Capítulo 5

—¡Mierda! —murmuré cuando salí al pórtico y vi mi Ford frente a la casa de Noah. Tenía que ir por ella para poder marcharme.

¿Pero quién me mandó a dármelas de buenas e intentar “ayudarlo”? Debí seguir mi camino, me hubiera ahorrado un montón de eventos desafortunados. Pero no, tuve que ir derechito a la cueva del lobo, uno que no tenía garras ni colmillos, pero de quien sin duda debía mantenerme alejada.

Bien, él no está por ahí, puedo cruzar rápido la calle, subirme a la camioneta y conducir al taller, como debí hacer esta mañana.

Bajé los tres escalones de la entrada y comencé a caminar a las andadas hacia mi auto, con los ojos fijos en su color rojo que relucía con los rayos del sol. Estaba a tres metros de la puerta cuando escuché su

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