Fiel a su promesa, Noah no dejó de ir a casa ni un solo día. Contrario a ello, añadió más visitas inesperadas e inoportunas, que se extendían hasta medianoche. Mi padre estaba encantado con la compañía y me daba pena arrebatarle eso. Sin otra opción, comencé a ir a casa de Cris al terminar mi trabajo en el taller y volvía a casa a altas horas de la noche, esperando que él ya se hubiera marchado. De esa forma, trascurrió otro mes, cada día era peor que el otro, ya no lo soportaba y la única forma de liberarme de él sería diciéndole a mi padre que lo echara de casa y del taller y para ello debía admitir la verdad y no quería hacerlo, me avergonzaba admitirlo.
Ese fin de semana, decidí ir a Holly´s para saludar a Olive. Nuestros horarios de trabajo pocas veces nos permitían vernos y esa sería la &uac
Guardé el teléfono en mi bolsillo y me quedé en el mismo punto, mirando hacia la densa oscuridad que cubría el fondo del bar. Bajé la cabeza a mis pies y liberé un profundo suspiro de derrota y decepción. Me desconocía, no comprendía cómo era posible que aquel sentimiento que latió por tantos años en mi corazón se hubiera diluido.—No deberías estar sola, es peligroso —susurró una voz masculina detrás de mí, una que no tardé en reconocer. Un escalofrío recorrió mis vértebras erizando mi piel y mi corazón se desbordó en latidos acelerados, cargados de temor—. Tranquila, Audrey. No te haré daño.—No, no lo harás. —Pisé su pie izquierdo con fuerza y moví mi brazo derecho, golpeando su mandíbula con mi codo. El hombre chilló de dolor, pe
Noah no se movió por varios minutos, no emitió ningún sonido; hasta que, finalmente, habló:—Muchas noches, más de las que quisiera admitir, me pregunté por qué lo hizo, qué hice mal, qué tenía él que no encontró en mí. Y ahora estoy aquí, dejando que me abraces, deseando que hagas más que eso, convirtiéndome en el hombre que he odiado por años. Es una puta ironía, Audrey. Lo que hacemos es incorrecto por muchas razones, pero lo peor de todo, lo que me envenena la sangre, es que estoy muy cerca de cruzar la maldita línea de no retorno y, de manera egoísta, reclamarte para mí. Te quiero mía, nunca más de él.Cuando asimilé sus palabras, comprendí que, como él, yo también tenía mucho qué reprocharme. Desde el primer beso, me convertí en una traidora.
Estaba tan distraída que no saludé a nadie de camino al Jeep en el que trabajaría esa tarde. Busqué mi caja de herramientas y elegí una llave 7/16 para ajustar los tornillos del ventilador, acoplándolo con el dámper. El fin de semana, había instalado el motor ya probado y la siguiente fase era armar el resto de las piezas. De vez en cuando, mientras trabajaba en el auto, escuchaba las risas de Alex por encima de la música, haciendo sus bromas usuales, y a Miguel, mandándolo a callar. De Noah no oí ni pío. Desde mi lugar, no podía ver qué estaba haciendo, y fue lo mejor.Al mediodía, salí del taller sin mirar atrás, no quería encontrarme a Noah ni por asomo. Conduje a casa y cociné espaguetis con salsa bolognesa; serví dos platos y comí con papá alrededor de la mesa. Hablamos como lo hacíamos siempre, de mi tr
Sin dar explicaciones, subí las escaleras y me encerré en mi habitación en busca de privacidad. Me senté en la cama con las piernas cruzadas y abrí el sobre que contenía la carta de mi novio. No olía a él ni a nada que pudiera recordármelo, pero era suya, y eso me hizo sonreír.Para mi reina preciosa. Hola, amor. Te extraño jodidamente mucho. Estoy desesperado por tenerte en mis brazos y cuento los minutos que me separan de ti, que cada vez son más. No sé cuánto más soporte lejos de ti y espero que tú también pienses en mí de la misma forma. Odio la idea de que las cosas sean distintas cuando vuelva. Odio la distancia que nos separa. Odio estar sin ti, mi reina. La misión no está cerca de terminar, pero cuento con ir en las próximas semanas a Estados Unidos para estar pegado a ti todos los días, cada seg
Noah me esperó en la entrada mientras me despedía de Olive. Ella, al verme, rodeó la barra y me llevó de la mano a una esquina apartada, como si fuera una niña pequeña que hizo una travesura y recibiría su castigo. Y sí, me porté mal ¿pero acaso ella lo sabía?—¿Qué crees que haces? —Su mirada y el tono de su voz fueron acusatorios.—¿De qué hablas?—No te hagas la tonta. Liam te vio con Noah cuando salió a fumar y me dijo que estaban cerca de tener sexo en cualquier momento. ¿No te da vergüenza?Mis mejillas se calentaron. ¡Claro que me daba vergüenza! No estaba pensando en nada cuando me lancé a los brazos de Noah. Pero no tenía tiempo de reprocharme nada, estaba más preocupada por lo que Liam haría con esa información.—¡Mierda! ¿A qui&
Después de eso, finalmente nos fuimos. Él en su auto y yo en el mío. Antes de partir, le dije que me siguiera, que había un lugar al que quería llevarlo. Un brillo extraño iluminó sus retinas ante mi petición, pero no iba por ahí la cosa. Él no se imaginaba lo que tenía planeado para los minutos próximos. Con los vidrios bajos, y la inconfundible voz de Demi Lovato cantando Give Your Heart A Break conduje hasta la intercesión entre Cottonwood Rd y Heritage Pkwy. Una vez ahí, detuve mi Honda y esperé que Noah detuviera su auto al lado del mío.—Prepárate, Cohen. Es hora de probar el viejo motor de tu Torino —dije con una sonrisa maliciosa. Él no tenía oportunidad alguna de ganar esa noche, por eso, aumenté la apuesta—. Si gano, tomaré tu turno de escuchar música e
Ingresé al local para ir por las llaves de mi auto y corrí de regreso al estacionamiento para intentar alcanzar a Noah, tenía que explicarle porqué le hablé así a Aarón. No sabía a dónde iba, pero la ruta que tomó conducía a casa, así que seguí la misma dirección y, en un par de minutos, vi el Torino frente a la puerta de su garaje. Frené a un costado y me bajé, cerrando la puerta con un azote. Enojada, caminé hacia el interior del garaje donde Noah, con un humor del quinto infierno, golpeaba un saco de box que colgaba del techo mientras gruñía palabras ininteligibles. Los músculos de su espalda se distendían y flexionaban, y una gruesa línea de sudor formaba una mancha desproporcionada en su camiseta gris claro por el esfuerzo que empleaba con cada embate, y por la calidez que reinaba en el garaje. Sin ningún venti
Mis piernas cayeron como peso muerto a los costados del cuerpo de Noah cuando la tensión del orgasmo me abandonó. Él se cernió sobre mí y me dio un beso suave en la boca para luego abrazarme, colocándome de costado en el sofá. No pude ignorar el inmenso bulto que colisionó contra mi pelvis cuando me estrechó hacia él, y me pregunté por qué no me permitía encargarme de ello.—¿Te asustaría mucho si te digo que te amo? —susurró en mi oído—. No tienes que decir nada, sé que es muy pronto, que no debería…—No me asusta. —Lo interrumpí.—¿No?—No, me hace quererte más.—¿Sí?—Sí, Noah Cohen, te quiero más a cada segundo. —No mentía. Y hasta creo que, en ese momento, ya lo estaba amando, pero no