Capitulo 48

El sol de la bella Italia, un sol dorado y fragante a jazmines, se filtraba entre las hojas de los cipreses del cementerio, despertando a Calvin de su letargo. Yacía aún sobre la lápida de su padre, el cuerpo pesado, entumecido por el frío de la piedra. El roce de una escoba contra el suelo lo hizo desperezarse. Un anciano de rostro curtido, arrugado como una pasa, y manos callosas, lo observaba con paciencia.

—Buenos días, señorito —le dijo con voz suave, no quería asustarlo.

Calvin se levantó, desperezándose. La rigidez en su espalda le recordó la incómoda postura de la noche anterior. Sin mediar palabra, con la mirada perdida en el horizonte, se dirigió hacia su coche, un elegante deportivo negro que contrastaba con la sobriedad del lugar.

El rugido del motor resonó en el tranquilo cementerio, despertando a los pájaros que dormitaban en las ramas. Calvin salió del estacionamiento a toda velocidad, dejando una nube de polvo tras de sí.

Al llegar a la mansión, una construcción impone
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