qué. —Aún así debemos ir en taxi, el hotel está lejos. —Explicó hablando lento, el hombre le había hablado antes en italiano, pero estaba segura de que entendía también el español.
El asentimiento que recibió como respuesta confirmo sus sospechas. Era un hombre culto, al parecer.
El taxi se detuvo frente a ellos y Emma suspiro una vez más. Lograr meter al enorme hombre en el asiento trasero fue toda una proeza, igual que lo fue recordar las palabras correctas en italiano para darle las indicaciones al conductor.
—Buona notte, la Villa Imperiale per favore. —Balbuceó jadeando una vez que estuvo dentro del auto.
—Buona notte bella donna, il tuo amico ha ragione? —Preguntó el conductor mirando sobre su hombro con las cejas levantadas el bulto a su lado.
—É superato con la bevande, è tutto. —Respondió con la mejor y más convincente sonrisa.
El conductor asintió conforme con la respuesta, como si eso no fuera algo raro de ver, se giró hacia adelante y puso el auto en marcha. El hombre a su lado no se movió, no hizo sonido alguno, solo se quedó ahí, con las manos sobre sus muslos y la vista fija en el suelo del vehículo.
Cuando llegaron a la parte frontal de la Villa, Emma le indicó al conductor que se estacionara frente al jardín lateral del pequeño hotel en el que se hospedaban, pago por el servicio, bajo del coche rodeando este por detrás y abrió la otra puerta. Su acompañante la miro por debajo de las largas y oscuras pestañas que enmarcaban sus ojos y le ofreció lo que le pareció una media sonrisa. Emma de pronto se quedo sin aliento y le costo varios segundos recomponerse, ayudarlo a salir del auto y
atravesar el hermoso jardín lateral del hotel hasta la puerta de cristal corrediza que daba directo a su habitación. De nuevo, Emma rogo al cielo y todos los santos que a la persona de la limpieza no se le hubiera ocurrido ponerle el seguro. Tiro del marco de metal y el cristal se deslizo suavemente sin hacer ruido. Cruzaron el umbral y cerraron la puerta detrás de ellos, una vez dentro, a salvo, ambos suspiraron aliviados de haber terminado por fin con su odisea.
Roger recorrió por tercera vez el atrio de la iglesia buscando a Emma entre la multitud de turistas asustados. De nuevo; sin poder encontrarla. Saco el móvil del bolsillo trasero de su pantalón y reviso las notificaciones en la pantalla. No había mensajes, ni llamadas, ni correos de voz.No lo entendía, estaban los seis juntos cuando comenzó a temblar, y entonces todo se volvió un caos y fueron empujados hacia las puertas dobles de la entrada por la turba furiosa que se formó dentro del templo, una vez afuera pudo localizar fácilmente a sus otros cuatro amigos, pero Emma no aparecía por ningún lado.La había llamado y mandado mensajes a su celular, buscaron dentro de la iglesia y en las calles aledañas, preguntaron entre la gente que esperaba en el atrio para volver a entrar al templo. Nadie les dio razón de su amiga. Era como si hubiera desaparecido de la faz de la tierra.—¿Encontraste algo? —La pregunta de Anne tenía una notable preocupación implícita.—No, nada, ¿ustedes? —Sí buen
Estaba tan cerca de su cuerpo que incluso con los ojos cerrados sentía claramente el roce de su ropa en el brazo y su aliento cerca de su rostro. A pesar de su deplorable estado, Lucian tuvo que apretar las manos en puños cuando una ola de pura lujuria lo recorrió de pies a cabeza, avivando el hambre no solo en sus tripas.Pero no, no podía dejarse envolver por ella porque era una completa extraña, además extranjera, pero lo más importante, era inocente no pertenecía al mundo en el que él nació. E incluso si no existieran todos esos peros, tampoco la tomaría porque era una civil y él no iba a tener una compañera que no fuera parte de La Familia pues eso dictaban sus leyes.Una vez que la mujer enjabono sus brazos, hombros y espalda con minuciosidad exagerada, cambió de posición y le indico que elevara uno de sus brazos para lavar su costado. Su tacto le provocaba cosquillas en igual medida que lo excitaba, pero Lucian conservó las manos apretadas y el cuerpo tenso manteniendo a raya e
Emma despertó de mala gana cuando le fue imposible ignorar el molesto sonido de la alarma de su teléfono. Se removió en la cama hasta lograr apagar el dichoso aparato y refunfuño para sus adentros. Estaba cansada, dolorida y demasiado cálida y cómoda dentro de su cama como para pensar siquiera en la posibilidad de moverse.El suave sonido de las mantas moviéndose detrás de ella la hizo quedarse completamente quieta. Luego de un momento que su cerebro necesito para bombardearla con las imágenes de lo que pasó la noche anterior, Emma se giró sobre la cama para encontrarse de frente con el hombre al que había sacado de la iglesia la noche anterior.Así que no había sido un sueño. Realmente había cometido la peor estupidez de su vida. Porque no iba a engañarse más, el hombre que dormía a su lado seguramente era un criminal de lo peor, de otro modo, no se explicaba la saña con la cual lo castigaron. Pero entonces, ¿por qué no sentía miedo cerca de él? Ella era muy buena leyendo a las perso
De nuevo solo, Lucian se concentró en terminar la comida que Emma le había dejado sobre la mesa. Mientras se llevaba el croissant a la boca noto que sus manos temblaban ligeramente. Había escuchado claramente la conversación que Emma sostuvo al otro lado de la puerta con un tal Roger que tenía la confianza suficiente con ella como para hablarle en un tono de obvio reproche, cómo si ella le debiera algún tipo de explicación sobre sus acciones. ¿Cómo se atrevía a dirigirse de esa manera a su… bueno, a la mujer que le salvo la vida sacándolo del hueco inmundo en el que paso solo el infierno sabía cuánto tiempo? Por eso, por puro agradecimiento se sintió tentado a salir de la cama y cortarle la lengua y ambas manos al tal Roger por su atrevimiento. Estaba tan furioso que casi pasa por alto la clara incomodidad en ella cuando por fin entro en la habitación y sus miradas se encontraron. ¡Por el infierno estaba tan hermosa!, incluso con ese horrible pantalón negro y la blusa blanca que se l
Emma luchó por alejarse, pero Roger tenía los pulgares clavados en su tráquea con tanta fuerza que le estaba cortando la respiración, estaba segura de que iba a desmayarse por la falta de oxígeno, podía sentir como su cuerpo perdía fuerza y todo a su alrededor comenzaba a girar sin control. Y entonces las puertas de cristal se abrieron de forma violenta y el agarre en su cuello desapareció. Su cuerpo se tambaleó hacia atrás y luego cayó al suelo sobre las rodillas y las manos, tosiendo con fuerza. Boqueo buscando un poco de aire para sus pulmones, luego lo hizo de nuevo y una vez más antes de levantar la cabeza. La imagen con la que se encontró sin duda jamás se la hubiera imaginado. Lucian estaba ahí, tenía a Roger contra la pared presionando su garganta con una sola mano. Sus ojos verdes brillaban furiosos y todo su cuerpo, a pesar del daño obvio estaba preparado para luchar. Era increíblemente hermoso, y letal. —Vas a matarlo. —Logro articular antes de doblarse en un nuevo ataq
Durante el día había tenido tiempo más que suficiente para pensar, para planear su siguiente movimiento, pues sabía que en el momento que alguien supiera que estaba vivo, sus enemigos vendrían por él y por todo aquel que le ayudara, si es que quedaba alguien aún dispuesto a hacerlo.Como fuera, cualquier plan pensado para esa noche quedó desechado luego de lo que paso con Emma, pues no deseaba otra cosa que no fuera cuidar de ella. Sabía que se estaba involucrando demasiado, pensaba en ella cuando no estaba alrededor, y cuando la tenía cerca, deseaba tocarla, besarla, poseerla, protegerla y mantenerla segura entre sus brazos.Lucian no era tonto, su inteligencia era una de sus grandes virtudes. Por eso podía asegurar que todos esos sentimientos irracionales eran los de un hombre enamorado. Y bajo otras circunstancias estaría bailando de alegría, siempre fue un hombre familiar y deseaba formar su propia familia, pero no ahora. Para empezar, él no tenía nada que ofrecerle, ni siquiera p
Emma despertó cuando alguien comenzó a aporrear su puerta con toda la intención de echarla abajo. Lucian saltó de la cama dispuesto a matar a quien estuviera afuera, pero ella lo detuvo colocando una mano sobre su pecho y hablando suavemente. —Deben ser mis amigos. —Somnolienta, se frotó los ojos con la mano libre. —Iré a hablar con ellos, ¿de acuerdo?—No permitiré que te lastimen de nuevo. —Su voz era tan serena que le provoco escalofríos porque sabía que hablaba muy en serio.—No lo harán, —aseguró sonriendo agradecida por su preocupación. —Se deben estar preguntando quien es el apuesto hombre que tengo oculto en la habitación conmigo. —Bromeó tratando de aligerar el ambiente.Si pensaba que eso iba a hacer que se relajara, se equivocó miserablemente, los ojos verdes se entrecerraron hasta convertirse en dos finas líneas, todo el cuerpo de Lucian emitió ondas de calor, abrió la boca como si fuera a decir algo, luego la cerró, se encogió de hombros y se volvió a recostar en la cama.
Francesco Tommaso dejó la copa vacía sobre la barra del bar y le dirigió una última mirada al cuadro que se encontraba colgado en la pared, por encima del sillón ingles que había conservado por puro sentimentalismo. Los ojos verdes le devolvieron la mirada y como siempre le sucedía al ojear aquella fotografía, se le formó un nudo en la garganta.—¿Dónde estás mi buen amigo? —Le preguntó a la soledad que lo rodeaba.Tantos años buscando, conservando la esperanza de encontrarlo. ¿Para qué?, para volver a casa con las manos vacías una y otra vez. Estaba cansado, de la soledad, de la impotencia, de la maldita seguridad de que perdía el tiempo persiguiendo a un fantasma que desapareció tanto tiempo atrás.Pero no podía rendirse. Juro por su honor que siempre sería leal a un solo rey y por su amistad que nunca le fallaría. Bien, lo hizo. Le fallo cuando lo dejo ir solo, y eso no iba a perdonárselo jamás.Relleno su copa hasta la mitad de Buchanan’s y le dio vueltas al contenido observando c