Perla Subo a la camioneta con Fabiano y, Angelo, el chófer, arranca el motor y acelera hacia el aeropuerto. La carretera se extiende ante nosotros, y la ciudad se va desvaneciendo poco a poco en el retrovisor. Fabiano, a mi lado, tiene una expresión de concentración mientras mira hacia adelante, pero de repente se vuelve hacia mí. —¿Te trató mal Fiorella en algún momento mientras te enseñaba la casa? —me pregunta, su voz es amable, pero hay un destello de dureza en sus ojos. —No, todo bien —respondo rápidamente, queriendo que sepa que no hay nada de que preocuparse. —Fiorella no me dijo nada malo —le aseguro. Fabiano asiente, pero su mirada se mantiene fija en la carretera. —Está bien —dice al fin, pero su tono es serio. —Sin embargo, si en algún momento ella te dice o insinúa algo que no te parezca correcto, por favor, dímelo —pide mirándome fijamente. Afirmo una sola vez. —Claro, lo haré —le aseguro, sintiéndome un poco aliviada. No quiero que haya tensión entre nosotros
Perla El jet sigue surcando el cielo, y la suave vibración del motor crea un ambiente acogedor. Fabiano y yo estamos sentados uno al lado del otro en un sofá de cuero, con la cena aún por llegar. La luz suave y cálida del interior del jet me hace sentir cómoda, casi como si estuviéramos en un pequeño refugio en medio de las nubes. A medida que miro por la ventana, las nubes parecen un océano oscuro, y por un momento, me pierdo en la belleza del paisaje. Desde que tomamos asiento en los cómodos sofás, los dos no hemos parado de hablar de distintos temas. Y la verdad he empezado a saber un poco más de él. Que no debería de interesarme, por qué es mi jefe no mi amigo, pero la verdad si siento curiosidad por saber más y más. —¿Y tienes hermanos? Fabiano con su mirada sobre mí, niega una sola vez. —No. Soy único hijo —responde. Afirmo con una leve sonrisa. —¿Qué tal eran tus padres? —le pregunto, sintiendo curiosidad por su historia—. ¿Eran buenos contigo?, ¿o te exigían mucho?
PerlaEl sonido insistente de la alarma de mi teléfono me arrastra de un sueño profundo. Abro los ojos y me estiro, sintiendo cómo la pereza se disipa lentamente. Es hora de levantarme. La verdad anoche llegué cansada del viaje y lo único que hice al llegar, fue darme una ducha relajante en el jacuzzi del cuarto de baño de la habitación dónde me estoy hospedando y luego me lancé a la cama para sumergirme en un profundo sueño.Ya totalmente despierta, me arrastro hasta el baño, donde enciendo la luz y miro mi reflejo en el espejo. La noche fue reparadora, pero aún necesito un poco de tiempo para estar lista e ir a desayunar con Fabiano.Decido tomarme mi tiempo. Comienzo a lavarme la cara, sintiendo el agua fría que me despierta por completo. Luego, abro mi equipaje en busca de la ropa adecuada. Opto por un conjunto que me haga sentir segura y cómoda: una blusa sencilla pero elegante y unos pantalones que se ajustan perfectamente a mis piernas. Después de vestirme, me aplico un poco d
PerlaMientras saboreamos la tarta, Fabiano me observa con una expresión de curiosidad. Después de un par de minutos de silencio y tras terminar su bocado de tarta, decide hablar.—Perla —dice, dejando la cuchara a un lado—. ¿Buscaste en alguna tienda tu traje de playa?Su pregunta me sorprende y, de repente, una sombra de preocupación cruza mi mente. Lo había olvidado.—No, no he buscado —le confieso, sintiendo cómo la ansiedad se enreda en mis pensamientos.Fabiano frunce el ceño, claramente tratando de entender mi punto de vista.—Hay muchas tiendas aquí —responde, con una mezcla de preocupación y ánimo.Trago con suavidad.—La verdad es que no supe cómo pagarlo. Llamé a Leonor, pero… no respondió. Lo lamento, es mi culpa. Jamás había venido a Italia.Fabiano asiente una sola vez y me dedica una sonrisa sosegada.—No te preocupes. En Roma hay muchas.—No sé dónde comprar un bikini en Roma —admito, un poco avergonzada—. Pero no te preocupes, lo voy a resolver. Con el GPS no me voy a
Perla Estoy en el baño del jet privado, sintiendo cómo los nervios se refleja en mi estómago. Frente a mí, el espejo refleja mi imagen mientras me visto. Con delicadeza, ajusto cada parte de mi traje de playa: un bikini de dos piezas que resalta mi figura, y el vestido negro largo y trasparente que cae suavemente hasta mis tobillos. Me miro una vez más y sonrío, lista para enfrentar lo que me espera en esa reunión y conociendo a ese hombre. Salgo del baño y me encuentro con Fabiano concentrado en su teléfono, que está sentado en uno de los sofás del jet. Al escuchar que me acerco enseguida despega los ojos de su móvil y su mirada se clava en mí con intensidad, como si estuviera admirando una obra de arte. No puedo evitar sentir un ligero rubor en mis mejillas. —Te ves hermosa —me dice, y su voz tiene un tono que me hace sentir especial. «Es tu jefe, Perla» Me alerta mi subconsciente en mi cabeza. —Gracias —respondo, tomando asiento a su lado. La cercanía de su cuerpo me provoc
PerlaEl helicóptero aterriza suavemente sobre la plataforma del yate, y la emoción me inunda mientras me preparo para bajar. Fabiano se levanta primero y me extiende la mano. Al salir, el sol brilla intensamente, y siento una brisa cálida que acaricia mi piel. Cuando piso el yate, un hombre de piel bronceada y cabello oscuro se acerca. Lleva una bermuda blanca y una camisa de figuras florales que le da un aire relajado. Sus ojos cafés me examinan con una mirada curiosa, y cuando se presenta, su voz es franca y amigable. A su lado está una mujer que parece una modelo, con piel bronceada y cabello rubio teñido que brilla bajo el sol. Lleva un traje de baño de tanga con un sujetador que realza su figura esbelta. Su presencia es deslumbrante, y no puedo evitar sentir un atisbo de inseguridad. La mayoría de las mujeres que he conocido que pertenecen a este mundo, lucen así. ¿Los mafiosos prefieren modelos? La verdad puedo apostar qué si, tienen el dinero necesario para tener una y más.
Perla —Es normal entre las parejas de la mafia —me dice, su tono ligero pero lleno de significado—. Pero eso sucede cuando no se quieren o no están enamorados. La verdad de sus palabras me sorprende. Nunca había considerado la dinámica de las relaciones en ese contexto. —¿De verdad? —pregunto, frunciendo el ceño. —Sí —asiente, como si hablara de algo tan cotidiano como el clima—. Se acepta que el hombre tenga amantes, pero la mujer no puede permitirse eso. Todo depende de su esposo y si él estaría de acuerdo. Me quedo callada, asimilando la información. Mi mente da vueltas a lo que acaba de decir. —No lo sabía —le confieso, sintiéndome un poco ingenua en este mundo desconocido. Qué bueno que no soy esposa de ningún hombre de la mafia, por qué jamás lo dejaría compartir la cama con una mujer que no sea yo. Ni en sueños. —Es muy normal —continúa Georgina, encogiéndose de hombros—. Sin embargo, cuando se trata de un matrimonio donde ambos se quieren y se casaron enam
PerlaLa mano de Fabiano sujeta la mía y enseguida lo miro.—Adriano —Fabiano pronuncia su nombre con voz áspera—. Ella está bien así —dice él, quien con sutileza levanta mi mano y da un suave beso en el torso, mientras mantiene clavada su mirada gris en Adriano—. Así que para evitar problemas, discúlpate y sigamos con la conversación anterior. En silencio lo miro y también sujeto su mano.—¿Cuánto quieres por ella? —propone Adriano, mirando a Fabiano—. Me ha gustado mucho, no creo que sea problema. Es solo tu secretaria —La risa ronca de Adriano resuena entre nosotros, ocasionando que la mano de Fabiano apriete la mía y su mandíbula se tense.¿Pero qué le pasa a ese imbécil?—Ni un centavo. Ella no está en venta —dice Fabiano con voz tajante.Adriano me mira y yo también lo hago.—Entonces le preguntaré a ella —curva los labios—. Tendré muchos beneficios, linda. Una vida de lujos.—Todo entre nosotros va muy bien, Adriano —dice Fabiano con voz rígida—. Pero no voy a permitir que la