239. SABEMOS TU SECRETO

NARRADORA

Lo abrazó contra ella, de rodillas a su lado, besando su rostro desesperadamente, sin importarle sus heridas o fealdad.

—Mi señora… no llores, por favor, no llore… — el sabor salado rodaba por sus labios cuarteados, el latir de ese corazón contra su pecho le daba fortalezas y sus labios, una calidez infinita.

Aun así, Silas miraba receloso a la Selenia cerca de ellos.

No confiaba, su señora debió escapar, temía por su vida.

Quería volver a esforzarse, no podía dejarla desamparada.

—Si intentas de nuevo atacarme, tu cuerpo elemental no lo resistirá —Renata le advirtió, descubriendo sus intenciones.

—Silas, no, mírame, no, no, mírame a mí, a mí —Sigrid lo tomó por las mejillas con miedo de hacerle daño.

Renata había eliminado el veneno de sus venas y las heridas fatales, pero igual aún necesitaba cuidados.

—Confía en mí, yo lo voy a solucionar, ¿sí? Confía en mí, por favor —Sigrid se inclinó para susurrarle a su rostro destrozado, más que miedo o repulsión le daba tanto dolor
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