Capítulo 376
El cortador se secó el sudor de las palmas y continuó cortando con extremo cuidado.

Al seguir cortando la piedra, tal como había dicho Faustino, casi toda la última mitad contenía jade.

Un verde extraordinariamente puro deleitaba la vista.

Bajo la luz del sol, el jade, aún sin tallar, resplandecía con más brillo que cualquier gema.

El cortador, examinando cuidadosamente con la linterna, exclamó asombrado:

—¡Es un milagro, un verdadero milagro! Normalmente el jade tiene grietas naturales e inclusiones, pero esta pieza es completamente pura, sin una sola imperfección.

—Es un jade perfecto, su valor supera incluso al de un diamante del mismo grado.

Las manos del cortador temblaban. Había manejado innumerables piezas valiosas, pero tener en sus manos un jade perfecto equivalente a un diamante natural del mismo tamaño, con un valor incalculable... Un solo error y ni cien vidas le alcanzarían para pagarlo.

Los espectadores, familiarizados con el jade, entendían el significado de una
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