KATHERINE Sus jadeos y gruñidos contra mi cuello, nuestros cabellos mojados pegados a la piel.Quiero enojarme. Recuerda lo malo Katherine. Recuerda.—Mmmm —gemí cuando me chupó con lascivia el cuello, sus caninos demasiado afilados me raspaban deliciosamente cerca de mi pulso frenético.Su otra mano subió a apretarme y manosearme un seno, intentando meterse dentro de mi escote.La otra bajó a levantarme las capas del vestido.No pude aguantar más.Por voluntad propia comencé a masturbarle la dura polla, a gemir mientras era toqueteada.Mis uñas se aferraban a los músculos tensos de su espalda, contraídos en sus embistes sensuales buscando placer.—Espera, ¡maldit4 sea!, ¡cuántas capas! —se impacientó levantándome a tirones el vestido.No podía creer que lo fuéramos a hacer aquí, en este cuartito a oscuras, con el agua cayendo y perdiéndose en la cañería rústica del suelo de concreto crudo.—Aaahh —gemí al sentir sus dedos acariciando lascivamente mi coño por encima de la braga.—Ss
BRENDAEstaba furiosa y herida por el desplante de Elliot frente a todos.Pensé que en realidad me abandonaba por una nueva amante.Ese cuento de que deseaba estar con su esposa no me lo tragué; sin embargo, aquí estaba, usándola de nuevo como excusa frente a todos.Lo vi marcharse apresurado y enseguida tuve al idiota de Thesio detrás de mi trasero.¡Qué hombre más pedante e intenso!Me trajo cajas de regalos, la verdad es que el resplandor de las joyas me encandiló por un segundo.Thesio no era un hombre feo; todavía se mantenía muy bien: viudo, sin hijos y dispuesto a darme el lugar de su duquesa que muchas ansiaban.Pero al ver su rostro ya rayando los 45 años y saber que este simple elemental sería un vejestorio y yo, en mi plena juventud como ser sobrenatural, me disuadía bastante y aclaraba la mente.Eso sin contar que no confiaba en él para revelarme como una mujer loba.Casi me tenía acorralada contra el diván de la biblioteca, manoseándome por todos lados con palabras lasciva
BRENDALo escuchaba tragando, el chapoteo de su saliva que incluso el agua no disimulaba.Bajó una mano y comenzó a masturbarse la polla.Estaba de espaldas a mí, pero era muy evidente todo lo que hacía.Él no fingía, su deseo por esa mujer salía a raudales de cada poro de su cuerpo.Era como si yo no estuviese aquí, como si no existiera.Las lágrimas comenzaron a picar en la esquina de mis ojos.Nunca me había sentido tan hundida; era obvio que él la había preferido a ella.A una débil elemental que nunca podría darle lo que yo podía: una mujer de su raza que le guardaba su secreto, que satisfacía su parte animal.No aguanté más y me fui corriendo por el bosque.La desilusión y los celos hirieron mi alma.¡Que se jodiera!, a ver qué hacía cuando Thesio hundiera sus planes.Yo no le diría nada. Él hizo su elección, y yo la mía.*****KATHERINEGemí alto al sentir el cosquilleo en mi vientre, mis músculos vaginales contrayéndose, liberando mi miel para ser chupada por los labios y la le
KATHERINE Corrimos primero hasta donde Elliot había dejado parte de su ropa, necesitaba cambiarse.—Maldit0s mosquitos —comenzó a rascarse por todos lados, su piel brillante del sudor y el agua que se escurría de su cabello.Pero ahora también estaba lleno de arañazos de las ramas y picaduras de bichos.Se agachó a ponerse el pantalón, así, dándome la espalda sin ningún pudor, con esas duras nalgas apuntándome.No pude evitarlo, toda esta loca situación parecía haberme zafado un tornillo.Me acerqué y, antes de que pudiese pensar en lo que hacía, le di una buena palmada en el culo e incluso tuve el descaro de manosearlo un poco.Luego me quedé congelada, retirando la mano de forma antinatural.O sea, ¿qué tanta confianza tenía con Elliot para comportarme así?—Tenías, tenías un mosquito, solo quise ayudarte —le dije esquivando su mirada interrogante al girarse, con el pantalón aún por las rodillas y dándole jalones hacia arriba.—Ajá, un mosquito, claro —me dijo, y el tono burlón era
KATHERINESu mano subió y acarició mis labios entreabiertos, delimitando el borde, sin dejar de devorarme con la mirada cargada de promesas y deseos.—¿Cuáles, cuáles módicos servicios en tu alcoba?, ¿quieres que limpie? —le pregunté haciéndome la tonta.Recordando los últimos servicios íntimos, que ni me había pagado por ellos.— Pft, creo que sabes muy bien lo que quiero de ti. Te he dado placer esta noche y me has dejado con las ganas varias veces —se inclinó para susurrarme seductor.—. No creo que tengas problemas para ganarte esos cheques, mi Duquesa.Y con esa propuesta indecente, agarró mi mano y nos condujo por el bosque hacia la mansión.Lo seguí en silencio, mi cabeza a punto de echar humo pensando en todas las indirectas y a dónde llevaban.Ambos estábamos hechos un desastre, al salir a los terrenos del jardín, las personas que se nos cruzaban nos daban miradas raras, pero Elliot no se detuvo a ofrecerles ninguna explicación.Se había apaciguado el sonido de la música en el
KATHERINEAl abrirla, por suerte resultó que era una doncella para prepararme la tina.—Adelante —la mandé a pasar y me sumergí de nuevo en mis preparativos.—Su señoría, puedo arreglarle la ropa —se acercó enseguida con actitud sumisa.Apostaba lo que fuera que este arreglo tan “esmerado” era el cambio de actitud de los anfitriones.—No es necesario, solo prepárame bien el baño. ¿Hay alguna esencia?—Sí, sí, de rosa, pomelo, también de lavanda. Si desea otra…—De lavanda está bien —le pedí así al azar.Me senté frente al espejo y comencé a desenredarme el amasijo de cabello todo húmedo. Vaya pintas que llevaba.—Está listo - salió y me avisó después un tiempo.—Puedes marcharte —le dije mirándola por el reflejo.—Si lo desea, puedo hacerle un masaje, o traerle alguna vela aromática, o…—No necesito nada más, gracias. Puedes marcharte —le repetí, sin ser grosera, pero con firmeza.Bajó la cabeza diciendo que sí y se marchó cerrando la puerta.De verdad lo sentía por ella, si supiera qu
KATHERINE—Sshh, no puede ser… mmm, vas a enloquecerme, mujer descarada… —lo escuché gemir ronco cuando levantó el borde del camisón, dejando al descubierto mis posaderas y, de paso, mi intimidad.Completamente desnuda, sin bragas, solo tenía que abrir las piernas para que ese mástil me penetrara por completo.“Mmmm”, pegué los labios con fuerza para no soltar soniditos de ramera, mientras Elliot me amasaba los muslos y las nalgas con esas grandes manos.Siseaba excitado y las abría para sondear con sus dedos en mi hendidura mojada.Todo esto era tan erótico, me encantaba tenerlo babeando por mí.—Aah…—Abre más las piernas y eleva el trasero —me ordenó implacable, con una voz llena de dominación, como una bestia desesperada.—¿Y si no quiero? —¡PAF! —¡Ah!Gemí cachonda al palmearme el culo como castigo, encendida en llamas por sus provocaciones, las yemas recorriendo el perineo, buscando mi vulva.—No juegues más conmigo, Duquesa. Créeme que estoy en mi límite. ¡Abre las piernas para
KATHERINEComencé a moverme hacia atrás, a empalarme a mí misma en ese enorme falo, torciendo mi cintura, persiguiendo mi orgasmo que no tardaría en llegar.—Córrete para mí, nena, aagggr… Vamos, Katherine, córrete para tu macho, mi verdadera esposa, solo mía, aah sí, sí, joder, qué delicia…—¡Aahhhh! —gemí alto, fragmentándome en miles de pedazos al escucharlo llamar mi nombre, a mí, no a mi hermana, no a Rossella.Él me hacía el amor a mí, y lo sabía muy bien. Todas sus palabras calientes, sus acciones apasionadas eran solo para mí.Antes siquiera de poder recuperar el aliento, sintiendo cómo me derramaba sobre su polla, Elliot se incorporó, de rodillas, detrás de mi trasero.Algo afilado y duro se clavó en mis caderas, sacándome gritos de dolor y gozo. Me embistió como un animal salvaje.La cama se movía violentamente, los sonidos metálicos de las joyas tintineaban, se resbalaban y caían hasta el suelo.Mi coño abierto, solo recibía y recibía tanto placer, las nalgas rebotaban con f