Mientras caminaba por los pasillos del palacio, los ecos de su infancia seguían persiguiéndolo, pero también lo impulsaban hacia adelante. Había pasado demasiado tiempo en la sombra de Kereem, permitiendo que su hermano menor dictara las reglas del juego. Pero eso estaba a punto de cambiar.Por su parte, Kereem permaneció en el salón, observando la puerta por la que Alexander había salido. Había algo en la mirada de su hermano que no podía sacarse de la cabeza. Aunque no lo admitiría en voz alta, una parte de él sentía una leve punzada de incertidumbre. ¿Y si Alexander realmente tenía lo necesario para superar las expectativas? ¿Y si su estrategia, a pesar de ser diferente, era la que les daría la victoria?El pensamiento lo incomodó, pero también lo motivó a redoblar sus propios esfuerzos. Si algo caracterizaba a Kereem, era su necesidad de ser el mejor, de demostrar que era el digno heredero del trono y del favor de su padre.Mientras ambos príncipes se preparaban en silencio para l
El día finalmente llegó, un día en que todos aquellos que confiaban en sus proyectos y habilidades acudieron al palacio con la esperanza de asegurar su futuro. La entrada, con su imponente fachada antigua, había sido transformada por la meticulosa mano de Zulema Mequillam. La concubina del rey había esmerado en decorar el lugar de una manera sofisticada y moderna, logrando un equilibrio perfecto entre lo clásico y lo contemporáneo. La atención al detalle era evidente en cada rincón, desde los arcos adornados con flores frescas hasta las lámparas de cristal que reflejaban la luz en un espectáculo de colores.Los invitados y los inversores quedaron maravillados ante el despliegue de elegancia. Zulema, con su porte majestuoso, se encargaba de recibir personalmente las tarjetas de aquellos que ya estaban en la lista de invitados, asegurándose de que todo estuviera bajo control. Nada parecía quedar al azar. Cada asistente era consciente de lo que estaba en juego, no solo el prestigio, sino
Salim hizo una pausa breve antes de continuar, permitiendo que el peso de su mensaje calara en los corazones de todos los presentes.—A continuación, daremos comienzo a la licitación. Los proyectos ya se encuentran en manos de los inversores, quienes tendrán la ardua tarea de decidir cuál de ellos merece su respaldo —anunció, su tono formal y medido. Con un gesto, indicó a los servidores que distribuyeran los documentos necesarios.El ambiente en la sala cambió drásticamente. Los murmullos se reanudaron, esta vez con un matiz de nerviosismo. Los representantes de las familias más influyentes intercambiaron miradas tensas, conscientes de que el desenlace de esta licitación podría alterar el equilibrio de poder en la ciudad. El nerviosismo era palpable, como una cuerda tensa a punto de romperse.En una esquina del salón, la familia Arden permanecía firme. Balthazar Arden, el patriarca, se sentaba con una expresión impenetrable, su mirada fija en el frente mientras sus pensamientos corrí
Los inversores, aunque sorprendidos por la interrupción, escucharon con atención. La claridad y la pasión con la que Alexander presentaba su idea eran innegables, y algunos de ellos comenzaron a intercambiar miradas, reconsiderando sus posiciones iniciales.Desde su asiento, Balthazar Arden observaba con una mezcla de cautela y admiración. Sabía que Alexander no era alguien a quien subestimar, y la determinación del joven príncipe le recordaba la propia ambición que había llevado a la familia Arden a alcanzar su posición actual.Celeste, por su parte, sentía un nudo en el estómago. Sabía lo que significaba este enfrentamiento para su familia, pero también había visto la dedicación de Alexander. Había algo en su voz, en su forma de expresarse, que la conmovía de una manera que no podía ignorar.Cuando Alexander terminó su presentación, el salón quedó sumido en un silencio expectante. Los inversores, con semblantes pensativos, volvieron a reunirse para deliberar. La tensión en el aire e
Celeste, quien hasta ese momento había intentado mantener una apariencia serena, sintió el pánico apoderarse de ella. Ibrahim, su hermano, y Tabat, su fiel amigo, se apresuraron a protegerla. Los tres habían planeado su escape desde el momento en que la situación comenzó a deteriorarse. Intentaron abrirse paso entre la multitud hacia una de las puertas laterales, esperando encontrar una salida antes de que la situación se complicara aún más.Sin embargo, antes de que pudieran cruzar la puerta, un grito potente resonó en el salón.—¡Si cruzas la puerta, juro que jalaré del gatillo! —amenazó Alexander, su voz cargada de determinación.Todos se detuvieron en seco. Alexander, el príncipe primogénito y heredero al trono, estaba de pie con una pistola en mano, apuntando directamente hacia Balthazar, el patriarca de la familia Arden. Su mirada fría y calculadora hacía honor a su reputación en el reino como el "demonio", un hombre conocido por su implacable dureza y falta de piedad.Celeste,
Alexander entró poco después, dejando la puerta tras él entre abierta. La miró con una intensidad que la hizo estremecer, pero mantuvo su postura firme, dispuesta a no mostrar debilidad.—Celeste —dijo Alexander, su voz suave pero firme —Ahora que estás aquí, podemos hablar. No quiero hacerte daño, pero necesito respuestas —Se acercó a ella, sus ojos reflejando una mezcla de curiosidad y desafío.Celeste lo miró, intentando descifrar sus intenciones. Sabía que no podía confiar en él, pero también comprendía que no tenía otra opción que jugar sus cartas con cuidado.—¿Qué quieres saber, príncipe Alexander? —preguntó una vez más, su voz temblorosa pero decidida.Alexander sonrió ligeramente, como si disfrutara del desafío que ella le presentaba.—Todo, Celeste. Quiero saber todo. —Se acercó un paso más, sus ojos fijos en los de ella.La joven respiró hondo, preparándose para lo que venía. Sabía que el camino que tenía por delante no sería fácil, pero estaba decidida a enfrentarlo con va
—Damas y caballeros, después de un examen exhaustivo y una comparación detallada de ambos proyectos, hemos llegado a una conclusión —anunció, atrayendo la atención de todos —El proyecto presentado por la familia Arden, aunque inicialmente atractivo, ha sido revelado como una mera réplica del proyecto original del príncipe Alexander. Esto constituye un grave fraude, una violación de la integridad que valoramos en esta licitación.Un silencio pesado se instaló en la sala mientras el hombre continuaba.—Por lo tanto, hemos decidido otorgar la licitación al príncipe Alexander, cuya propuesta original no solo demuestra innovación y viabilidad, sino también un profundo compromiso con el bienestar de nuestro reino.Una oleada de murmullos recorrió el salón, algunos de alivio y otros de indignación. Alexander, de pie al lado de sus hermanos, inclinó la cabeza en señal de agradecimiento, aunque sus ojos permanecieron fijos en Balthazar Arden.Balthazar, con el rostro endurecido, se levantó de
Faris la observó, su mirada suavizándose.—No pude quedarme sin hacer nada. Sé que lo que hiciste fue incorrecto, pero no puedo ignorar lo que siento.Celeste lo miró fijamente, percibiendo la vulnerabilidad en sus palabras. Una idea empezó a formarse en su mente. Sabía que Faris podía ser su única esperanza de escapar.—Príncipe Faris, no soy la persona que crees. Todo esto ha sido un malentendido —comenzó, su voz temblando ligeramente —No quería hacer daño a nadie. Solo... Solo buscaba una manera de proteger a mi familia. Ahora estoy atrapada aquí, y si no me ayudas, temo lo peor.Faris frunció el ceño, dudando, pero la sinceridad en su voz lo conmovió.—¿Qué quieres que haga? —preguntó finalmente.Celeste se inclinó hacia él, sus ojos brillando con esperanza.—Necesito salir de aquí. Si puedes darme las llaves para salir del palacio, prometo que nadie sabrá que fuiste tú quien me ayudó. Solo quiero regresar con mi familia y evitar una guerra innecesaria.Faris vaciló, su mente luch