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​​​​​​​*—Uriel:

Era martes por la noche, y después de varios intentos fallidos de ignorar las insistentes llamadas de su madre, Uriel finalmente aceptó ir a cenar con ella. Lo había hecho con la condición de que sus hermanos no estarían presentes, o al menos eso le había asegurado. Sin embargo, su desconfianza aumentó al llegar frente a la casa familiar y encontrar una variedad de vehículos aparcados en la entrada.

—Y solo éramos nosotros, ¿eh? —murmuró con sarcasmo mientras apagaba el motor de su todoterreno y estacionaba en la única plaza libre.

Maldijo por lo bajo mientras bajaba del vehículo. Sabía que su madre adoraba buscar maneras de incomodarlo, pero esta vez había aceptado su invitación solo para que lo dejara en paz… y ahora tendría que soportar las caras de sus insoportables hermanos.

Caminó hacia la entrada de la casa, y antes de que pudiera tocar el timbre o abrir la puerta, esta se abrió de golpe. Frente a él apareció un hombre alto, con quien compartía un notable pareci
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