Estuve esperando a Noah en mi habitación como él dijo durante dos horas. No me escribió ni un mensaje durante todo ese tiempo y no respondía mis llamadas, ya estaba comenzando a pensar que no vendría cuando escuché un sonido en mi ventana. Abrí las cortinas y casi pego un grito cuando lo vi a él detrás del cristal.
—¡Estás loco! —chillé, modulando la voz para no hacer un escándalo, y le abrí la ventana.
—Te dije que vendría por ti —dijo con una gran sonrisa—. ¿Lista para irnos?
—¿Pretendes que baje por ahí? —Señalé la escalera en la que estaba montando.
—Sí, muñeca. ¿Le temes a las alturas? —Su tono fue burlón.
Giré los ojos.
—Muévete, Cohen, voy a bajar.
—Esa es mi chica. —Guiñ&
Mis pestañas se batieron un par de veces antes de ser capaz de mantener los ojos abiertos y distinguir a la persona que dormía en una silla, con la cabeza echada atrás, las piernas extendidas y los brazos cruzados sobre su pecho. Noah.¿Cuánto tiempo llevaba dormido? ¿Cuánto lo estuve yo? No tenía idea. Pero transcurrió el tiempo suficiente para que me cambiaran mi ropa por una bata de hospital y me pusieran una intravenosa en el antebrazo. Y… ummm… vendaran mi pierna Todo eso comprobé antes de recordar mi último pensamiento consciente. Milie, la madre de Aarón, pidiendo el antídoto.¡Mierda! Nada bueno pudo pasar entre esos dos mientras estuve ausente. Lo más seguro es que le hizo mil y una preguntas a Noah, tratando de descubrir quién era él y por qué estaba conmigo. La angustia me hizo exhalar, provocando que Noa
Noah se había ausentado por espacio de dos horas y estaba preocupada. No tenía forma de saber de él y de la razón de su demora. La enfermera se marchó minutos después de que él lo hiciera y regresó una hora más tarde para quitarme la intravenosa. Cuando le pregunté por Noah, no supo decirme nada. Para colmo, tanto en el cubículo como en el pasillo reinaba un silencio perturbador, casi sepulcral, lo que significaba que no había nadie cerca a la que pudiera pedirle algún tipo de información.Cansada de esperar, me bajé de la camilla y puse mis pies sobre el piso frío, sintiendo cómo mis plantas se helaban al contacto, pero importándome muy poco, y caminé de espacio hasta la puerta. Al abrirla, la luz del pasillo perturbó mi visión, en contraste con la escasa iluminación que había en la habitación desde que la enf
Minutos después, Noah detenía la camioneta frente a mi casa. Fue una noche larga y agotadora para ambos. No veía la hora de escurrirme en mi cama y dormir al menos diez horas seguidas, pero aún tenía una mano que curar. —Creo que papá está dormido —comenté cuando llegamos a casa. Todo estaba oscuro y silencioso. —Mario estaba saliendo cuando vine por ti, seguro se fue a la cama después de eso.—¿Qué? ¿Entonces no era necesario que bajara por la escalera? —dije con los ojos muy abiertos.—Sí lo era. Me dio un gran vistazo de tu trasero —respondió con cara de pícaro.—Idiota —golpeé su brazo con mi puño cerrado. Él se rio por lo bajo y susurró «valió la pena»—. Si no tuviera que curarte, te negaría la entrada.&mda
—P-papá, yo… —tartamudeé nerviosa. No sabía ni qué decirle.—¿Desde cuándo? —intervino cuando ninguna otra palabra salió de mi boca.Analicé su pregunta y hasta me formulé a mí misma varias interrogantes. ¿Desde cuándo? ¿El primer beso contaba como engaño, cuando fue Noah quien lo inició? ¿Qué tanto debía decirle? —. Audrey… —insistió.—Desde el inicio existió atracción, pero yo sabía que era incorrecto, los dos lo hacíamos; sin embargo, ninguno pudo evitar que los sentimientos se establecieran y… solo pasó. Tenía planeado decírtelo, pero sucedió lo de Connor y no pude hablar contigo de nada de esto.Mi padre asintió distraído, como si aquel gesto hubiera surgido de forma casual, no planeada, y
Minutos después, salí del baño con una toalla envuelta en mi cuerpo y saqué un vestido holgado de flores que no usaba a menudo pero que sería lo más práctico de vestir considerando mi herida. A esa hora, debía estar en el taller trabajando y no en mi habitación eligiendo ropa que se ajustara a la consecuencia de una estúpida reacción; de haber hecho lo que Noah pidió, mi pantorrilla estaría en perfectas condiciones, pero no, tuve que saltar sobre él como una cobarde.—¡Audrey Gunnar! —chilló una voz familiar desde el pasillo y, poco después, entró a mi habitación como un vendaval, haciendo que la pieza de madera golpeara la pared. Olive era menuda y pequeña, pero tenía un carácter fuerte, autoritario, que a cualquiera haría temblar; los golpes de la vida la obligaron a serlo—. La ciudad está ar
—No, no. No, por favor —suplicó, clavando sus rodillas delante de mí—. No te merezco, Audrey. Mira alrededor, mira lo que provoqué, observa mis manos estropeadas por la maldita furia que habita en mí, que es como una llama que no se apaga, que se aviva día con día. Mírame, Audrey. ¡Soy un verdugo!Tomé las manos temblorosas que me enseñaba y besé sus nudillos, uno a uno, pintando mis labios con la tinta roja de sus heridas, y luego las puse en mi cintura. Noah las mantuvo en mi cintura, aunque sin mucha fuerza. Me arrimé hacia él, en el espacio que quedaba entre sus muslos, y le acaricié el rostro, repasando con mis yemas la barba creciente que cubría su mandíbula, esbozando sus labios, su nariz, sus pómulos..., y las reposé a cada lado de sus facciones.Noah cerró los ojos y liberó un resoplido grave y luego dijo
—Connor… —Nombré sin aliento.Él ensanchó sus labios con una sonrisa complacida, mostrando una línea de dientes color marfil, tan rectos que parecían haber sido alineados con ortodoncia, y me encontré buscando algún parecido de él con mi madre. Pero no, no había nada. Su cabello era castaño oscuro y sus pupilas color café, los de mi madre eran grises y tenía el cabello rubio, como el mío. Sus rasgos eran asimétricos, nariz ancha, labios gruesos, ojos pequeños, cejas pobladas y pestañas largas. Tampoco hallé similitud en su estatura y complexión, mi madre era delgada y bajita, Connor era alto y corpulento.—¿Ya lo sabes, ¿verdad? ¿Al fin tu padre te dijo quién soy? —Su voz interrumpió mis cavilaciones. Él seguía sonriendo, pero en sus ojos no había la misma sim
Aparté mi rostro de su pecho y lo miré a los ojos, dispuesta a derrumbar cualquier duda que le impidiera creer en lo nuestro, con una declaración sincera y definitiva.—Noah, no será la primera vez que te diga esto, lo voy a repetir hasta la saciedad si con una no te basta: te amo, lo hago desde que fui una niña de trenzas y rodillas raspadas, solo que no sabía que eso era lo que sentía. Te amo tanto que la palabra en sí es poca cosa, incapaz de describir la magnitud de lo que contiene mi pecho, mi alma, todo mi ser. Y sí, hace dos noches no fui capaz de decirlo, porque hace dos noches no había tenido una prueba de lo que ser amada por ti significaba. Y no, no hablo de lo sexual, me refiero a lo que hiciste en esa sala, ganándotela admiración de Jace Gunnar y mi amor eterno.—¡Dios, Audrey! —Apoyó su cabeza en mi frente y espiró una ráfaga de