Y llegó la noche y ésta era joven. Siguiendo un hilo despierto, Pedro dio la idea de seguir la fiesta en un sitio nocturno. No todos se emocionaron con la idea, pero aquella frase de que la vida era una quinceañera, hacía que valiera la pena todo.
–¿Y si vamos a bailar?
Eso era todo lo que había que preguntar. Canela se emocionó de inmediato cuando su propuesta gustó a los demás. Ella andaba en sandaias de corcho, falda de jean corta, el traje de baño bajo sus prendas y comenzó a caminar hacia delante tomada de la mano de su novio, haciendo mover sus caderas.
Romer adoraba una fiesta, pero siempre asistía a los mismos lugares de confianza en Maracaibo. En ese momento no se sentía cómodo yendo a un sitio nocturno desconocido con Canela. Le rogó a Dios paciencia. Jamás se había preocupado por ninguna mujer. Los celos no eran su fuerte, ni siquiera sabía manejarlos bien.
Odiaba que los demás tipos la miraran. Quería acabar con las sonrisas deseosas de los hombr
Romer tenía el rostro compungido. Un olor a aceite quemado con una mezcla de incienso socavaba su cordura. Eran dos olores muy diferentes, pero no por la diferencia de esencias. Uno de ellos parecía más real que el otro. Miró sus pies, los cuales estaban descalzos y sucios, buscó cerca las botas que siempre cargaba sin encontrarlas por ningún lado. Suspiró con frustración y miró al frente. Una gran pared de concreto gris limitaba su espacio, pero al adelantarse unos metros, observó que a su izquierda el camino seguía. No entendía muy bien donde se encontraba, pero por alguna razón, debía seguir por allí.Caminó varias horas, parecían días caminando sin llegar a ningún lado. Cruzaba por las esquinas con la esperanza de salir, pero nada le indicaba que aquello ocurriría. De repente, escuchó una risa. Sabía quién era y significó música para sus oídos. Sonrió de forma tierna y siguió la ligera carcajada. Con los ojos bien abiertos, divisó a lo lejos una figura de mujer. Canela. Gr
En ese momento sonó el celular de Romer. Éste se disculpó y fue a atender la llamada.Canela tampoco era tonta. Sabía que las confesiones referentes a Carlos y ella, habían molestado de alguna forma a Aragón. Que los celos pululaban en su cabeza a la par de la amistad y el nivel de profesionalismo que debía conservar ante él. Entre todas esas cosas, por un momento llegó a preguntarse si a Romer le afectaba el hecho de pertenecer a medias, dentro de aquel círculo familiar. En cualquier momento trataría ese tema con él.–Wow…Canela arrugó las cejas en desconcierto al escuchar el susurro de Ana Luisa. La chica se había acercado en confidencia y le había manifestado que algo cercano a ellas, era digno de admirar.–¿Qué… Qué es?Ana Luisa señaló con los labios hacia la posada. Canela dio la vuelta y lo que vio, hizo que el corazón diera un salto. Sin palabras… solo podía mirar el punto exacto, mientras la novia de Pedro se daba cuenta de aquella reacción.
Aragón tomó a Carlos de la camisa y le propinó un nuevo golpe, mucho más fuerte que el anterior. Esta vez el primo de Canela se defendió, empujando a Romer hasta caer sobre él en la arena. Le golpeó la cara casi tan fuerte como él mismo lo había sentido. Romer giró a ambos hasta ponerse encima y con ambas manos, sostuvo a Carlos de la camiseta.–¡Jamás la palabra Follar saldrá de tu boca cuando hables de Canela! ¡Jamás! –Carlos lo miraba con ojos desorbitados–. Te aprovechaste de ella, ¡admítelo!Carlucho tenía el rostro desfigurado por la rabiosa sorpresa de encontrarse en aquella situación.–Canela se merece que la cuiden, no que la jodan –exclamó Romer dando otro golpe, el cual falló terminando su puño en la arena. Lo que le permitió a Carlos girarse y alejarse del administrador.–¡Ya está bien! –gritó Carlos, levantándose. Aragón lo siguió–. No hace falta que nos matemos. Y menos hoy –dijo, señalando la lejana posada, tratando de mejorar su respirac
Año 1999–Me estoy volviendo loca con estos exámenes, voy a necesitar un gran favor tuyo, Fau.–Cani, ¡Cálmate! Respira profundo y dime.–¿Hoy tienes curso de inglés?–Yes.–Muy bien. Voy a necesitar que tu chofer vaya a buscar a una amiga y a mami en el aeropuerto. Ellas están en Caracas, así que deben estar llegando… a eso de las 7:00 PM.–Pero salgo a las ocho ¿Y qué pasó con tu galán? ¿No puede ir él? ¿Y tío?Canela suspiró.–Si ellos pudieran ir, ya les hubiese dicho, Faustina. Parece que pasó algo en la empresa. ¿Tu papá no te ha mencionado nada?–Nunca me dicen nada. Y bueno, no hay problema. Si llegan antes de yo culminar mis clases, mando a buscarlas. Y dime, ¿tu amiga es igual de loca que tú? –Por supuesto que sí –respondió Canela riendo.–¡Genial! Entonces, cambio y fuera.Ella estaba muy ansiosa. Romer, enterado de aqu
Romer atendía a los invitados. A la casa, asistieron unas amigas de Nereida, convocadas por la madre de Carlos, quien también se encontraba entre los presentes; Josué de vez en cuando, se encerraba en su despacho con sus propios pensamientos y nervios. Su hermano Manuel, Carmen y Fedra, lo mantenían vigilado. El administrador aparentaba sentirse cómodo ante los demás, con una sonrisa de expectación por la espera de su novia y en confidencias con los más cercanos para sacar a Josué del encierro y hacerlo sentir bien. Aragón se mostraba con aquel espectacular traje azul oscuro y su corbata color claro… un look mitad de Carlos y mitad de él.Canela por su parte, miraba todo desde otro plano; uno muy concentrado en calmarse. Se colocó un vestido sencillo y corto color gris plomo, el cual mostraba sus largas y estilizadas piernas las cuales culminaban en unos bellos zapatos del mismo tono de su traje. Aquella prenda servía de distracción para los ojos de Aragón. Una es
Canela estaba sentada entre Alma y Nereida, viendo cómo los demás se divertían, bebían y bailaban. Las risas y los chistes marabinos cubrían todo el espacio.–Mamá –susurró la joven.–Dime, hija. –Nereida se giró para mirarla.–¿Irás a Margarita a visitar a la Tía Lu?Nereida hizo una pausa antes de contestar.–Sabes que ella y yo no nos hablamos.–Pero ella te extraña.Nereida frunció los labios.–¿Te lo dijo?–No, pero yo lo sé.–Jm. –La madre de Canela volvió a su posición original en el asiento–. Me parece raro que sea a mí a quien extraña.Canela frunció el ceño. Haría la correspondiente pregunta, pero fue interrumpida por Alma.–Nena, ¿será que puedo salir un momento? –preguntó la mexicana.–Claro, por supuesto. Acompáñame. Es por acá. Permiso, mamá.La mencionada asintió. Ambas jóvenes se levantaron y se dirigieron a la cocina. En ese instante, Carlos y Romer entraban a la casa.–¿Está t
En la mañana siguiente, Canela se despierta con las sábanas pegadas a la cara y vio a Alma dormida a su lado. Tocó ligeramente su rostro y sonrió enternecida. Sin querer despertarla, ya que sabía que lo hacía tarde y debía estar cansada por el vuelo, se dirigió al baño, se dio una ducha y lavó sus dientes. Se vistió con un jean y una camiseta, guardó alguna de sus cosas en una pequeña cartera bandolera, y salió de la habitación casi en puntillas.Al bajar, vio a Fedra desayunando en la mesa, sola.–Buenos días, ¿te sientes bien? –preguntó la madre de Romer.Ella asintió lentamente.–¿Mis padres?–Josué está en el despacho. Creo que Nereida está con él. Pero siéntate y desayuna algo, linda.Canela obedeció y tomó apenas un poco de jug.:–Señora Fedra…–No, no, no, no, nada de señora. Dime solo Fedra. Ya te lo he dicho.Canela sonrió.–Quiero preguntarle acerca de Dina. –Fedra la miró, atenta–. ¿Cómo es ella?La madre d
–¡Suéltame!Aragón alzó las manos en disculpa, ya cuando se encontraban dentro de la vivienda. Romer la miró preocupado.–¿Estás bien?–Es que… Estoy sorprendida, la trataste como si ella fuese una niña de ocho años. ¡Es que ni siquiera se tratan así a los niños de ocho años!Romer se agarró su cabello con las manos.–¡En mi sano juicio! Y créeme que lo digo con la mayor sinceridad… En mi puto sano juicio jamás hubiese concertado un encuentro entre ustedes dos. ¡Jamás!Canela no cerraba la boca y sonreía en desconcierto.–Es… Ella es… ¡Es hermosísima! Pero es… es horrible a la vez. Es…–Canela.–Vine hasta aquí para conversar contigo, ni recordaba que ella vivía en este edificio.–Ya te lo había dicho.–Sí, sí. Ya, ya.Canela asintió con gesto obvio e hizo silencio. Caminó alrededor de los muebles y observó cada cosa. Se detuvo detrás del más grande, apoyando sus manos en el espaldar.–Un apartamento de so