Noah me esperó en la entrada mientras me despedía de Olive. Ella, al verme, rodeó la barra y me llevó de la mano a una esquina apartada, como si fuera una niña pequeña que hizo una travesura y recibiría su castigo. Y sí, me porté mal ¿pero acaso ella lo sabía?
—¿Qué crees que haces? —Su mirada y el tono de su voz fueron acusatorios.
—¿De qué hablas?
—No te hagas la tonta. Liam te vio con Noah cuando salió a fumar y me dijo que estaban cerca de tener sexo en cualquier momento. ¿No te da vergüenza?
Mis mejillas se calentaron. ¡Claro que me daba vergüenza! No estaba pensando en nada cuando me lancé a los brazos de Noah. Pero no tenía tiempo de reprocharme nada, estaba más preocupada por lo que Liam haría con esa información.
—¡Mierda! ¿A qui&
Después de eso, finalmente nos fuimos. Él en su auto y yo en el mío. Antes de partir, le dije que me siguiera, que había un lugar al que quería llevarlo. Un brillo extraño iluminó sus retinas ante mi petición, pero no iba por ahí la cosa. Él no se imaginaba lo que tenía planeado para los minutos próximos. Con los vidrios bajos, y la inconfundible voz de Demi Lovato cantando Give Your Heart A Break conduje hasta la intercesión entre Cottonwood Rd y Heritage Pkwy. Una vez ahí, detuve mi Honda y esperé que Noah detuviera su auto al lado del mío.—Prepárate, Cohen. Es hora de probar el viejo motor de tu Torino —dije con una sonrisa maliciosa. Él no tenía oportunidad alguna de ganar esa noche, por eso, aumenté la apuesta—. Si gano, tomaré tu turno de escuchar música e
Ingresé al local para ir por las llaves de mi auto y corrí de regreso al estacionamiento para intentar alcanzar a Noah, tenía que explicarle porqué le hablé así a Aarón. No sabía a dónde iba, pero la ruta que tomó conducía a casa, así que seguí la misma dirección y, en un par de minutos, vi el Torino frente a la puerta de su garaje. Frené a un costado y me bajé, cerrando la puerta con un azote. Enojada, caminé hacia el interior del garaje donde Noah, con un humor del quinto infierno, golpeaba un saco de box que colgaba del techo mientras gruñía palabras ininteligibles. Los músculos de su espalda se distendían y flexionaban, y una gruesa línea de sudor formaba una mancha desproporcionada en su camiseta gris claro por el esfuerzo que empleaba con cada embate, y por la calidez que reinaba en el garaje. Sin ningún venti
Mis piernas cayeron como peso muerto a los costados del cuerpo de Noah cuando la tensión del orgasmo me abandonó. Él se cernió sobre mí y me dio un beso suave en la boca para luego abrazarme, colocándome de costado en el sofá. No pude ignorar el inmenso bulto que colisionó contra mi pelvis cuando me estrechó hacia él, y me pregunté por qué no me permitía encargarme de ello.—¿Te asustaría mucho si te digo que te amo? —susurró en mi oído—. No tienes que decir nada, sé que es muy pronto, que no debería…—No me asusta. —Lo interrumpí.—¿No?—No, me hace quererte más.—¿Sí?—Sí, Noah Cohen, te quiero más a cada segundo. —No mentía. Y hasta creo que, en ese momento, ya lo estaba amando, pero no
Cuando salí del baño, encontré a Noah sentado de nuevo en el sillón, hojeando las páginas de una revista de mecánica que antes estaba sobre mi buró. Al notar mi retorno, me observó con detenimiento, saboreando mi silueta con una mirada profunda y notablemente excitada. Mis labios se curvaron hacia arriba cuando aprecié el bulto que, sin demora, se manifestó entre sus piernas.—¿Mi padre sigue dormido? —pregunté, apoyándome contra el marco de la puerta, cruzando los brazos y las piernas.Asintió enérgicamente sin apartar sus ojos de mi rostro. Era domingo, ese día papá dormía un par de horas más, era parte de su rutina y muy pocas veces la cambiaba.—¿Eres silencioso?—¿Qué? —Frunció el ceño.Me acerqué a él y, arrodillada entre sus piernas,
Mi corazón se saltó un latido y mis entrañas se apretaron.¿Qué está pasando?—Papá… —musité, buscando en sus ojos algún indicio de lo que acontecía.—Es momento de que conozcas la verdad, Audrey —pronunció con desgano. Esa no era una conversación que quería tener a voluntad, pero, como él dijo, el momento había llegado.—Iré por algo de comer para todos —ofreció Noah, dándonos la posibilidad de conversar a solas. Compartió una mirada condescendiente conmigo y luego se fue.En los siguientes minutos, mi padre y yo nos dirigimos a la sala y nos sentamos uno frente al otro, él en su sillón reclinable y yo en el sofá. Estuvo varios minutos en silencio antes de ser capaz de pronunciarse.—Tu madre era muy joven cuando llegó a Esta
Un minuto después, el hombre del que intentaba escapar llamó a mi puerta e insistió con que le abriera. Yo, tan terca y enojada como estaba, me negué. No quería verlo. Pero él, sin renunciar a su férrea obstinación, amenazó con derribar la madera si no lo hacía en los minutos próximos. Mi respuesta fue un indiferente «hazlo», pero él no obró de esa manera, sino que siguió suplicando que lo dejara entrar. Así estuvimos por un rato, ninguno cedía, hasta que Noah se rindió finalmente. Cuando escuché sus pasos alejándose por el pasillo y, luego, bajando las escaleras, me levanté del suelo –donde estuve sentada todo ese tiempo– y me dejé caer en mi cama, exhausta. Entre la confesión de mi padre, y la osadía de Noah, me sentía completamente agotada.La soledad y el silencio pronto jugaron en m
Esa noche no pude dormir, no fui capaz de conciliar el sueño, solo podía pensar en Noah y en lo que sería de nosotros a partir de entonces. Me levanté de la cama antes de que la alarma sonara y tomé una ducha corta, quería preparar algo especial para comer, pero Noah ya tenía servido el desayuno cuando bajé las escaleras. Llegó más temprano ese día. Mi estómago se llenó de cosquillas y mi corazón dio un saltito de emoción, pasaba cada vez que lo veía. Él sintió mis pasos y se giró hacia mí, sonriendo.—Buenos días, chica traviesa. —Se acercó a mí y me dio un beso suave y rápido en los labios—. Ven siéntate aquí, preparé waffles y mermelada de mora para ti, también hay tostadas, huevos, tocino, bagels y croissant. ¿Qué te gust
Estuve esperando a Noah en mi habitación como él dijo durante dos horas. No me escribió ni un mensaje durante todo ese tiempo y no respondía mis llamadas, ya estaba comenzando a pensar que no vendría cuando escuché un sonido en mi ventana. Abrí las cortinas y casi pego un grito cuando lo vi a él detrás del cristal.—¡Estás loco! —chillé, modulando la voz para no hacer un escándalo, y le abrí la ventana.—Te dije que vendría por ti —dijo con una gran sonrisa—. ¿Lista para irnos?—¿Pretendes que baje por ahí? —Señalé la escalera en la que estaba montando.—Sí, muñeca. ¿Le temes a las alturas? —Su tono fue burlón.Giré los ojos.—Muévete, Cohen, voy a bajar.—Esa es mi chica. —Guiñ&