Capítulo 29

Minutos después, Noah detenía la camioneta frente a mi casa. Fue una noche larga y agotadora para ambos. No veía la hora de escurrirme en mi cama y dormir al menos diez horas seguidas, pero aún tenía una mano que curar.  

—Creo que papá está dormido —comenté cuando llegamos a casa. Todo estaba oscuro y silencioso.  

—Mario estaba saliendo cuando vine por ti, seguro se fue a la cama después de eso.

—¿Qué? ¿Entonces no era necesario que bajara por la escalera? —dije con los ojos muy abiertos.

—Sí lo era. Me dio un gran vistazo de tu trasero —respondió con cara de pícaro.

—Idiota —golpeé su brazo con mi puño cerrado. Él se rio por lo bajo y susurró «valió la pena»—. Si no tuviera que curarte, te negaría la entrada.

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