31. El reencuentro

Catalina:

En el vuelo antes de la muerte de Pilar:

No salía de mi cabeza, su recuerdo aún me pesaba en el alma y en el corazón, en cuanto yo aborde ese avión para Santa Marta, iba con el corazón roto, aunque yo misma sabía que yo tenía el control de la situación y saber que Pilar era feliz, valía la pena todo lo que había hecho y tarde o temprano Cayetano lo entendería.

—¿Podría sentar aquí al señor Abadallah?—preguntó con tremenda cara de susto la azafata, mientras que un hombre altísimo, como del mismo porte de Tano, sumándole una cabeza más de altura, estaba furico, se le podía notar en la respiración agitada y en el movimiento de sube y baja de su ancha espalda.

—¡Claro, no hay problema de mi parte!—le regale a ella una sonrisa y, aliviada, le indico al señor que se sentará a mí lado, cuando este iba a protestar, se dio la vuelta para verme.

Un hombre de rasgos muy diferentes a un latino o europeo, su boca y nariz perfecta, su piel azúcar morena, una exquisita barba y unos ojos m
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