NARRADORAEstaban atrapados.Habían logrado colarse en la gruta, pero era solo otro hueco sin salida.“Aldo, estar aquí es peor”“Espera, sshhh, no hagas mucho ruido, esperemos, Tomás. Nos costó trabajo encontrar este escondrijo; quizás a ellos igual” Aldo le dijo a su intranquilo amigo.“Pero los perros…”Nada más había hecho mentarlos y los oídos agudos de los lobos captaron los sonidos de arañazos sobre la roca.“Quédate tranquilo” Aldo le ordenó, acercándose a la tenue luz que emanaba de la estrecha entrada.Sus ojos de depredador miraban con atención hacia el exterior, brillando peligrosamente.Los perros habían dado con su olor; sin embargo, la enorme roca se había interpuesto en su camino.No eran tan grandes y ágiles como esos lobos gigantescos.—Ggggrrr —el lobo de Aldo les lanzó una amenaza baja.Pasa por aquí y te destrozaré entre mis fauces.Por muy valientes que fueran esos canes, enseguida interceptaron el gruñido de la bestia escondida en las profundidades y su instinto
NARRADORA—Señorita, no debería estar aquí, ¿qué…?—Márchate y déjame sola con el prisionero —Alexia le dijo con prepotencia.—Pero, el general…—¡Que salgas, te estoy ordenando! Es obvio que no has logrado sacarle nada, probaré suerte —lo interrumpió, exasperada.A pesar de que no estaba muy convencido, el capataz se marchó, arrojando el atizador a las brasas y dándole una mirada mortal a Álvaro.Abrió la cortina de la carpa y salió al exterior.Le chocaba recibir órdenes de esa mujercita, pero ni modo; un coño y dos tetas jalaban más que una carreta, y ella tenía encandilado al general Arthur.—Querida, qué sorpresa que me vinieses a visitar —Álvaro intentó darle una sonrisa media torcida.—Déjate de idioteces, Álvaro, estás acabado. No creas que Arthur es tan benevolente, pero si hablas, hay una oportunidad. Ayúdame y yo hablaré por ti, únete a este bando…—Así que por ese pendejo fue que me dejaste —comenzó a reírse ronco.El ardor en su garganta era insoportable, sus pulmones des
NARRADORAKatherine miraba preocupada el paisaje que pasaba con prisas.No durmió más, luego de que Elliot se marchara. Se pasó ese tiempo pensando en su encuentro anterior.El Duque la había descubierto por completo. Debió imaginarlo, si como actriz se moriría de hambre.Era demasiado temperamental y se dejaba llevar por sus emociones.Su mayor ventaja fue que las personas realmente no se fijaban mucho en Rossella, siempre estaba recluida en el castillo, el Duque no la presentó a la alta sociedad.Aun así, Elliot sí la desenmascaró. Sin embargo, él era igual de raro que ella.—Un hombre lobo… —murmuró llevándose la mano a la boca, con el ceño fruncido.Las evidencias estaban ahí: esos gruñidos salvajes, el cambio que había visto muchas veces en sus pupilas, los vagos recuerdos de cuando fue apuñalada, que incluían el sabor a su poderosa sangre.¿Sería por eso que se curó tan deprisa?También su manera de bestia sexy al hacerle el amor y esa cosota que se quedó atascada en su vagina d
NARRADORATomas comenzó a ladrar en su mente; Aldo no pudo contradecirlo.Los habían descubierto.“Prepárate para salir detrás de mí a luchar. No podemos dejar que nos encierren aquí o estamos acabados”.Le indicó comenzando a gatear hacia la salida. Sospechaba de las intenciones de sus asediadores.—¡Traigan la leña, de prisa, viertan el líquido acelerante! —el hombre ya podía saborear su victoria.A la luz del día y con la ayuda de los perros y las huellas descubrieron que detrás de esa barrera natural había una estrecha entrada.Solo se temía que tuviese otra salida, pero tampoco nadie se arriesgaría a comprobarlo; la mejor opción era prender fuego y ver si las ratas salían.—Apílala bien —los hombres se movían cargando los fajos de hierba seca y ramitas del bosque.El adjunto avanzó montado en su corcel, todo heroico, antorcha en mano y el fuego rugiendo en su corazón.Si lograba erradicar a sobrenaturales, podía pedir incluso la recompensa que ofrecía el palacio.El Regente lo as
NARRADORASu pierna se fracturó de una vez, haciéndose astillas los huesos, cuando un poderoso tronco le cortó el paso.Apareció como de la nada, esgrimido por las rudas manos de un hombre apostado detrás de un árbol.Nicolais cayó estrepitosamente rodando por el suelo, enseguida girándose para enfrentarlos.—¡Por favor! —sollozó, arrastrándose sobre la tierra húmeda, el dolor vibrando en cada palabra—. ¡No diré nada, déjenme ir! ¡Tengo familia, tengo hijos y esposa!Vio aparecer en su visión a los dos hombres desnudos.Lo estaban esperando; nunca tuvo una oportunidad real de escapar.—Lo lamento, pero yo también tengo familia —Aldo le respondió antes de abalanzarse sobre el soldado y desgarrarle la garganta con las afiladas uñas.Su grito de muerte se perdió en la inmensidad del bosque.—Aldo, viene Elliot —Tomas le avisó girándose para esperar al pelinegro que avanzaba raudo por los matorrales del bosque profundo.—¿Están bien? —Elliot dio un suspiro de alivio al encontrarlos a salv
KATHERINE—… ¡Es inocente! ¡Tiene que creerme, necesito ver al Duque, se lo suplico! ¡El carruaje ducal! ¡¡¡Eminencia, por favor, escúcheme!!!—¡Alto, mujer loca! ¡No te atrevas a acercarte a su señoría!La algarabía llegó hasta mis oídos: los llantos y gritos enardecidos de una mujer.Abrí la puerta y me asomé.La vi a unos metros de mí, una muchacha joven, siendo reprimida por dos guardias, maniatada contra el suelo polvoriento.—¡Deténganse! —les grité, agarrando mi vestido y bajando la escalerilla casi de un salto.Avancé con ira. No importaban las circunstancias; no deberían tratar así a una mujer.—¡Su señoría, ella es la hija del traidor mayordomo! —me dijo uno de los guardias que la intentaba sostener.—¡Mi padre es inocente, excelencia, se lo suplico! ¡Solo unos minutos de su tiempo pueden salvar a un hombre inocente! —forcejeó, liberándose de las manos de los guardias.De rodillas, se agarró a los bajos de mi vestido. Me partía el alma ver la desesperación en sus ojos.—Solo
NARRADORA—¡Francis! — el ama de llaves exclamó, dejando a medio hablar al jardinero.El joven desmontó de un salto, con el rostro desencajado y el cabello desordenado por el viento.—Ven conmigo —le dijo, casi en un susurro, mientras lo tomaba del brazo y lo arrastraba hacia el interior del castillo.Una vez en su habitación del primer piso, cerró la puerta de golpe y pasó el pestillo.—Habla, Francis. ¿Qué ha pasado?Su hijo comenzó a caminar en círculos, su mano deslizándose repetidamente por el cabello, con nerviosismo palpable.—El Duque sabe que le roban en las fronteras sur. Descubrió la fuga de mercancías y… y… creo que también sabe lo de las plagas. No sé cuánto detalle tiene, pero algo descubrió.—¿Cómo se enteró? ¡Sé más concreto! —le espetó ella, sujetándolo de los hombros para detener su frenética marcha.—¡No lo sé bien, joder! —Francis le apartó las manos con un manotazo—. Todo pasó tan rápido.—¡Habla bajo! —le recriminó, acercándose más—. Francis, concéntrate. ¡Detall
NARRADORADesde que Freya entró en la habitación del ama de llaves, se arrepintió un poco, pero ya estaba allí.—Siéntese, siéntese aquí —la Sra. Prescott la invitó cortésmente a tomar asiento en el sillón pegado a la chimenea, pero casualmente de espaldas al baño.—Dígame, ¿en qué puedo ayudarla? —se quedó de pie frente a la anciana, apretando una mano contra la otra para disimular sus temblores.—Bueno, usted entregó el libro de contabilidad y la Duquesa me indicó que lo revisara…—¿Usted? ¿Pero si es una nana, qué iba a saber de contabilidad? Digo… —el ama de llaves se dio cuenta de su grosería.Ahora que la veía con el libraco en las viejas manos, recordó otro pequeño detalle importante que también la incriminaba.—Sí, soy nana, pero también fui administradora de un hogar por décadas, no tan grande como este castillo, pero hay cosas básicas muy obvias —el tono de Freya fue adquiriendo dureza.Esta era la razón por la que debió esperar a Katherine, pero es que estaba insultada de c