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A la mañana siguiente, tal y como Dominic había confirmado con su amigo en la llamada del día anterior, los guardias de seguridad de este aparecieron en la mansión a las siete de la mañana en punto. Dominic les recibió con desayuno y café, y después de haber desayunado, aquellos hombres se marcharon a cumplir con su trabajo; cuidar de la mansión.

Miguel se ajustó el auricular en el oído mientras que observa todo lo que ocurre alrededor de la mansión desde el auto estacionado justo en frente a la entrada principal.

Estos hombres habían sido convocados para mantener la seguridad en la residencia de Dominic, un trabajo que había sido reclutado de la noche a la mañana, pero que no importaba, porque el amigo de Dominic siempre contaba con gente disponible para trabajar para él las veinticuatro horas del día cuando fuera necesario hacerlo.

— ¿Está todo tranquilo por aquí ahora? — preguntó Luis, uno de los compañeros de trabajo de Miguel, que se estaba encargando de la vigilancia desde
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