El salón estaba casi listo. La decoración en tonos marfil y dorado cubría cada rincón, los arreglos florales perfumaban el ambiente, y las luces cálidas daban un resplandor mágico. Valentina recorría el lugar con los brazos cruzados sobre el pecho, sintiendo una mezcla de emoción y ansiedad. Todo estaba saliendo según lo planeado.—Se ve hermoso, ¿verdad? —preguntó su madre, mientras ajustaba los últimos detalles del vestido, alisando con delicadeza la tela blanca.Valentina asintió con una sonrisa temblorosa, sus manos aferrándose al borde de su falda como si necesitara anclarse a algo.—Sí… Es perfecto —susurró, dejando que su mirada recorriera su reflejo en el espejo.El vestido caía con una elegancia etérea, ajustándose a su figura de manera impecable. Las delicadas aplicaciones de encaje parecían bordadas con hilos de luna, y el velo traslúcido le daba un aire casi irreal. Pero lo que más la conmovía no era el vestido en sí, sino el significado detrás de él.—Estoy muy feliz, aun
El amanecer trajo consigo una luz dorada que se filtraba por las ventanas, iluminando la enorme casa donde se ultimaban los preparativos para el gran día. El aire estaba impregnado con el dulce aroma de las flores frescas y el sonido de pasos apresurados llenaba los pasillos.En la habitación de su apartamento, Valentina despertó con el corazón latiendo con fuerza. Parpadeó varias veces antes de asimilar dónde estaba y lo que aquel día significaba. Un suspiro tembloroso escapó de sus labios. "Hoy es el día… Hoy me convierto en la esposa de Benjamín"—¡Despierta, dormilona! —canturreó Jazmín, mientras entraba a la habitación con una taza de café en la mano.—Ya estoy despierta —respondió Valentina con una sonrisa somnolienta, incorporándose lentamente.—Pues te advierto que a partir de ahora no tendrás ni un minuto de descanso. Mamá, tu mamá y las damas de honor están en la mansión terminando los últimos detalles. Y aquí —le pasó la taza de café—, esto te ayudará a sobrevivir.Valentin
Flashback El sol apenas comenzaba a teñir el cielo con destellos dorados cuando, en la gran casa de Laura, la actividad era frenética. Entre flores, vestidos y últimos preparativos, nadie notó la llegada del auto negro que se estacionó con discreción frente a la entrada trasera.El conductor, un hombre de traje oscuro y rostro serio, descendió del vehículo con calma y se acercó a la puerta de servicio. Golpeó suavemente, esperando con paciencia.La puerta se abrió y apareció Lourdes, la joven encargada de ayudar con los niños y la casa. Al verlo, frunció el ceño con curiosidad.—¿Puedo ayudarlo?—Soy el chofer —respondió el hombre con voz firme, mostrando un gesto impaciente—. Me enviaron para llevar al niño con su madre antes de la ceremonia.Lourdes parpadeó, sorprendida.—¿Con la señorita Valentina?—Sí. Me pidieron que lo lleve al apartamento donde está esperando. Quieren que pase un rato con ella antes de la boda para calmar sus nervios.Lourdes dudó por un momento. No recordaba
La noche estaba oscura y el aire helado parecía arrastrar un presagio funesto. Valentina avanzaba con cautela por el camino de tierra, sus pasos resonando entre el silencio. Su vestido pesaba un poco, sus pies dolían por los zapatos, pero a ella solo le importaba su hijo. Había seguido las indicaciones que recibió de Marina, con el corazón, latiéndole en el pecho como un tambor de guerra. Frente a ella, una bodega vieja y olvidada se alzaba como una sombra en medio del terreno baldío. La madera podrida y el óxido en las bisagras le daban un aspecto aterrador, pero Valentina no dudó. Empujó la puerta y entró. Dentro, el olor a humedad y encierro la golpeó de inmediato. La luz era escasa, apenas proporcionada por un par de velas temblorosas colocadas en esquinas estratégicas. Y entonces lo vio. —¡Valerio! —exclamó Valentina, corriendo hacia él. El niño estaba en un rincón, abrazado a sí mismo, con los ojos hinchados de tanto llorar. Su pequeño cuerpo temblaba, sacudido por solloz
El murmullo en la iglesia se intensificó cuando la gran puerta de madera se abrió de golpe. Todos los invitados, vestidos de gala y con sonrisas expectantes, se pusieron de pie. Creían que finalmente la novia había llegado.Pero cuando la silueta de Marina apareció en el umbral, la expectativa se transformó en asombro. Un murmullo inquieto recorrió las bancas.Benjamín, de pie en el altar, sintió cómo un escalofrío le recorría la espalda. Su rostro palideció.—No puede ser… —murmuró, sintiendo el peso de la mirada de Marina sobre él.Marina avanzó lentamente, con el vestido que claramente usaría Valentina. Haciendo juego con la pureza de la decoración blanca de la iglesia. Sus tacones resonaban en el suelo con un eco amenazante.La madre de Benjamín llevó una mano a la boca. El sacerdote dio un paso atrás, confundido. La novia sin duda no era ella.—¿Qué haces aquí, Marina? —preguntó Benjamín con voz tensa.Ella se detuvo frente a él y sonrió con frialdad.—Vine a que tomes una desici
Varios gritos de pánico estallaron al instante. Algunas personas retrocedieron de golpe, otros se lanzaron al suelo, mientras un murmullo aterrorizado recorría la iglesia como una ráfaga de viento helado. Berlín se interpuso de inmediato entre Valentina y Marina, con los músculos tensos, el rostro endurecido y los puños listos para actuar si era necesario.La atmósfera se volvió sofocante. El eco de los jadeos y murmullos temblorosos llenaba el espacio entre los bancos, mientras el brillo dorado de los candelabros oscilaba levemente con el movimiento de la gente.—¡Marina, suelta eso! —ordenó Benjamín, su voz grave y helada. Dio un paso hacia ella, con el cuerpo en tensión, listo para lanzarse.Pero Marina no lo escuchó. Sus ojos, inyectados en furia y desesperación, estaban clavados en Valentina. Su mano temblaba, pero el arma seguía firme, el cañón brillando bajo la tenue luz de la iglesia.—Tú… ¡Tú lo arruinaste todo! —su voz era un torbellino de rabia y tristeza, cargada de odio
Las luces rojas y azules parpadeaban contra las paredes de la iglesia mientras los paramédicos irrumpían con una camilla y un maletín de emergencia. Berlín se apartó de Laura, con las manos cubiertas de sangre y el rostro desencajado.—Tiene una herida profunda en el abdomen, ha perdido mucha sangre —dijo Berlín mientras uno de los paramédicos lo apartaba suavemente.Valentina, de pie junto a Benjamín, no decían nada. Solo miraban a Laura, su pecho subiendo y bajando con dificultad, sus pestañas temblando sobre sus mejillas cada vez más pálidas. —Mama, aguanta —susurro Valentina, inclinándose hacia ella mientras los paramédicos trabajaban rápido.Uno de ellos ya le había colocado una mascarilla de oxígeno, mientras otro le insertaba una vía en el brazo.—Está perdiendo la consciencia —informó uno de los médicos.—¡No! ¡Mama, quédate conmigo! —Valentina le tomó la mano con fuerza, pero su agarre era frágil.Los paramédicos aseguraron su cuerpo a la camilla y la levantaron con rapidez.
El sol de Italia ya estaba bajo en el horizonte cuando Lucrecia recibió la noticia de que debía avisar a los padres de Marina sobre su traslado a Italia. Cosa que logró Berlín con la ayuda de Gabriel Milano. Lucrecia Se encontraba en espera de los padres de Marina, mirando sin mucho interés la calle vacía, cuando el sonido de su teléfono interrumpió su letargo. Era un mensaje de voz de Claudia, su media hermana.—Dime que paso con mi hija. Lucrecia. —se escuchó el audio con la voz de una madre muy preocupada.Lucrecia no sabía cómo responderle a su hermana, Marina prácticamente estaba bajo la tutela de ella.La vida de Marina había sido bastante complicada. Siendo hija de una media hermana de Lucrecia, con un estatus muy bajo.Claudia era hija de su difunto padre que tuvo mucho antes del matrimonio con la madre de Lucrecia. Aunque Claudia se alejó de su padre cuando se casó con la madre de lucrecia. Marina desde muy pequeña se interesó por estar incluida entre la vida de su tía lucrec