SIGRID Fui levantada repentinamente, me agarré de su cuello, mis pies suspendidos en el aire. Caminaba hacia la cama donde me dejó con suavidad. —Gracias, ¿estás bien? —por un segundo perdí todo el norte de mi actuación y solo fui yo misma, al menos una vez. —Sí, mi señora, gracias a su sanación estoy mucho mejor, ¿le duele? — su rostro cerca del mío, mi piel afiebrada volvía a arder, el deseo revolviéndose en mi vientre y nublando mis sentidos. —Estoy bien, Silas, solo fue algo extraño, después quiero hacerte algunas preguntas —le dije con la lengua algo torpe, los párpados parecían pesarme toneladas.Reposaba en la cama, pero estaba toda pegajosa; mi incomodidad era evidente. Él se separó y escuché sus pasos, quizás se marchaba, no sé, solo pensaba en dormir y en tener muchos orgasmos… Cerré mis ojos sin poderlo evitar, la energía de Electra estaba agotada, herida, debía descansar para reponerla. Desgraciada bruja haciéndose la fuerte y es una debilucha. Pasos de nuevo lleg
SILASMis dedos se hundieron en la hendidura mojada por encima de la suave tela de su braga.Estimulé su vulva arriba y abajo, apretando más en ese punto sensible que la debería enloquecer. Estaba empapada, deseosa. —Sshh, aahhh —arqueó su espalda sumida en sus deseos, sus puños se cerraban agarrando la sábana, mi cuerpo entero prácticamente encima del suyo sobre la cama. Mi mano apartó el tejido y me hundí en el pecado entre sus piernas. Suave y mojada, resbalosa, temblorosa, deliciosa… Jugué un poco con su intimidad; mis besos subían por su cuello, donde vibraban sus gemidos. Acariciaba su clítoris, lo estiraba un poco y pasaba la yema para moverlo arriba y abajo; se endurecía y latía bajo mi toque vigoroso.—Másss… —sentí su mano agarrando mi cabello, cerré los ojos disfrutando de sus caricias. También quería que me tocase, que me deseara, que sus labios se fundieran en mi piel, en mi pene… en mi boca. Hundí un dedo en su coño, la penetré poco a poco sintiendo el estremecim
SIGRID ¡Qué rayos estaba sucediendo! ¡Estaba dormida, no muerta! A pesar del agotamiento de este cuerpo, podía sentirlo todo, cada caricia, sus labios fríos besando mi piel afiebrada, su cuerpo vibrando pegado al mío. ¡¿Qué me estaba haciendo Silas?! Diosa, lucho por despertar y no puedo, o más bien… no quiero. Sus dedos, ¡oh por todos los cielos, qué placer! Quiero gritar que me chupe más fuerte los senos, que me los apriete más. Me está llevando a la locura. Escucho su respiración agitada, su boca sobre la mía, ¿por qué no me besa? ¿A qué saben sus besos? Este hechizo es demoledor, está nublando mi mente en la cruda lujuria y parece que también afecta a Silas. Esa es la única explicación para que me toque de esta manera cuando es obvio que odia el contacto sexual. No, no, no pares, más rápido, Silas, así… mmmm… justo ahí. Mi magia escapa de mi cuerpo, clama buscando la suya, oscuridad con oscuridad, placer con placer. Me fragmento en miles de pedazos cua
SIGRID—¡Electra! —escuché el molesto chillido de Drusilla a mi espalda cuando ya había entrado a los dominios de la bruja mayor. Con cara de fastidio, me giré para enfrentarla. Venía ataviada con un hermoso vestido burdeos, el cabello recogido con una larga trenza que ondeaba a su espalda.—Creí que llegaba tarde y Morgana me regañaría, pero si su favorita aún anda por aquí, entonces estoy salvada —resopló y enseguida un hombre a su espalda le secó la frente con un pañuelo blanco bordado. Era un apuesto elemental, joven, demasiado joven, y bajo el trajecito elegante que llevaba igual pude ver los moretones en sus muñecas cuando subió la mano para secarle la frente. Ni siquiera se podía secar su asqueroso sudor sola.—Ya basta, aléjate, que quiero hablar con mi hermana —lo empujó y caminó hacia mí queriendo sostener mi brazo. Di la vuelta y la dejé plantada en su sitio y con el asco revolviéndose en mi estómago.La verdadera Electra era bien fría y con estas desgraciadas no tendr
SIGRID—Electra, como te comenté, ya creo que es hora de que comiences a buscar un buen partido. Recibí una invitación del castillo Vlad para un baile —fijó entonces su atención en mí. La miré a sus ojos llenos de planes astutos, mientras comía mi pollo.Mi mente pensaba frenética, los Vlad, justo esa era la casa del tío abuelo, me convenía ir a su fiesta y buscarlo.—¿Será pronto? Estoy en mis días “susceptibles” —le hablé por lo claro, aquí todas se metían esos encantamientos para ser unas zorras putonas con justificación.—Oh, no, no, querida, será en unos días, pero si estabas así, me lo hubieses dicho y cenábamos en otra ocasión.—Ahora estoy bien, no te preocupes —subí los hombros sin darle importancia—. Iré cuando llegue el momento.Asintió complacida. Las relaciones entre especies sobrenaturales eran algo complejas en esta etapa, la mayoría eran parientes de alguna manera, más de un matrimonio escandaloso se había dado.También por el mismo tema de lo difícil de procrear, el
SIGRID—¡Como vuelvas a traerme esclavos tan débiles, te despellejaré a ti! —le gritó al mayordomo y se llevaron al chico desmayado, sin embargo, me faltaba otra por rescatar.—Bueno, es mi turno de escoger entonces también, ¿no?Observé a Drusilla enseguida dirigirse a la chica con el cabello castaño y ojos grandes inocentes como un ciervo a punto de ser sacrificado. Sus manos recorrieron su rostro con delicadeza.—Mmm, hermosa, me encanta —se acercó a olerla en el cuello y fue bajando las manos hasta sus firmes y generosos senos que acarició, apretando la tierna carne. Las lágrimas de la chica bajaban por sus mejillas enrojecidas, pero aguantaba con más valentía que los propios hombres, mordiéndose los labios al punto de sangrar.—¿Eres virgen? —le preguntó con su mano descendiendo sobre su vientre —¡Respóndeme cuando te pregunto!Pellizcó dolorosamente su estómago.—Sí, sí… señora… — hipó llorando con más fuerza. Drusilla sonrió complacida, sus ojos fueron directos a la intimida
SIGRIDEscuché un sollozo más fuerte a mi espalda.La chica, que no había hecho una escena delante de Drusilla, apestaba a miedo ahora frente al peligro que representaba Silas.—Silas, te hice una pregunta —subí las manos, intentando calmarlo y dando pasos suaves hacia él.No me respondió, solo la miraba como un animal salvaje esperando para engullir su presa.Si tenía alguna duda, la acababa de verificar; Silas no era lo que me había mostrado. Esa sumisión frente a mí solo representaba una fachada. Recordé las palabras de Lucrecia sobre su rebeldía; sobrevivir tantos años en manos de esa maniática no es para un esclavo débil.No solo su espíritu era fuerte a pesar de las heridas de su alma, sino también el poder maldito dentro de él era… aterrador.—Te estoy hablando, Silas, ¿qué haces aquí? Te dije que me mires, ¡mírame de una maldit4 vez! —me estaba enojando.Llegué delante de él y lo acorralé contra la esquina de la puerta, tomando su mandíbula con fuerza y obligándolo a mirarme
SIGRIDDiosa, me estaba excitando demasiado este Silas arbitrario y dominante, masculino e impetuoso.—Silas, estás siendo irracional, solo cené… —me encontré incluso dando explicaciones, los latidos de mi corazón se aceleraban.—Se demoró mucho para solo una cena y trajeron a otro esclavo desmayado y luego regresó con esa mujer, ¿lo hizo con ambos o con más? ¿Dejó que la tocaran? El peligro se filtraba entre sus dientes, su cabeza se hundió en mi cuello y comenzó a olerme toda la piel como buscando rastros de otras esencias.—Con nadie, maldición, no lo hice con nadie…—Pruébemelo.—¿Qué?… —mi respiración se aceleró, comenzaba a ponerme algo nerviosa, ¡qué rayos!, ¡¡tengo que resistir!! —¿Cómo… cómo puedo probártelo? Ya te di mi palabra, obedece…—No —se negó así sin más, este esclavo rebelde.Un segundo después, su mano en mi cintura empezó a acariciar por encima de mi vientre, su boca daba suaves y húmedos besos en el lateral de mi cuello, donde la vena latía frenética.—Quiero c