—¿Por qué tengo que ir yo también? —Víctor frunció el ceño y cruzó los brazos sobre su pecho con notable molestia.—Deja de quejarte, no te hace daño aprender a defenderte. —Lucian a su lado terminaba de ponerse el equipo de entrenamiento.—Ya te lo expliqué. —Su padre se detuvo frente al menor y apoyó ambas manos en los hombros de su hijo, enfrentando su mirada. —Nuestra familia tiene muchos enemigos, y es deber tuyo y de tu hermano acabar con todos ellos, antes de que ellos terminen con nosotros. —Volvió a explicar pacientemente.—¡Qué estupidez! —Rezongó el menor.Carlo, que no era conocido por ser un hombre paciente, tomó al menor de sus hijos por el brazo y la nuca, y en un rápido movimiento lo hizo volar por encima de su cabeza, estampando el menudo cuerpo contra la alfombrilla del gimnasio, sin darle tiempo a reaccionar hizo un giro dejándolo de cara al suelo y presionó con la rodilla tanto el brazo del menor que aún sostenía por la muñeca, como su espalda.—Una estupidez que t
Víctor conocía demasiado bien a su hermano mayor. O por lo menos eso pensaba antes de haberlo traicionado e ir en busca de su hermana menor. El muy bastardo preparó todo un elaborado plan que solo incluía a un par de personas y a Helena, quienes desaparecieron sin dejar rastro alguno, llevándose con ellos su única oportunidad para conocer el paradero de los sellos reales.Durante años intentó sin éxito obtener esa información directamente de su hermano, pero el bastardo aguanto todo tipo de torturas sin decir una sola palabra. Pero Víctor sabía, conocía la debilidad de su hermano. La noche del temblor en Génova, la suerte le sonrió por primera vez en años. Por mera casualidad estaba cerca de la iglesia cuando Lucian era llevado fuera por una mujer a la que no había visto jamás en su vida. Una desafortunada coincidencia que la puso en la línea de tiro.Discretamente, los siguió hasta el hotel que estaba frente a la Villa Imperiale, justo el mismo en el que él se hospedaba, pues era épo
Emma despertó por el frío que hacía erizarse su piel. Se sentía aletargada, como si llevará meses sumida en un profundo sueño. Su primer pensamiento fue Matheo, ¿estaría bien? En su cabeza se reprodujo a cámara lenta lo que había pasado, la aparición de ese hombre, sus sospechas desde que lo vio, la forma en la que la acorraló, y sobre todo, la mirada carente de alma. Había visto esa clase de mirada muchas veces antes, y estaba segura de que si ese hombre llegaba a su hijo, no se detendría solo porque era un bebé.A pura fuerza de voluntad consiguió calmar el temblor que le producía el frío y de ese modo concentrarse en lo que debía hacer. Lentamente, elevó los parpados, pero no sirvió de nada, todo estaba a oscuras. Podía observar destellos de luz aquí y allá, pero eran más bien como delgadas grietas en la oscuridad. Pronto adivino que tenía una venda sobre los ojos. Su cuerpo estaba entumecido, tirado de costado sobre una superficie húmeda, dura y fría. Un suelo de cemento, quizás.
Pablo aprendió a sus escasos tres años que la vida era una perra maldita que una vez te mordía, no te soltaba hasta que estabas en el suelo. No sabía quiénes eran sus padres, desde que tenía uso de razón vivió entre orfanatos y hogares temporales, con gente que iba de mal a peor a medida que crecía. Pero en mitad de ese infierno, la vida también le regaló un par de milagros. El primero fue Roberto, Beto, para ellos, era apenas un niño de cinco años cuando lo conoció, grande para su edad, con las mejillas regordetas y la mirada llena de enojo. Pablo tenía casi siete entonces y era todo lo contrario, casi esquelético, pequeño, con lentes, cabello ondulado y pecas en las mejillas.Pablo acostumbraba a leer en voz alta, le resultaba más efectivo hacerlo de esa manera para entender lo que decían los libros, los otros niños lo molestaban por eso. Hasta que un buen día Beto se enfrentó a ellos y terminaron los dos siendo castigados por iniciar una pelea. A partir de ese día, Beto se sentaba
Lucian cambió el peso de un pie al otro, su mirada esmeralda fija en el monitor que les mostraba la imagen captada por las cámaras de seguridad que había en la casa vecina a la que sus padres usaban cada vez que debían asistir a una reunión con el consejo. La casa del rey, técnicamente. Sin embargo, ni a su padre, ni a él les gustaba la ostentosa propiedad, por lo que se convirtió en el lugar que visitaban solo cuando era necesario.—¿Tenemos confirmación visual del Víctor? —Cuestionó al hacker que le había ayudado a entrar al sistema.—Aún no. —El hombre tecleo alguna especie de código y le señalo otro de los monitores de los cinco que tenía sobre la mesa. —Pero recuperé parte de la memoria y encontré esto.Lucian se quedó mortalmente quieto al enfrentarse con la imagen. En la pantalla aparecía Emma, estaba inconsciente mientras un hombre la llevaba dentro de la casa, tenía las manos atadas en la espalda y restos de sangre en la nuca. El corazón se le apretó dentro del pecho al saber
De vuelta en la casa que ocupaban él y su equipo, Lucian conectó la usb a su computadora portátil y esperó a que la información que contenía apareciera en la pantalla. Había solo una carpeta con su nombre, en su interior, un documento y dos videos. El rey presionó doble clic sobre el primer video y este no tardó en comenzar a reproducirse.La imagen fue tomada en la mansión de sus abuelos por una de las cámaras de seguridad, en esta se podía ver a sus padres hablando en un susurro, muy cerca el uno del otro. El audio no era muy bueno, sin embargo, pudo entender claramente que su madre decía, “nadie debe saber que él no es tu hijo”. Pero eso no probaba nada, podían estarse refiriendo a Víctor.El segundo video se reprodujo de forma automática y en la pantalla apareció su padre. Estaba atado a una silla, había sido torturado. El estomago de Lucian se revolvió al verlo en ese estado.—¿Por qué lo nombraste tu heredero? Ni siquiera es tu hijo. —Víctor estaba ahí también, de pie frente a s
Patrick Belle nació en época de guerra, quizás a eso se debía su carencia de empatía o humanidad. Como segundo hijo de sus padres, creció con cierta cantidad de libertad que le permitió llevar una vida casi normal. Nunca se interesó por los negocios de su padre, ni mucho menos por su falsa persecución de la justicia.Lo único que su padre y él compartían, era su gusto por las mujeres jóvenes, entre más jóvenes, mejor. Esa afinidad entre ellos la descubrió cuando tenía veintiséis años y su padre Jacques lo invito al club de uno de sus asociados. El hombre tenía preparado para él una amplia variedad de jovencitas, si eran puras su padre pagaba más por ellas. Esa misma noche conoció a los enemigos de los que tanto hablaba el viejo. La noche iba bien, todo era diversión hasta que un grupo de mercenarios entró por la puerta buscando a su padre.Los dos lograron escapar, pero el club fue destruido hasta los cimientos. Lo cual no era un problema pues como ese lugar, su padre y su organizació
Norte de Italia, Otoño 2015. Lucian pasó de largo los muelles y tomó la calle principal con rumbo a la plaza mayor, rodeó un par de viejos edificios de piedra y recorrió el estrecho callejón cuidándose de no ser visto por nadie. Se atajó bajo las sombras que producía la oscura noche, apoyó la espalda contra la pared lateral del Palacio San Giorgio y encendió un cigarrillo iluminando apenas su rostro con la flama del mechero. Había estado siguiendo el rastro de dos miembros de la “Società dei giusti” a los que conoció por casualidad tres días antes en un bar de mala muerte en Venecia. Ahora estaban en Génova y Lucian sentía en los huesos que ahí era donde se encontraba su principal base de operaciones. “Le cortas una mano a la bestia y te sigue persiguiendo, le cortas la cabeza y muere para siempre”. Eran las palabras de su padre siempre que salían juntos a cazar “justicieros” como él los llamaba. Su progenitor no tuvo tanta suerte; murió antes de lograr su cometido, pero él iba a te