No iba a rendirme tan fácilmente. Todos merecíamos vivir y ser felices, así que íbamos a luchar por eso.

Tamia, Nicole y Linda se adelantaron, saltaron al aire y cayeron sobre los lobos grises, rompiéndoles la espalda y dejándolos fuera de combate. Kaira estaba cubierta de sangre y sus ojos brillaban de la furia. Entonces, me di cuenta de que no teníamos de qué preocuparnos.

La loba de mi madre, Elsa, era gris y majestuosa, peleaba junto al lobo blanco de Erik, era tan blanco como la mía. Se movía rápido, parecía como si parara el tiempo, demostrando la velocidad de un verdadero Stepanov.

Chloe, la loba de Susan, mantenía su posición y era más rápida de lo normal. Su pelaje estaba manchado con sangre, que por suerte no era suya. Estaba canalizando bien su rabia.

Todos luchábamos, por lo que la adrenalina de matar a todos me invadió. La velocidad de Aurora era inigualable, nuestra fuerza era imparable, así que pronto noté que los lobos evitaban enfrentarse a mí. Sin embargo, no los deja