35. Caza Nocturna

Su hermano, Ibrahim Arden, muerto. Su padre, capturado y sometido a la más cruel de las torturas, ser testigo de la ejecución de su propio hijo.

Un rugido de dolor escapó de su garganta.

Celeste cayó de rodillas sobre la arena ardiente, sintiendo cómo el mundo se desmoronaba a su alrededor. Sus manos se aferraron al suelo, los dedos clavándose en la arena como si intentara encontrar algo sólido entre tanta devastación.

—¡NOOOO! —Su grito rasgó la quietud del desierto, un alarido de angustia que se elevó hasta el cielo estrellado.

Las lágrimas ardían en sus mejillas, pero ella no las sintió. Solo podía imaginar el horror que había vivido su padre, la impotencia, el dolor desgarrador de ver a su hijo caer sin poder hacer nada.

Hassan la miró con pesar, pero no dijo nada. Sabía que no existían palabras capaces de consolar un sufrimiento como ese.

Los forajidos observaban en silencio, algunos desviaban la mirada, otros apretaban los puños. Celeste Arden no era solo la hija de su benefacto
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