358. SÚBEME LA PENSIÓN

KATHERINE

Corrimos primero hasta donde Elliot había dejado parte de su ropa, necesitaba cambiarse.

—Maldit0s mosquitos —comenzó a rascarse por todos lados, su piel brillante del sudor y el agua que se escurría de su cabello.

Pero ahora también estaba lleno de arañazos de las ramas y picaduras de bichos.

Se agachó a ponerse el pantalón, así, dándome la espalda sin ningún pudor, con esas duras nalgas apuntándome.

No pude evitarlo, toda esta loca situación parecía haberme zafado un tornillo.

Me acerqué y, antes de que pudiese pensar en lo que hacía, le di una buena palmada en el culo e incluso tuve el descaro de manosearlo un poco.

Luego me quedé congelada, retirando la mano de forma antinatural.

O sea, ¿qué tanta confianza tenía con Elliot para comportarme así?

—Tenías, tenías un mosquito, solo quise ayudarte —le dije esquivando su mirada interrogante al girarse, con el pantalón aún por las rodillas y dándole jalones hacia arriba.

—Ajá, un mosquito, claro —me dijo, y el tono burlón era
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