Ambas se apresuraron a entrar al resguardo de aquel amplio techo sobre sus cabezas.
—¡Isabel escucha! —le pidió, girándola para encontrar su mirada y tocar su alma—. ¡Si amas a esta nación, si amas el Reino que osaste servir y guiar durante este tiempo, dejarás el trono para que esa misma nación prevalezca! ¡Las personas de esta isla ahora necesitan que su Reina, deje de serlo!
Isabel no dio respuesta, no tenía palabras, necesitaba pensarlo.
—¡Su Majestad, el Primer Ministro acaba de llegar! —le notificó Michael, agitado por haberla buscado en todas las habitaciones donde suponía se encontraba Su Reina. Hasta que le encontró en un pasillo lejano, empapada y en compañía de alguien inesperado—. ¡Su Majestad, llamaré enseguida a…!
—A nadie Michael, muchas gracias.
—¿Está segura Su Majestad?
—Completamente. Ahora, vamos.
Las miradas cruzadas entre Michael y Elina fueron abrumadoras, sobre todo para el primero, pues no tenía ni idea de
Arturo había tomado un camino incierto, uno que no había trazado pero que de cierta forma, siempre había añorado. El enfrentarse a ese camino, transitarlo en compañía o solo, era aterrador, sobre todo porque nunca había pasado de ser un sueño, un deseo inalcanzable. Ahora pues, debía enfrentar ese terror y transitarlo. Después de todo, no hay hombre más valiente que aquel que acepta su miedo, pero no cede ante él. Así es como nacen los héroes; así es como nacen los auténticos y verdaderos reyes.Se encaminó pues hasta Wistman’s Wood, atravesó los árboles torcidos y los senderos complicados, hasta toparse nuevamente con aquellas bestias en el bosque; todas dispuestas a destruirlo.Él las vio, pudo sentirlas y entonces se arrodilló—: No vengo a pelear, solo necesito de su ayuda —les dijo, creyendo de alguna f
Ahí estaba otra vez, sentada en los finos sillones del salón de té de su antigua amiga, Isabel. Ella lucía ese gesto cansado que hacía juego con su rizado y canoso cabello. Siempre le había parecido que a pesar de su apariencia y su edad, poseía un poder para reinar que se entremezclaba con su serenidad.—Y bien querida, ¿estás al tanto de los disturbios que se han generado en la ciudad? —preguntó Isabel mientras colocaba su taza de té en el regazo.—Sí —respondió Elina, después de despertar de sus vagos pensamientos.—¿Y bien? —continuó en espera de una respuesta más enriquecedora.—Bueno, ningún periódico habla sobre quién lidera las protestas, ni una causa firme, creo que… deberíamos averiguar más.—En ese caso, hazlo, no necesitamos sorpre
Una pesada y oscura bruma se divisaba en todo su alrededor, un frio estremecedor hacía juego con la humedad que caía y se respiraba en el aire y las gotas de agua que se deslizaban de vez en cuando por sus hombros. Después una cálida sensación se levantó con su vista, una criatura animal, tal vez, se paraba frente a ella, nada que hubiera visto antes. Levantó su mano para tocar el hocico de aquella extraña criatura que solo presenciaba borrosamente, pero entonces el fuego se encendió y cubrió todo el espacio, la envolvió a ella y entre gritos escuchaba y veía a la ciudad, Londres, su hogar y el de las personas que amaba estaba en ruinas, como si el fuego la hubiese devorado con gran fervor. “Levántate”. Escuchó, y luego Elina despertó cubierta de sudor y con la respiración entre cortada, sintiendo su corazón latiendo a gran velocidad.Arrojó
Elina recorría las calles con gran prisa, parecía como si las respuestas estuvieran a segundos de ser descubiertas o, quizás, desaparecidas por siempre. Entró y pidió a uno de los encargados de la biblioteca, el libro.—Claro, con gusto señorita, si gusta puede esperar en la Sala de Lectura.—Muy bien, gracias.Minutos después, el libro estaba en sus manos, portado por el encargado de aspecto mayor y gentil.Abrió el libro en las páginas indicadas, y sí, ahí estaban, aún guardaban sus secretos… Mencionaban a los Pendragon, las páginas decían que habían ascendido al trono por formar dicha coalición entre Vikingos y Sajones con guerra y diplomacia al mismo tiempo, dando oportunidad a los… Su vista se nubló y un escalofrió recorrió su cuerpo. El libro decía que los magos eran reales en el
Ahora Elina corría de regreso a la Biblioteca Nacional, con el calor intenso y las ventiscas que azotaban ese extraño día. Su rapidez era lo suficientemente grande como para distraerla de la supervivencia propia, provocando que casi la arrollaran en la avenida Ossulston.Finalmente llegó, cruzó la puerta a pesar de que el guardia le indicó que ya no podía hacerlo. Bajó las escaleras que había cruzado con mesura y comportamiento, unas horas antes.—Señorita, estamos por cerrar, ¿olvidó algo acaso? —cuestionó con amabilidad el encargado de la tienda, aquel señor de gestos antiguos y agradables.—Lo sé, solo necesito unos minutos con el libro que me prestó hace rato.—Lo lamento, pero estamos por cerrar, si vuelve mañana con gusto podrá leerlo todo el día.—No, escuche, por favor, solo ser&a
La mañana siguiente parecía una extraña helada polar, a pesar de que el día anterior parecía ser un desierto.Elina ocultó el libro en su bolso y se encaminó a ver a Isabel; esta vez, con más prisa y agilidad que nunca.Ya sentada en su habitual lugar, tomó la precaución de no hablar de lo verdaderamente importante, hasta que todos los sirvientes y cualquier hombre ajeno a su conversación, se fueran…—Entonces Michael, ¿alguna interesante novedad? —cuestionó La Reina.—Pues de hecho el día de hoy tenemos cosas muy interesantes en el periódico Su Majestad.—¿En serio?, ¿cómo qué?—Bueno, según parece, todo lo que se conoce como El Valle Secreto de Lake District en Cumbria, el cual es reconocido por su espectáculo floral, se ha hundido.—¿Cómo que hundido? —interrumpió Elina.—Sí, la tierra se tragó todo el campo, además, aquí dice que hay un horrible olor que se desprende de él.—¿No fue ahí donde tuvo lugar una batalla, la de los
El tráfico era insostenible, las calles de Londres estaban saturadas y el clima no parecía ayudar mucho. Elina se distraía pensando en lo que debía hacer en el barrio, como dirigirse y comportarse si necesitaba información o incluso ayuda.—Todo saldrá bien —se decía, mirando a las copas de los árboles moviéndose, desde adentro del taxi, como si bailaran una danza que solo ellos eran capaz de entender.—Disculpe Señorita, pero creo que no llegaremos muy pronto al barrio Tottenham, hay demasiado tráfico y los tránsitos parecen desviarnos del camino —expuso el chofer del taxi.Ella despertó de sus pensamientos y bajó del taxi para ver si tenía una mejor vista del problema. Caminó, pidiéndole al hombre en el taxi que esperara. Llegó hasta donde los oficiales de tránsito y algunos policías se reuní
—Hola muñeca, ¿qué haces tan solita por aquí? —cuestionó a Elina uno de los hombre que se amotinaban a su alrededor.Ella intentó salir de ahí, pero otros dos le cerraron el paso. Entendiendo lo que significaba, forcejeó para salir de entre ellos, aunque fue en vano, así que golpeó a uno en las piernas y causó un gran estruendo con las pilas de botellas que se almacenaban en el callejón. Los otros hombres intentaron detenerla, uno de ellos le apretó el cuello para aturdirla sin embargo, una mano mucho más tosca y fuerte se la quitó. Arturo golpeó y arrojó al suelo al líder de la pandilla.—No te quiero ver por aquí otra vez, ¿entendiste?No obstante, uno de los hombres tomó una botella y planeaba quebrarla en Arturo, pero Elina golpeo sus piernas y lo hizo flaquear.En cuanto se pudieron levan