32. Miradas que matan

Tano:

En las noches pensaba en todo lo que me había pasado en tan corto tiempo, una bebé, quien solo veía como pasaban cosas y no entendía el porqué.

Yo tampoco sabía porque esto me pasaba, me había convertido en padre, en prófugo del amor y en viudo, en corto tiempo y enferntandome a mil demonios, al miedo que desprendía mi ser por todo lo que había pasado, y ahora con esto.

Sólo me quedo juntar las manos sin separarlas, hincarme a la santa Macarena y pedirle por ese amor que tenía rezagado en mi corazón y quería desprender, porque quise a mi esposa, pero amaba a Catalina y ella ya había encontrado a un hombre que de por vista encima, se veía que era estable y que también se moría por ella, que podía darle el mundo entero y, aunque tal vez yo también, mi pensamiento bohemio había regresado… querer tomar la guitarra y vagar en distintos lugares, sin responsabilidades, sin dolores ni preocupaciones… pero era al contrario, era donde debía agarrar más fuerza y terminar de criar a mi hija
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