Miré a Avery sorprendida, ella también me miró.

"No voy a dejar que esta perra siga diciendo estupideces." Dijo a modo de explicación, haciéndome reír.

Amanda seguía gritando porque la plata estaba quemándole su carita, que ya no iba a ser tan bonita después de eso.

Tomé agua limpia y le lavé la cara con cuidado, quitándole los restos de plata, mientras sus lágrimas caían como si fuera una cascada cristalina, pero no sentí ni una pizca de lástima.

"Ahora que ya te diste cuenta de cómo es a las malas. Nos vas a decir quién es tu Rey y todo lo que sabes de él, para que te mandemos a la cárcel o, te torturamos hasta que te mueras. ¡Tú decides! Pero recuerda que, cada vez que digas algo estúpido que no responda a la pregunta que te hacemos, te vamos a echar agüita, y cada vez, voy a demorarme más tiempo en quitarte la plata. ¿Entendiste querida?" Le pregunté.

Ella asintió rápidamente, todavía trataba de recuperarse del dolor. Las cadenas que llevaba le impedían sanar, así que la herida ib