Capitulo 50

El sol de la tarde bañaba los tejados de Roma con una luz dorada, mientras el sonido de las campanas de una iglesia cercana resonaba en el aire. Desde la ventana de su habitación, Marina observaba la ciudad que había sido su hogar por tanto tiempo. Dónde pasaba las mejores noches junto a sus amigas. Aunque todo había cambiado cuando Berlín regreso de Inglaterra y apareció Valentina.

Respiró hondo y con pasos firmes, salió de su habitación y caminó por el pasillo hasta la sala, donde sabía que encontraría a su tía. Lucrecia, como siempre, estaba sentada en el sofá leyendo una revista.

Cuando Marina entró, ella levantó la vista y le dedicó una mirada inquisitiva.

—¿Todo bien, querida? —preguntó, dejando la revista a un lado.

Marina asintió, usando su mejor cara de lamento.

—Tía… necesito hablar contigo.

Lucrecia la miró con atención.

—Te escucho.

Marina tomó aire, sus ojos vidriosos por las lágrimas que amenazaban con salir, decidió ir directo al punto.

—Me voy. He decidido regresar con
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