PerlaMientras saboreamos la tarta, Fabiano me observa con una expresión de curiosidad. Después de un par de minutos de silencio y tras terminar su bocado de tarta, decide hablar.—Perla —dice, dejando la cuchara a un lado—. ¿Buscaste en alguna tienda tu traje de playa?Su pregunta me sorprende y, de repente, una sombra de preocupación cruza mi mente. Lo había olvidado.—No, no he buscado —le confieso, sintiendo cómo la ansiedad se enreda en mis pensamientos.Fabiano frunce el ceño, claramente tratando de entender mi punto de vista.—Hay muchas tiendas aquí —responde, con una mezcla de preocupación y ánimo.Trago con suavidad.—La verdad es que no supe cómo pagarlo. Llamé a Leonor, pero… no respondió. Lo lamento, es mi culpa. Jamás había venido a Italia.Fabiano asiente una sola vez y me dedica una sonrisa sosegada.—No te preocupes. En Roma hay muchas.—No sé dónde comprar un bikini en Roma —admito, un poco avergonzada—. Pero no te preocupes, lo voy a resolver. Con el GPS no me voy a
Perla Estoy en el baño del jet privado, sintiendo cómo los nervios se refleja en mi estómago. Frente a mí, el espejo refleja mi imagen mientras me visto. Con delicadeza, ajusto cada parte de mi traje de playa: un bikini de dos piezas que resalta mi figura, y el vestido negro largo y trasparente que cae suavemente hasta mis tobillos. Me miro una vez más y sonrío, lista para enfrentar lo que me espera en esa reunión y conociendo a ese hombre. Salgo del baño y me encuentro con Fabiano concentrado en su teléfono, que está sentado en uno de los sofás del jet. Al escuchar que me acerco enseguida despega los ojos de su móvil y su mirada se clava en mí con intensidad, como si estuviera admirando una obra de arte. No puedo evitar sentir un ligero rubor en mis mejillas. —Te ves hermosa —me dice, y su voz tiene un tono que me hace sentir especial. «Es tu jefe, Perla» Me alerta mi subconsciente en mi cabeza. —Gracias —respondo, tomando asiento a su lado. La cercanía de su cuerpo me provoc
PerlaEl helicóptero aterriza suavemente sobre la plataforma del yate, y la emoción me inunda mientras me preparo para bajar. Fabiano se levanta primero y me extiende la mano. Al salir, el sol brilla intensamente, y siento una brisa cálida que acaricia mi piel. Cuando piso el yate, un hombre de piel bronceada y cabello oscuro se acerca. Lleva una bermuda blanca y una camisa de figuras florales que le da un aire relajado. Sus ojos cafés me examinan con una mirada curiosa, y cuando se presenta, su voz es franca y amigable. A su lado está una mujer que parece una modelo, con piel bronceada y cabello rubio teñido que brilla bajo el sol. Lleva un traje de baño de tanga con un sujetador que realza su figura esbelta. Su presencia es deslumbrante, y no puedo evitar sentir un atisbo de inseguridad. La mayoría de las mujeres que he conocido que pertenecen a este mundo, lucen así. ¿Los mafiosos prefieren modelos? La verdad puedo apostar qué si, tienen el dinero necesario para tener una y más.
Perla —Es normal entre las parejas de la mafia —me dice, su tono ligero pero lleno de significado—. Pero eso sucede cuando no se quieren o no están enamorados. La verdad de sus palabras me sorprende. Nunca había considerado la dinámica de las relaciones en ese contexto. —¿De verdad? —pregunto, frunciendo el ceño. —Sí —asiente, como si hablara de algo tan cotidiano como el clima—. Se acepta que el hombre tenga amantes, pero la mujer no puede permitirse eso. Todo depende de su esposo y si él estaría de acuerdo. Me quedo callada, asimilando la información. Mi mente da vueltas a lo que acaba de decir. —No lo sabía —le confieso, sintiéndome un poco ingenua en este mundo desconocido. Qué bueno que no soy esposa de ningún hombre de la mafia, por qué jamás lo dejaría compartir la cama con una mujer que no sea yo. Ni en sueños. —Es muy normal —continúa Georgina, encogiéndose de hombros—. Sin embargo, cuando se trata de un matrimonio donde ambos se quieren y se casaron enam
PerlaLa mano de Fabiano sujeta la mía y enseguida lo miro.—Adriano —Fabiano pronuncia su nombre con voz áspera—. Ella está bien así —dice él, quien con sutileza levanta mi mano y da un suave beso en el torso, mientras mantiene clavada su mirada gris en Adriano—. Así que para evitar problemas, discúlpate y sigamos con la conversación anterior. En silencio lo miro y también sujeto su mano.—¿Cuánto quieres por ella? —propone Adriano, mirando a Fabiano—. Me ha gustado mucho, no creo que sea problema. Es solo tu secretaria —La risa ronca de Adriano resuena entre nosotros, ocasionando que la mano de Fabiano apriete la mía y su mandíbula se tense.¿Pero qué le pasa a ese imbécil?—Ni un centavo. Ella no está en venta —dice Fabiano con voz tajante.Adriano me mira y yo también lo hago.—Entonces le preguntaré a ella —curva los labios—. Tendré muchos beneficios, linda. Una vida de lujos.—Todo entre nosotros va muy bien, Adriano —dice Fabiano con voz rígida—. Pero no voy a permitir que la
Perla —Sí, es más que obvio —realiza una pausa—. Pero hiciste una pregunta, así que te daré la respuesta. —Sus ojos miran mis labios y luego mis ojos. Lo miro fijamente, totalmente nerviosa por escuchar lo que tiene que decir. Pero me sorprende cuando, con un movimiento ágil, levanta la mano, la coloca en mi mejilla y me jala hacia él, pegándome a su cuerpo para después adueñarse de mis labios. En shock, gimo y siento sus suaves labios moverse entre los míos, moviéndolos con cautela. Me mantengo inmóvil, todavía impactada. Es algo que me toma por sorpresa, pero él aprovecha para saborear mi boca. Mientras yo me quedo quieta, sintiendo un hormigueo en mis piernas y en mi vientre, sin saber qué hacer. Mi corazón late a mil y mi respiración se encuentra acelerada, mientras siento la de él mezclarse con la mía. Es la primera vez que un hombre toca mis labios y la verdad es que se siente tan suave que siento mi interior revolucionarse. Pero es mi jefe, esto no debería suceder. Además,
PerlaEstoy en la gigantesca villa de Fabiano en Sicilia, un lugar que parece sacado de un sueño. Comí con Dante, el primo de Fabiano qué me recibió al llegar, almorzamos en el comedor y conversamos un rato, pero luego me fui a la habitación que me asignaron. Me encuentro mirando por la ventana hacia el mar azul que se extiende hasta donde alcanza la vista. Ya han pasado varias horas desde que dejé el yate, y la verdad sigue confundiéndome. Recuerdo lo que sucedió entre nosotros, el momento en que Fabiano me dio ese beso. ¿Pero me atrevería a aceptar un segundo? Fabiano fue claro; tomó su decisión y me dijo que quería salir conmigo. Pero yo todavía estoy enredada en mis pensamientos. Me gusta, lo sé, lo acepto, pero no estoy totalmente segura. Quizás necesite más tiempo para procesar lo que siento.De repente, el sonido de un helicóptero me saca de mis pensamientos. Corro hacia el balcón y me asomo, mis ojos se iluminan al ver cómo el helicóptero aterriza en el helipuerto de la vill
PerlaLo miro fijamente, ya más aliviada.—Yo solo venía a saber si todo salió bien —explico—. Te dejaré descansar. Nos vemos más tarde —sin apartar mis ojos de los de él, retrocedo un paso.—¿Y tu? —inquiere—. ¿Almorzaste?, ¿te sentiste cómoda en el viaje de calabria a sicilia? —pregunta interesado—. Aunque es muy corto Afirmo una sola vez.—Si, señor —respondo, con una suave sonrisa—. Silicia es muy hermosa, al igual que calabria —le confieso entusiasmada. Aunque el no lo crea y yo no lo exprese, es un sueño hacho realidad para mi. Fabiano asiente.—¿Dante te recibió? —pregunta. Agito la cabeza, afirmando.—Si, fue muy amable —agarro mis manos.—Muy bien. Descansa. Más tarde, ¿quieres acompañarme a revisar los establos? —pregunta con voz suave—. Quizás te guste cabalgar un rato conmigo. Tengo mucho tiempo sin venir a esta casa y me gustaría dar un vuelta, ¿te animarías? Esbozo una ligera sonrisa. —No sé cabalgar —aseguro—. De hecho, jamás he subido a un cabello.Curva los labi