CAPÍTULO 4: EL ÚLTIMO DÍA

CAPÍTULO 4: EL ÚLTIMO DÍA

Ethan y Lilian se quedan en silencio, sorprendidos, y luego se levantan de la cama a toda prisa.

—¡Sophia! —exclama Lilian abriendo los ojos hasta el límite.

—No lo puedo creer… ustedes… ¡me han estado engañando y manipulando todo este tiempo! —grito.

Veo la sorpresa transformarse en algo más frío y calculador en los ojos de Ethan, mientras Lilian solo sonríe, una sonrisa torcida que revela toda la crueldad que ha escondido durante años.

—Vaya, la pequeña Sophia no se puso su inyección para dormir. No deberías estar aquí, la curiosidad mató al gato, ¿no sabías eso?

—¡Maldit4 desgraciada! ¡Yo confié en ti! ¡Y es por tu culpa que estoy atrapada en esta silla!

Ethan, por su parte, se cruza de brazos, me mira con desprecio y aburrimiento. No le afecta en lo más mínimo que los haya descubierto.

—¿Y qué piensas hacer ahora, Sophia? —pregunta con sarcasmo—. ¿Vas a arrastrarte hasta la policía? ¿O tal vez contarles a tus queridos amigos que su querida heredera ha sido traicionada por su propia familia?... Ah no, que no tienes a nadie —se burla con una carcajada.

Mi mente corre a mil por hora tratando de encontrar una salida, una manera de sobrevivir a este infierno. Pero mientras los miro, desnudos y desvergonzados, mi corazón se endurece. No soy la mujer débil y rota que ellos creen. Sobreviví a ese accidente, y sobreviviré a esto también.

—Ustedes no van a salirse con la suya —aseguro con firmeza. Me limpio las lágrimas y los miro con un odio tan intenso que es capaz de consumirme a mí también—. Haré que paguen por todo esto. Por mi padre, por mi vida… por todo.

Lilian se ríe de nuevo, pero hay algo en sus ojos que refleja un atisbo de preocupación. Sabe que la he subestimado, y ahora, está comenzando a darse cuenta de que cometió un error.

—Eso lo veremos, querida —responde, pero su voz ya no tiene la misma confianza de antes.

Ethan, sin embargo, no se inmuta. Da un paso hacia mí, su rostro queda a centímetros del mío.

—No llegarás a ninguna parte, Sophia —susurra con un tono amenazante—. Ya has perdido. Lo que te queda es aceptar tu destino… o morir intentándolo.

Lilian se acerca lentamente, sus manos agarran las empuñaduras de mi silla con una fuerza que me hace estremecer. Intenta arrastrarme hacia mi habitación, y aunque grito y forcejeo, es inútil; no tengo la fuerza para detenerla. Ethan sigue de pie, observando con una frialdad que me hace temblar por dentro.

—¡Déjame en paz! ¡No te atrevas a tocarme! —grito, pero mi voz suena débil, desesperada.

Lilian me empuja hacia adelante mientras me conduce hacia mi cuarto, el lugar que se ha convertido en mi prisión personal. Cada segundo que pasa, mi corazón late con más fuerza, la adrenalina y el miedo recorren mi cuerpo.

—Vas a tomar tu medicina, Sophia —dice con una voz que se esfuerza por sonar suave, pero el veneno en sus palabras es inconfundible.

—¡No! —grito con todas mis fuerzas, muevo mis brazos en un vano intento de evitar que me inyecte—. ¡No voy a dejar que me controles más! ¡No después de todo lo que me han hecho!

Lilian me agarra con fuerza, pero en ese momento, Ethan interviene.

—No tiene sentido seguir intentando controlarla, Lilian —dice con voz fría—. Sabe demasiado. Si no hacemos algo ahora, podría destruirnos.

Los ojos de Lilian se encuentran con los de Ethan, y en ese intercambio veo la decisión final. Me doy cuenta, con un terror abrumador, de lo que están planeando. Van a matarme. Mi corazón late tan fuerte que parece querer estallar en mi pecho. Intento gritar, pero mi voz se ahoga en un sollozo de desesperación.

—No… no pueden hacer esto —susurro, las lágrimas corren por mis mejillas—. No pueden salirse con la suya. Alguien sabrá la verdad, alguien… alguien sabrá…

—Es una lástima, Sophie —responde Ethan, acercándose con una sonrisa cruel—. Pero todos pensarán que fue un trágico suicidio. Dirán que no pudiste soportar la culpa de haber causado el accidente en el que murió tu padre.

La risa de ambos llena la habitación, una risa que se clava en mi alma como cuchillos. Estoy atrapada, impotente, y sé que no hay escapatoria. Lilian me empuja hacia el balcón.

—¡Por favor! —grito, mi voz un eco de desesperación—. ¡No! ¡No quiero morir!

Pero mis súplicas caen en oídos sordos. Cierro los ojos con fuerza. En mi mente suplico y ruego por otra oportunidad. Si tan solo pudiera volver atrás, hacer las cosas de manera diferente, evitar que todo esto suceda…

Y entonces, siento el vacío bajo mis pies. Mi cuerpo se desploma en el aire, el viento silba en mis oídos mientras caigo. Todo se desvanece en un dolor sordo cuando golpeo el suelo, y luego… oscuridad.

Pero algo extraño sucede. No hay final, no hay descanso. De repente, abro los ojos con un jadeo, mi corazón late frenéticamente en mi pecho. Miro a mi alrededor, desconcertada.

Sin quererlo mis ojos se llenan de lágrimas. De pronto escucho una risa estruendosa, mi vista se aclara y es entonces que me doy cuenta de que estoy en la sala de reuniones de la empresa. Mi padre es quien se ríe, a su lado, Lilian lo abraza y se le pega como si fuese una sanguijuela. Todos están aquí. Ethan, su padre, su hermano… ¿Qué está pasando? ¿Es que acaso me lo imaginé todo?

—Sophie, ¿estás bien? —me pregunta al darse cuenta de mis lágrimas.

Miro a todos, confundida y demasiado aturdida como para comprender lo que ocurre. Me levanto de mi lugar y avanzo hacia mi padre, todos se quedan en silencio observándome como si fuera un bicho raro. Lilian me ve con una risa burlona.

—¿Qué pasa? ¿Estás llorando por lo que dije? No te lo tomes a mal querida, es que pienso que ahora que te casaste con Ethan, deberías tener más tiempo de hogar, ¿no lo crees?

Claro. Ahora lo recuerdo. Este es el día en que Lilian le sugiere a mi padre que yo debería seguir trabajando desde casa para poder pasar tiempo “de calidad” con mi esposo. Miro hacia el almanaque en la pared. Hoy es 02 de marzo del 2020. Seis meses antes del accidente de mi padre y el mío. O al menos, eso es lo que acabo de ver que sucede en mi pesadilla.

—Hija, ¿estás bien? —me pregunta.

No puedo contenerme. Me arrojo a sus brazos y lo envuelvo con fuerza. Lloro como si siguiera muerto y al mismo tiempo como que lo he recuperado.

Él se sorprende por mi reacción tan extraña y repentina, pero me corresponde el abrazo. No sé si todo eso que vi fue un sueño, pero se sintió tan aterradoramente real, que no puedo evitarlo.

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