La sensación de su cuerpo pegado al mío me enloquece. La beso con hambre, con una m*ldita necesidad primitiva por haberme privado de ella demasiado tiempo, por estar alejado de lo único que realmente deseo. Su boca sabe a furia, a deseo contenido, a todo lo que me ha estado negando desde que apareció en mi vida como un castigo divino. La espalda de Arielle choca con la pared del probador cuando la acorralo, mis manos recorren la curva de su cintura, bajando por sus caderas como si fueran mías, como si tuviera todo el maldito derecho de explorarla así. Porque lo tengo. Porque su cuerpo me responde con cada respiración entrecortada, con cada estremecimiento. —Mírame —le ordeno, alzándole el rostro con dos dedos bajo su mentón. Sus ojos están vidriosos, brillantes, su boca entreabierta, y su pecho sube y baja tan rápido que podría jurar que va a explotar en este momento. Deslizo mi mano por su muslo desnudo, acariciando la piel que tanto me obsesiona, sintiendo cómo tiembla cuando mi
Cuando Arielle sale del vestidor, algo dentro de mí se detiene. Ella se dirige a la empleada que la ha estado atendiendo con su barbilla en alto y le señala el vestido que ha elegido llevarse. —Este —le dice a la mujer, y ella lo toma de inmediato impidiéndome ver el vestido que ha elegido. Aunque en realidad no me interesa, porque sé que con cualquiera lucirá hermosa y también porque tengo la certeza de que ese vestido terminará en el suelo luego de que se lo haya quitado. Señala también un par de tacones que parecen tallados para su figura. Altos, elegantes, peligrosos. Como ella. No dice una palabra más. Ni siquiera me mira. Se mantiene con la espalda erguida, simulando que no se derritió en mis brazos apenas unos minutos atrás. No obstante la tensión entre nosotros es tan densa, casi sofocante. Saco mi billetera, como si ese gesto fuera tan natural como respirar. Porque lo es. Estoy acostumbrado a conseguir lo que quiero. Y ahora mismo, lo que quiero, lo estoy comprando para
La puerta de la mansión se abre y ella aparece.Por un instante se me corta el aire, pero no lo demuestro. Me obligo a mantenerme impasible, como si verla no provocara absolutamente nada en mí. Como si su presencia no alterara cada fibra de mi m*ldito cuerpo.«Luce j*didamente hermosa»El vestido rojo le abraza el cuerpo como si hubiera sido confeccionado sobre su piel. Los tirantes delgados apenas cubren sus hombros, mientras que el escote generoso tienta más de lo que permite. Sus labios están pintados del mismo rojo intenso. Carnosos. Brillantes. Deseables.Cruza la entrada con paso firme, la cabeza en alto y el mentón tenso, sabiendo perfectamente lo que está haciendo conmigo. Porque Arielle no hace nada por accidente. Cada movimiento, cada mirada, cada leve roce está perfectamente calculado para hacerme perder la maldita razón. «Y lo está logrando»Me separo del auto sin decir una palabra. Camino hacia ella con calma contenida, como si no tuviera un m*ldito incendio dentro del p
La noche aparenta ser más larga de lo que debería, y yo bebo de mi copa mientras otro de los invitados se aleja. He perdido la cuenta de toda la gente con la que he tenido que hablar exactamente del mismo tema. No puedo culpar a mi hija por no desear estar en este sitio.Aunque debo reconocer que me asombra la manera en que Arielle se desenvuelve. Su sonrisa es encantadora y al no ser ajena al tema de la tecnología quien habla con ella queda completamente fascinado. «No cabe duda que traerla fue un gran acierto en todos los sentidos»El salón está lleno, contrario a la terraza que está desierta. Aislada. Perfecta.La veo avanzar hacia la baranda con ese caminar que me enloquece. El rojo de su vestido resalta incluso en la penumbra, como una advertencia... o una provocación. Tal vez ambas. El escote sobre sus pechos deja tan poco a la imaginación que mis manos ya se sienten impacientes. La brisa agita su cabello suelto, y por un momento la imagen es tan erótica que tengo que cerrar l
La copa de vino en mi mano está medio llena, pero ya no sé si es el alcohol o la forma en que ella se ríe lo que comienza a darme vértigo.Arielle se mueve con soltura entre las personas, demostrando que está hecha para este tipo de eventos. Su lenguaje es el del poder, de la elegancia, de la seguridad. Lo que pocos saben, es que también domina el de la sumisión… pero solo conmigo.Desde hace un rato, varios se han acercado a hablar con nosotros. Arielle responde con inteligencia, con cortesía, y con ese tinte seductor que solo yo logro descifrar por completo. Y cada vez que la observo, cada vez que la miro moverse, gesticular, hablar, sonreír, más deseo devorarla.No puedo negar que un aparte de mi siente repudio conmigo mismo, ante la idea de lo que soy. Porque he comportado como m*ldito enfermo. Un hombre egoísta que no ha hecho sino actuar de la forma más detestable posible.Pensar que fui yo quien presionó a Daniel para casarse y ahora no hago sino pensar en su esposa es algo que
Perspectiva de Arielle.No sé cuántas copas llevo encima. Quizá tres. O cinco. Tal vez una sola, pero estoy segura de que mis mejillas están coloradas y no puedo atribuirlo al licor.Sino a su presencia, que me inunda como si fuera un veneno lento y delicioso. Mientras siento el calor expandiéndose por todo mi cuerpo al tiempo que Cassian me está mirando. Otra vez.Sus ojos oscuros me perforan, me desnudan sin necesidad de tocarme. Son como manos invisibles que recorren mi piel, que la acarician con ese deseo sofocado que no necesita palabras. Haciendo que me sienta sensual, deseada. Viva. Como si el mundo, con sus reglas y obligaciones, se deshiciera cuando él está cerca.Levanto mi copa, y aunque debería brindar por el éxito de la empresa, por el avance tecnológico que revoluciona el mercado… solo puedo brindar por nosotros. Por eso que somos cuando nadie nos ve. Por eso que me atraviesa el vientre y me tiembla entre las piernas cuando recuerdo sus labios bajando por mi escote en la
El chofer enciende el motor del auto mientras las luces de la ciudad se deslizan sobre el parabrisas. Estoy sentada junto a Daniel, y mi cuerpo aún está tibio por la tensión acumulada de la noche. Sus dedos descansan sobre sus muslos con una seguridad elegante, su perfil es iluminado por los destellos intermitentes del tráfico. Se ve relajado, más cercano… humano. Después de días sin verlo, no parece el heredero brillante y engreído que imaginé. Hoy parece más un hombre que quiere que lo miren de verdad.—¿Te apetece una copa más antes de ir a casa? —pregunta sin apartar los ojos del camino—. Conozco un lugar privado. Discreto. Podemos hablar sin interrupciones —sugiere instándome a aceptar su oferta.Dudo por un segundo. Pero asiento. No por el vino. Por la conversación. Por todo lo que ha estado flotando entre nosotros como una niebla espesa desde la boda. Y por la incertidumbre de saber que es lo que quiere hablar conmigo.EL auto se detiene en la dirección que indicó Daniel. Me dir
Entramos a la mansión y el silencio cae como una sábana pesada sobre mis hombros.Los empleados ya están dormidos. No hay murmullos. No hay luces encendidas más allá del débil resplandor de las lámparas automáticas del pasillo.Solo estamos nosotros dos… y el eco de lo que no se dice.El sonido de nuestros pasos sobre el mármol pulido es suave, casi reverente. Subimos la escalera en silencio. Puedo ver con claridad la espalda ancha de Daniel moviéndose.Y, cuando doblamos el pasillo hacia las habitaciones, no puedo evitarlo.Mi mirada se vuelve, por reflejo, hacia la puerta cerrada de Cassian. Mi pecho se contrae. Como si esa simple dirección tuviera un imán que jala todo dentro de mí. No debería importarme. No debería arderme el estómago pensando si estará despierto, si escuchó el auto, si sabe que ya he vuelto a casa con él, con su hijo.No tiene sentido y sin embargo… me quema.Trago saliva con dificultad, bajo la vista y sigo a Daniel hasta la habitación matrimonial. Esa que he ha