NARRADORAHORAS ANTES EN LAS TIERRAS DEL DUQUE THESIO…—Aldo, Gordon y yo vamos a entrar para hablar con el capataz. Lo entretendremos el mayor tiempo posible, es su oportunidad, no la desaprovechen.Uno de los hombres enviados por Elliot murmuraba al lado del fortachón jornalero.Alrededor de una fogata, comían pan fresco y una taza de chocolate humeante.Todo lo mejor siempre para sobornarlos y que traicionaran el bando del Duque de Everhart.—Bien, Tomas y yo cargaremos las cajas que dejamos más separadas y las llevaremos al sitio acordado. No demoren, se darán cuenta enseguida de que faltamos —Aldo le respondió, dando un bocado al pan.Sus ojos astutos no dejaban de escanear a los otros jornaleros de los alrededores, igual charlando y comiendo antes de seguir desmontando la mercancía.Hoy era el día. Le habían dado la oportunidad de acceder a las tierras de Thesio, estaban en su lado del río.El objetivo era robar sus cajas aquí, porque una vez que cruzaban el río, ya luego eran rá
NARRADORAÁlvaro corrió por el bosque, en zigzag, usando los altos árboles como obstáculos.Escuchaba el sonido de los relinchos, de las hojas siendo aplastadas bajo el peso de los animales que lo perseguían como un zorro escapando por la maleza.El río no estaba muy lejos; quizás tenía la oportunidad de lanzarse en las profundidades y nadar, a pesar del peligro.Ya lo olía y casi lo veía.El chasquido en el aire lo hizo tensarse.Al salir a un sitio más despejado, los caballos tuvieron ventajas sobre las dos piernas de un elemental.—¡Aaaggrr! —gruñó cuando algo se enredó en sus botas y le dio un jalón bestial hacia atrás.Su cuerpo cayó hacia delante, impactando en la tierra y la hierba.Intentó protegerse la cara de los golpes y de la fricción del arrastre.El empuje y la fuerza del caballo lo dominaron.No importaba cuánto luchó o forcejeó por liberarse del látigo que enredaba sus botas; el jinete lo mantenía prisionero.—¡Aprésenlo y, si se resiste, denle su merecido a ese maldit0
NARRADORAAldo cargó como un saco de patatas a Gordon sobre su espalda y Tomas la otra caja.Ahora más que nunca debían investigar qué eran exactamente esa hechicería peligrosa.Corrieron sin cesar, comunicándose todo el tiempo en sus mentes.No importaba qué, los iban a capturar si seguían así.—¡Déjenme atrás, joder, déjenme, váyanse ustedes, los van a tomar prisioneros también! ¡Avisen al Ducado!—¡Cállate, maldición! —Tomas le gritó a Gordon.Bajó la caja y la colocó en la orilla del río.Esta zona era muy profunda y las corrientes poderosas podían arrastrar la caja y al herido, pero no se atrevían a arrojarse aquí para nadar a pecho limpio.—Súbete encima, ¡de prisa! Intenta llegar al otro lado y buscar ayuda, ¡ve! —Aldo lo bajó de su espalda. El hombre apenas podía sostenerse en pie, pero perseveró.—No, no, vámonos todos, ¡espera!… —Gordon protestó al ver sus intenciones.Aldo y Tomas no podían seguir perdiendo tiempo en explicaciones.—Nosotros podemos cuidarnos, la caja no agu
NARRADORAEstaban atrapados.Habían logrado colarse en la gruta, pero era solo otro hueco sin salida.“Aldo, estar aquí es peor”“Espera, sshhh, no hagas mucho ruido, esperemos, Tomás. Nos costó trabajo encontrar este escondrijo; quizás a ellos igual” Aldo le dijo a su intranquilo amigo.“Pero los perros…”Nada más había hecho mentarlos y los oídos agudos de los lobos captaron los sonidos de arañazos sobre la roca.“Quédate tranquilo” Aldo le ordenó, acercándose a la tenue luz que emanaba de la estrecha entrada.Sus ojos de depredador miraban con atención hacia el exterior, brillando peligrosamente.Los perros habían dado con su olor; sin embargo, la enorme roca se había interpuesto en su camino.No eran tan grandes y ágiles como esos lobos gigantescos.—Ggggrrr —el lobo de Aldo les lanzó una amenaza baja.Pasa por aquí y te destrozaré entre mis fauces.Por muy valientes que fueran esos canes, enseguida interceptaron el gruñido de la bestia escondida en las profundidades y su instinto
NARRADORA—Señorita, no debería estar aquí, ¿qué…?—Márchate y déjame sola con el prisionero —Alexia le dijo con prepotencia.—Pero, el general…—¡Que salgas, te estoy ordenando! Es obvio que no has logrado sacarle nada, probaré suerte —lo interrumpió, exasperada.A pesar de que no estaba muy convencido, el capataz se marchó, arrojando el atizador a las brasas y dándole una mirada mortal a Álvaro.Abrió la cortina de la carpa y salió al exterior.Le chocaba recibir órdenes de esa mujercita, pero ni modo; un coño y dos tetas jalaban más que una carreta, y ella tenía encandilado al general Arthur.—Querida, qué sorpresa que me vinieses a visitar —Álvaro intentó darle una sonrisa media torcida.—Déjate de idioteces, Álvaro, estás acabado. No creas que Arthur es tan benevolente, pero si hablas, hay una oportunidad. Ayúdame y yo hablaré por ti, únete a este bando…—Así que por ese pendejo fue que me dejaste —comenzó a reírse ronco.El ardor en su garganta era insoportable, sus pulmones des
NARRADORAKatherine miraba preocupada el paisaje que pasaba con prisas.No durmió más, luego de que Elliot se marchara. Se pasó ese tiempo pensando en su encuentro anterior.El Duque la había descubierto por completo. Debió imaginarlo, si como actriz se moriría de hambre.Era demasiado temperamental y se dejaba llevar por sus emociones.Su mayor ventaja fue que las personas realmente no se fijaban mucho en Rossella, siempre estaba recluida en el castillo, el Duque no la presentó a la alta sociedad.Aun así, Elliot sí la desenmascaró. Sin embargo, él era igual de raro que ella.—Un hombre lobo… —murmuró llevándose la mano a la boca, con el ceño fruncido.Las evidencias estaban ahí: esos gruñidos salvajes, el cambio que había visto muchas veces en sus pupilas, los vagos recuerdos de cuando fue apuñalada, que incluían el sabor a su poderosa sangre.¿Sería por eso que se curó tan deprisa?También su manera de bestia sexy al hacerle el amor y esa cosota que se quedó atascada en su vagina d
NARRADORATomas comenzó a ladrar en su mente; Aldo no pudo contradecirlo.Los habían descubierto.“Prepárate para salir detrás de mí a luchar. No podemos dejar que nos encierren aquí o estamos acabados”.Le indicó comenzando a gatear hacia la salida. Sospechaba de las intenciones de sus asediadores.—¡Traigan la leña, de prisa, viertan el líquido acelerante! —el hombre ya podía saborear su victoria.A la luz del día y con la ayuda de los perros y las huellas descubrieron que detrás de esa barrera natural había una estrecha entrada.Solo se temía que tuviese otra salida, pero tampoco nadie se arriesgaría a comprobarlo; la mejor opción era prender fuego y ver si las ratas salían.—Apílala bien —los hombres se movían cargando los fajos de hierba seca y ramitas del bosque.El adjunto avanzó montado en su corcel, todo heroico, antorcha en mano y el fuego rugiendo en su corazón.Si lograba erradicar a sobrenaturales, podía pedir incluso la recompensa que ofrecía el palacio.El Regente lo as
NARRADORASu pierna se fracturó de una vez, haciéndose astillas los huesos, cuando un poderoso tronco le cortó el paso.Apareció como de la nada, esgrimido por las rudas manos de un hombre apostado detrás de un árbol.Nicolais cayó estrepitosamente rodando por el suelo, enseguida girándose para enfrentarlos.—¡Por favor! —sollozó, arrastrándose sobre la tierra húmeda, el dolor vibrando en cada palabra—. ¡No diré nada, déjenme ir! ¡Tengo familia, tengo hijos y esposa!Vio aparecer en su visión a los dos hombres desnudos.Lo estaban esperando; nunca tuvo una oportunidad real de escapar.—Lo lamento, pero yo también tengo familia —Aldo le respondió antes de abalanzarse sobre el soldado y desgarrarle la garganta con las afiladas uñas.Su grito de muerte se perdió en la inmensidad del bosque.—Aldo, viene Elliot —Tomas le avisó girándose para esperar al pelinegro que avanzaba raudo por los matorrales del bosque profundo.—¿Están bien? —Elliot dio un suspiro de alivio al encontrarlos a salv