El Lado Oscuro del Destino
El Lado Oscuro del Destino
Por: Karima Sa'ad Usman
Capítulo 1
~ Tamia ~

Nunca olvidaré la noche en la que mi maravillosa vida se convirtió en un completo desastre. No puedo sacar de mi mente el momento en que todo cambió.

Mi esposo y yo fuimos a una fiesta a la que no quería asistir, pero Casper, un beta amigo de Leo, era el anfitrión y él estaba decidido a honrar su invitación a toda costa.

Debí haberle suplicado un poco más que nos quedáramos en casa, pero quería ser una esposa comprensiva, así que decidí seguirlo y ese fue mi peor error.

Leonardo Albert era mi esposo y el alfa de la Manada de la Montaña, lo que me hacía ser conocida como Tamia Albert, la Luna de la manada.

Leonardo me eligió para ser su Luna cuando tenía diecinueve años. En realidad, empezamos a salir cuando yo tenía diecisiete y él veintiuno, aunque no llegamos a la intimidad física, ya que, aún no tenía la edad para eso, nos enamoramos de todos modos y juramos permanecer juntos.

Muchas de las mujeres de la manada me odiaban porque él solo tenía ojos para mí y no es que yo fuese la más hermosa, de hecho, no era ni la mitad de bonita que las demás, pero él se enamoró a primera vista de mí.

Le encantaban mis ojos verdes, al punto de llamarme su reina esmeralda, lo cual aumentaba mi confianza, ni siquiera le gustaba que me vistiera de manera provocativa o que usara maquillaje, así que simplemente accedí a obedecerlo en eso.

En el momento en el que Leo se convirtió en el alfa de la manada me escogió como su Luna. Sus padres habían decidido dejar el puesto y viajar, como solían hacer todos los alfas una vez que cedían el rol a sus sucesores.

Por mi parte, ejercía el rol de Luna con orgullo y cumplía con todos mis deberes a cabalidad; era una guerrera entrenada, así que la manada siempre quedaba en buenas manos cuando Leo debía salir a cumplir sus misiones.

Después de cinco años felizmente casados, tenía veinticuatro años y Leo veintisiete. Lo amaba con todo mi corazón y él me amaba de forma recíproca, por lo que no tenía duda alguna de que nada ni nadie podría interponerse entre nosotros, o eso era lo que pensaba en ese momento, hasta aquella fiesta en la que mi vida se puso patas arriba.

Estábamos sentados en una mesa reservada solo para los dos, cuando Leo sé volteo y desgraciadamente la vio.

Tenía el cabello largo, lacio y oscuro, ojos azules, labios rojos y carnosos, una hermosa piel bronceada y un cuerpo de reloj de arena con proporciones perfectas en comparación al mío en forma de pera.

"Leo, Leo", lo llamé suavemente, pero no respondió. Sus ojos estaban fijos en ella, la hermosa mujer con el vestido de terciopelo azul.

Toqué suavemente su mano y él se tembló ligeramente como si estuviera en trance.

"¡Tamia!" Me respondió tratando de calmarse y le devolví una sonrisa.

"Amor, deberíamos irnos a casa, no me siento muy bien", mentí, tratando de sacarnos de esa situación, pero sus ojos ya estaban fijos en ella y ahora, la mujer lo estaba mirando. Parecían perdidos en las miradas del otro. Entonces, mi corazón comenzó a latir más fuerte. No quería creerlo, pero sabía lo que acababa de pasar: Mi esposo había encontrado a su pareja destinada y esa no era yo.

"Leo, vámonos a casa", dije con determinación, pero con un toque de miedo en mi voz. Un miedo que no podía disimular.

Justo entonces, Casper, su beta, se acercó a nosotros; era el anfitrión y mejor amigo de Leonardo.

"Alfa, ¿Tamia y tú están disfrutando la noche?", preguntó, yo tiré de la mano de Leo para que Casper no notara que estaba embelesado mirando a alguien más.

"Casper", dijo mirando a su amigo y asintiendo. "¿Quién es ella?" Preguntó, curioso.

Casper me miró, ya que, lo que Leo acababa de hacer era una falta de respeto hacia mí. Tragué saliva y miré hacia otro lado, no sabía qué decir. Él no había hecho nada aún, pero sabía que podría hacerlo pronto.

"Es la hija del Alfa Ramzey, de la Manada del Bosque Blanco. Acaba de regresar de estudiar en el extranjero. Su nombre es Amanda Richford", respondió Casper y Leo asintió, repitiendo su nombre.

El Beta se sintió incómodo y decidió excusarse, yo solo sonreí y lo dejé marcharse.

Permanecí en silencio sin saber que hacer, en efecto, no había nada que decir. Solo tenía que esperar para ver como actuaria mí esposo, dudaba que Leo tirara por la borda nuestros cinco años de matrimonio, además, nos habíamos elegido y declarado amor mutuamente. Destinados o no, éramos una pareja.

También sabía muy bien que, si me rechazaba a mí y a nuestro vínculo, debilitaría a su lobo, y no querría hacer eso, por lo tanto, no lo haría. También sabía que no la rechazaría por la misma razón; todos los alfas valoran su fuerza y temen situaciones que los debiliten.

Si fuera un miembro normal de la manada, yo habría tenido el poder y el derecho de rechazarlo y marcharme, pero era el alfa.

Bebí un poco de vino y traté de fingir que no me molestaba.

"Discúlpame Tamia", dijo levantándose y no me molesté en preguntarle a dónde se dirigía, sabía que iba a hablar con ella. La vi caminar hacia el balcón y él la siguió.

Tuve la idea de seguirlos para escuchar su conversación, pero las lágrimas corrían apresuradas por mi rostro; tenía demasiado miedo de saber de qué estaban hablando, así que me quedé en mi asiento y bebí un poco más de vino.

Leo no regresó a sentarse conmigo.

Después de estar sola durante una hora, decidí que era mejor irme a casa, pero usar el carro no era una opción.

Mi loba, Kaira, se sentía adolorida, así que tan pronto como caminé lo suficientemente lejos, cambié de forma y decidí correr a casa.

"Tamia, ¿qué haremos? Él es nuestro, nos eligió y nosotras a él", mi loba estaba llorando afligida, pero no sabía qué decirle por qué sentía el mismo dolor. El trauma de percibir todo lo que estaba pasando a mi alrededor era abrumador.

Debí haberme preparado para esto, pero él me prometió que estaríamos juntos sin importar lo que sucediese, y justamente porque me lo había asegurado, ver cómo me traicionaba ahora, realmente dolía.

Imágenes de ellos dos pasaban velozmente por mi mente y las lágrimas corrían por mis mejillas. Lloré mucho y también aullé, no quería regresar a casa.

También deseaba encontrar a mi pareja destinada de alguna manera y que él hiciera desaparecer todo este dolor, pero sabía que eso ya no sucedería. Estaba ligada a Leo y él a mí hasta que me rechazara, algo que sabía que no haría. No querría dejarme ir porque yo equilibraba su fuerza.

Por cómo se veía Amanda, se notaba que no era material de Luna, pero era la hermosa y educada hija de un Alfa, tal vez incluso tenía sangre de Alfa. En comparación con mis genes delta, ella resultaba siendo mucho mejor. Sabía que no tenía ninguna oportunidad. Leo me haría compartir mi posición, tal como lo habían hecho otros Alfas en su lugar.

Leo y yo habíamos construido la manada juntos y habíamos expandido extensamente nuestro territorio, luchando hombro a hombro durante cinco años.

Pero si decidía rechazarme por estar con ella, me iría con las manos vacías porque yo no era un alfa. No sabía qué pasaría, pero no veía un final feliz para mí.

Mientras corría, Kaira y yo sentimos un dolor agudo en nuestros corazones, no necesité pensarlo mucho para entender qué era lo que estaba pasando. Leo y yo estábamos unidos a través de nuestro vínculo, así que sentiría dolor si él llegaba a tocar íntimamente a alguien más.

Había visto a mujeres con esposos infieles experimentar esto y como su Luna, las había aconsejado, pero ¿quién me aconsejará a mí y me ayudaría a sobrevivir esto? No tenía familia, ni amigos verdaderos, Leo era lo único que tenía, ¿cómo lidiaría con esto?

"¡Maldito seas! Leo, ¡maldito seas carajo!", grité mientras Kaira aullaba a la luna creciente en el cielo, ¿por qué el destino quiso jugarnos esta mala pasada?

Corrí a lo profundo del bosque y lloré, de hecho, me quedé allí un rato antes de decidir regresar a casa. Entré a nuestra casa desnuda y noté a Leo en el sofá con una bebida en la mano; me miró y supo instantáneamente que ya lo sabía.

"Tamia", dijo, pero negué enojada.

"¿Cómo pudiste hacerme esto Leo? Lo prometiste. Dijiste que, si alguna vez sucedía, la rechazarías, dijiste que yo era suficiente, ¡me lo prometiste!" Le reproché.

Esa fue la única razón por la que entrené tan duro para ser una guerrera y luchar a su lado; si su lobo se debilitaba, yo equilibraría su fuerza.

Él se quedó en silencio, no había nada que pudiera decir para defenderse. Lo dejé en la sala de estar y fui a tomar un baño.

Me quedé en el agua durante más de una hora, hasta que se enfrió, y de allí fui a la cama, pero di vueltas toda la noche. No sabía qué hacer.

El rechazo no era una opción para mí, estábamos unidos y no podía simplemente alejarme, sin pensar en todo el esfuerzo que había puesto para que esta relación funcionara: tiempo, sangre, sudor y lágrimas para construir la manada y pasar cinco años juntos.

Gracias a nuestro mutuo esfuerzo, nuestra manada estaba en la cima de la región. ¿Cómo podría alejarme de eso? Incluso si decidiera empezar de nuevo, ninguna manada me aceptaría si dejara al alfa; sencillamente estaba condenada.

No tenía otra opción que hacer más que esto funcionara pero, ¿cómo podría cuando él ni siquiera lo intentaba?

"Tamia", dijo Leo cuando se acostó a mi lado. "Lo siento, Tamia. De verdad lo siento mucho, pero necesitaré un tiempo para decidir", dijo.

Sus palabras me hirieron tan profundamente que lo hubiera apuñalado si pudiera. Habría enterrado una daga de plata en su corazón, pero eso no le infringiría ni la mitad del dolor que sentía en ese momento.

"¿Tiempo?" Pregunté sentándome. "¿Cómo te atreves a pedirme tiempo, Leo? Me lo prometiste. Fue a mí a quien elegiste, ¿qué demonios quieres que haga entonces? Sabes que no puedo simplemente irme, no puedo unirme a otra manada y nadie querría estar con una loba que ya ha sido elegida y apareada. Leo, ¿dónde quedo yo? ¿Qué hay de mi vida, mi amor y mi felicidad? ¿Dónde me deja esto? ¿Dónde?" le grité, al borde de las lágrimas.

Se sentó y trató de abrazarme, pero me alejé de él. Estaba enojada, disgustada y furiosa.

"Por favor, dame tiempo; eres mi esposa y la Luna de la manada, eso no va a cambiar, ni siquiera por una pareja destinada. Por favor, solo necesito tiempo, solo tengo que saber qué hacer. La atracción es fuerte; quería arriesgarme al dolor y rechazarla, pero la deseo aún más. No puedo explicártelo y no espero que lo entiendas, pero por favor, Tamia, dame tiempo", suplicó.

"¿Y entonces qué se supone que haga cuando te la estés cogiendo?" Le pregunté con ira y desprecio en mi voz.

"No lo haré", dijo, y yo me reí dolorosamente.

"Pero lo hiciste, lo hiciste esta noche y lo sentí todo." Repliqué y él se quedó callado. No necesitaba ser una adivina para saber lo que pasaría.

Definitivamente, la suerte no estaba a mi favor.
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