—Por ahora, sí. Pero asegúrate de que nuestras alianzas dentro del consejo estén listas. Cuando llegue el momento, debemos actuar rápido.En ese instante, un sirviente entró al salón donde los príncipes conversaban, inclinándose profundamente antes de hablar.—Príncipe Zafir, Príncipe Kael, el rey desea vuestra presencia en la sala del consejo.Ambos hermanos intercambiaron una mirada significativa. Aunque la convocatoria era rutinaria, sabían que cualquier encuentro con el rey era una oportunidad para avanzar en su propia agenda.Mientras se dirigían juntos al consejo, Kael rompió el silencio.—Alexander puede ser el favorito ahora, pero el trono no está asegurado para él. Nosotros también tenemos sangre real, y no me detendré hasta que lo vea caer.Zafir asintió, satisfecho con la determinación de su hermano.—Ni yo, Kael. Pero recuerda, no se trata solo de fuerza; se trata de jugar el juego mejor que él.La rivalidad entre los hermanos ardía como un fuego que ninguno parecía dispue
Las palabras del cautivo, aunque fragmentadas y entrecortadas, ofrecieron pistas que el príncipe interpretó como claves para resolver el enigma que lo atormentaba. Sin embargo, el misterio en torno a aquella bailarina seguía siendo un velo oscuro que Alexander no lograba descorrer. La obsesión por encontrarla no solo ocupaba sus pensamientos, sino que también alimentaba su creciente desesperación. El príncipe Alexander, heredero del trono, era conocido por su determinación y porte autoritario. Su sola presencia bastaba para imponer silencio y respeto en cualquier instancia, pero bajo su máscara de poder, se escondía una inquietud que lo consumía.La captura de aquel prisionero había sido un movimiento calculado, un intento por descifrar los retazos de información que le permitirán hallar la mujer que se había convertido en su obsesión. No sabía si era por su enigmática danza o por los secretos que parecía esconder, pero Alexander sentía que su búsqueda iba más allá de un simple capric
Los muebles eran escasos, pero ordenados, y sobre una mesa de madera había un tazón con frutas frescas.—No está aquí, mi señor —dijo uno de los soldados, volviendo con las manos vacías.Alexander apenas reaccionó. Sus ojos se posaron en una figura que había permanecido inmóvil al fondo de la estancia, una mujer. Era completamente distinta a la que recordaba, pero había algo en ella que lo detuvo en seco. Sus ropas eran sencillas, un vestido de lino que apenas se ceñía a su figura, y su cabello estaba recogido en un moño descuidado. Sus ojos, sin embargo, lo miraban con una mezcla de desafío y temor. —¿Quién eres tú? —pregunto Alexander, su voz gélida.La mujer no respondió de inmediato. En lugar de eso, dio un paso adelante, y la tenue luz de la vela reveló un rostro familiar pero diferente. Alexander frunció el ceño, intentando descifrar lo que estaba viendo. Había algo en sus rasgos que le resultaba inquietamente conocido.—Soy aurora, mi señor. ¿Puedo saber que está buscando? —fi
La confesión dejó a Alexander en silencio por un instante. La sinceridad en los ojos de Aurora no dejaba espacio para la duda. Sin embargo, ayudarla significaba involucrarse en algo que podría complicar aún más la ya delicada situación política de su familia.—¿Quién es este comerciante? —preguntó Alexander, apoyándose en el respaldo de la silla.—Se llama Rashid Al-Nadir. Es un hombre despiadado, conocido por su conexión con el mercado negro y su lealtad a Samir Arden. Mi padre le pidió dinero cuando nuestras cosechas fallaron, pero ahora no podemos devolverlo. Rashid amenazó con tomar nuestra casa… y algo más si no cumplimos.Alexander apretó los labios. Había escuchado el nombre de Rashid antes, pero nunca se había enfrentado directamente a él. La idea de que este comerciante estuviera vinculado con su enemigo más grande lo llenó de un peculiar interés.—Si te ayudo —dijo lentamente, inclinándose hacia adelante —no habrá vuelta atrás. Trabajarás para mí, Aurora. Harás lo que sea ne
Kael, el tercer hermano, no tardó en intervenir, su tono ligeramente competitivo.—Con todo respeto, Kereem, creo que mi propuesta técnica y estratégica será más convincente. Me he reunido con los mejores arquitectos y comerciantes para asegurarme de que nuestra presentación sea impecable.Alexander permaneció en silencio, permitiendo que sus hermanos hablaran primero. No era su estilo competir abiertamente; prefería observar y atacar en el momento oportuno.El rey asintió, satisfecho con las palabras de ambos, pero cuando su mirada se posó en Alexander, levantó una ceja, como invitándolo a hablar.—Padre —comenzó Alexander, su tono tranquilo pero firme —estoy de acuerdo en que esta licitación es crucial. Pero creo que más allá de palabras y estrategias, lo que necesitamos demostrar es confianza y liderazgo. Los accionistas no invertirán en un proyecto solo por su viabilidad, sino por la certeza de que estamos preparados para dirigirlo con éxito.El salón quedó en silencio por un momen
Mientras caminaba por los pasillos del palacio, los ecos de su infancia seguían persiguiéndolo, pero también lo impulsaban hacia adelante. Había pasado demasiado tiempo en la sombra de Kereem, permitiendo que su hermano menor dictara las reglas del juego. Pero eso estaba a punto de cambiar.Por su parte, Kereem permaneció en el salón, observando la puerta por la que Alexander había salido. Había algo en la mirada de su hermano que no podía sacarse de la cabeza. Aunque no lo admitiría en voz alta, una parte de él sentía una leve punzada de incertidumbre. ¿Y si Alexander realmente tenía lo necesario para superar las expectativas? ¿Y si su estrategia, a pesar de ser diferente, era la que les daría la victoria?El pensamiento lo incomodó, pero también lo motivó a redoblar sus propios esfuerzos. Si algo caracterizaba a Kereem, era su necesidad de ser el mejor, de demostrar que era el digno heredero del trono y del favor de su padre.Mientras ambos príncipes se preparaban en silencio para l
El día finalmente llegó, un día en que todos aquellos que confiaban en sus proyectos y habilidades acudieron al palacio con la esperanza de asegurar su futuro. La entrada, con su imponente fachada antigua, había sido transformada por la meticulosa mano de Zulema Mequillam. La concubina del rey había esmerado en decorar el lugar de una manera sofisticada y moderna, logrando un equilibrio perfecto entre lo clásico y lo contemporáneo. La atención al detalle era evidente en cada rincón, desde los arcos adornados con flores frescas hasta las lámparas de cristal que reflejaban la luz en un espectáculo de colores.Los invitados y los inversores quedaron maravillados ante el despliegue de elegancia. Zulema, con su porte majestuoso, se encargaba de recibir personalmente las tarjetas de aquellos que ya estaban en la lista de invitados, asegurándose de que todo estuviera bajo control. Nada parecía quedar al azar. Cada asistente era consciente de lo que estaba en juego, no solo el prestigio, sino
Salim hizo una pausa breve antes de continuar, permitiendo que el peso de su mensaje calara en los corazones de todos los presentes.—A continuación, daremos comienzo a la licitación. Los proyectos ya se encuentran en manos de los inversores, quienes tendrán la ardua tarea de decidir cuál de ellos merece su respaldo —anunció, su tono formal y medido. Con un gesto, indicó a los servidores que distribuyeran los documentos necesarios.El ambiente en la sala cambió drásticamente. Los murmullos se reanudaron, esta vez con un matiz de nerviosismo. Los representantes de las familias más influyentes intercambiaron miradas tensas, conscientes de que el desenlace de esta licitación podría alterar el equilibrio de poder en la ciudad. El nerviosismo era palpable, como una cuerda tensa a punto de romperse.En una esquina del salón, la familia Arden permanecía firme. Balthazar Arden, el patriarca, se sentaba con una expresión impenetrable, su mirada fija en el frente mientras sus pensamientos corrí