362. LOS SECRETOS QUE NOS UNEN

KATHERINE

Comencé a moverme hacia atrás, a empalarme a mí misma en ese enorme falo, torciendo mi cintura, persiguiendo mi orgasmo que no tardaría en llegar.

—Córrete para mí, nena, aagggr… Vamos, Katherine, córrete para tu macho, mi verdadera esposa, solo mía, aah sí, sí, joder, qué delicia…

—¡Aahhhh! —gemí alto, fragmentándome en miles de pedazos al escucharlo llamar mi nombre, a mí, no a mi hermana, no a Rossella.

Él me hacía el amor a mí, y lo sabía muy bien. Todas sus palabras calientes, sus acciones apasionadas eran solo para mí.

Antes siquiera de poder recuperar el aliento, sintiendo cómo me derramaba sobre su polla, Elliot se incorporó, de rodillas, detrás de mi trasero.

Algo afilado y duro se clavó en mis caderas, sacándome gritos de dolor y gozo. Me embistió como un animal salvaje.

La cama se movía violentamente, los sonidos metálicos de las joyas tintineaban, se resbalaban y caían hasta el suelo.

Mi coño abierto, solo recibía y recibía tanto placer, las nalgas rebotaban con
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