Estaba tan distraída que no saludé a nadie de camino al Jeep en el que trabajaría esa tarde. Busqué mi caja de herramientas y elegí una llave 7/16 para ajustar los tornillos del ventilador, acoplándolo con el dámper. El fin de semana, había instalado el motor ya probado y la siguiente fase era armar el resto de las piezas. De vez en cuando, mientras trabajaba en el auto, escuchaba las risas de Alex por encima de la música, haciendo sus bromas usuales, y a Miguel, mandándolo a callar. De Noah no oí ni pío. Desde mi lugar, no podía ver qué estaba haciendo, y fue lo mejor.
Al mediodía, salí del taller sin mirar atrás, no quería encontrarme a Noah ni por asomo. Conduje a casa y cociné espaguetis con salsa bolognesa; serví dos platos y comí con papá alrededor de la mesa. Hablamos como lo hacíamos siempre, de mi tr
Sin dar explicaciones, subí las escaleras y me encerré en mi habitación en busca de privacidad. Me senté en la cama con las piernas cruzadas y abrí el sobre que contenía la carta de mi novio. No olía a él ni a nada que pudiera recordármelo, pero era suya, y eso me hizo sonreír.Para mi reina preciosa. Hola, amor. Te extraño jodidamente mucho. Estoy desesperado por tenerte en mis brazos y cuento los minutos que me separan de ti, que cada vez son más. No sé cuánto más soporte lejos de ti y espero que tú también pienses en mí de la misma forma. Odio la idea de que las cosas sean distintas cuando vuelva. Odio la distancia que nos separa. Odio estar sin ti, mi reina. La misión no está cerca de terminar, pero cuento con ir en las próximas semanas a Estados Unidos para estar pegado a ti todos los días, cada seg
Noah me esperó en la entrada mientras me despedía de Olive. Ella, al verme, rodeó la barra y me llevó de la mano a una esquina apartada, como si fuera una niña pequeña que hizo una travesura y recibiría su castigo. Y sí, me porté mal ¿pero acaso ella lo sabía?—¿Qué crees que haces? —Su mirada y el tono de su voz fueron acusatorios.—¿De qué hablas?—No te hagas la tonta. Liam te vio con Noah cuando salió a fumar y me dijo que estaban cerca de tener sexo en cualquier momento. ¿No te da vergüenza?Mis mejillas se calentaron. ¡Claro que me daba vergüenza! No estaba pensando en nada cuando me lancé a los brazos de Noah. Pero no tenía tiempo de reprocharme nada, estaba más preocupada por lo que Liam haría con esa información.—¡Mierda! ¿A qui&
Después de eso, finalmente nos fuimos. Él en su auto y yo en el mío. Antes de partir, le dije que me siguiera, que había un lugar al que quería llevarlo. Un brillo extraño iluminó sus retinas ante mi petición, pero no iba por ahí la cosa. Él no se imaginaba lo que tenía planeado para los minutos próximos. Con los vidrios bajos, y la inconfundible voz de Demi Lovato cantando Give Your Heart A Break conduje hasta la intercesión entre Cottonwood Rd y Heritage Pkwy. Una vez ahí, detuve mi Honda y esperé que Noah detuviera su auto al lado del mío.—Prepárate, Cohen. Es hora de probar el viejo motor de tu Torino —dije con una sonrisa maliciosa. Él no tenía oportunidad alguna de ganar esa noche, por eso, aumenté la apuesta—. Si gano, tomaré tu turno de escuchar música e
Ingresé al local para ir por las llaves de mi auto y corrí de regreso al estacionamiento para intentar alcanzar a Noah, tenía que explicarle porqué le hablé así a Aarón. No sabía a dónde iba, pero la ruta que tomó conducía a casa, así que seguí la misma dirección y, en un par de minutos, vi el Torino frente a la puerta de su garaje. Frené a un costado y me bajé, cerrando la puerta con un azote. Enojada, caminé hacia el interior del garaje donde Noah, con un humor del quinto infierno, golpeaba un saco de box que colgaba del techo mientras gruñía palabras ininteligibles. Los músculos de su espalda se distendían y flexionaban, y una gruesa línea de sudor formaba una mancha desproporcionada en su camiseta gris claro por el esfuerzo que empleaba con cada embate, y por la calidez que reinaba en el garaje. Sin ningún venti
Mis piernas cayeron como peso muerto a los costados del cuerpo de Noah cuando la tensión del orgasmo me abandonó. Él se cernió sobre mí y me dio un beso suave en la boca para luego abrazarme, colocándome de costado en el sofá. No pude ignorar el inmenso bulto que colisionó contra mi pelvis cuando me estrechó hacia él, y me pregunté por qué no me permitía encargarme de ello.—¿Te asustaría mucho si te digo que te amo? —susurró en mi oído—. No tienes que decir nada, sé que es muy pronto, que no debería…—No me asusta. —Lo interrumpí.—¿No?—No, me hace quererte más.—¿Sí?—Sí, Noah Cohen, te quiero más a cada segundo. —No mentía. Y hasta creo que, en ese momento, ya lo estaba amando, pero no
Cuando salí del baño, encontré a Noah sentado de nuevo en el sillón, hojeando las páginas de una revista de mecánica que antes estaba sobre mi buró. Al notar mi retorno, me observó con detenimiento, saboreando mi silueta con una mirada profunda y notablemente excitada. Mis labios se curvaron hacia arriba cuando aprecié el bulto que, sin demora, se manifestó entre sus piernas.—¿Mi padre sigue dormido? —pregunté, apoyándome contra el marco de la puerta, cruzando los brazos y las piernas.Asintió enérgicamente sin apartar sus ojos de mi rostro. Era domingo, ese día papá dormía un par de horas más, era parte de su rutina y muy pocas veces la cambiaba.—¿Eres silencioso?—¿Qué? —Frunció el ceño.Me acerqué a él y, arrodillada entre sus piernas,
Mi corazón se saltó un latido y mis entrañas se apretaron.¿Qué está pasando?—Papá… —musité, buscando en sus ojos algún indicio de lo que acontecía.—Es momento de que conozcas la verdad, Audrey —pronunció con desgano. Esa no era una conversación que quería tener a voluntad, pero, como él dijo, el momento había llegado.—Iré por algo de comer para todos —ofreció Noah, dándonos la posibilidad de conversar a solas. Compartió una mirada condescendiente conmigo y luego se fue.En los siguientes minutos, mi padre y yo nos dirigimos a la sala y nos sentamos uno frente al otro, él en su sillón reclinable y yo en el sofá. Estuvo varios minutos en silencio antes de ser capaz de pronunciarse.—Tu madre era muy joven cuando llegó a Esta
Un minuto después, el hombre del que intentaba escapar llamó a mi puerta e insistió con que le abriera. Yo, tan terca y enojada como estaba, me negué. No quería verlo. Pero él, sin renunciar a su férrea obstinación, amenazó con derribar la madera si no lo hacía en los minutos próximos. Mi respuesta fue un indiferente «hazlo», pero él no obró de esa manera, sino que siguió suplicando que lo dejara entrar. Así estuvimos por un rato, ninguno cedía, hasta que Noah se rindió finalmente. Cuando escuché sus pasos alejándose por el pasillo y, luego, bajando las escaleras, me levanté del suelo –donde estuve sentada todo ese tiempo– y me dejé caer en mi cama, exhausta. Entre la confesión de mi padre, y la osadía de Noah, me sentía completamente agotada.La soledad y el silencio pronto jugaron en m