“El rey de las sombras surcaba los mares, mecido por el viento, moviéndose lentamente y con sigilo, mientras en cubierta la acción transcurría sin cesar: Las espadas se cruzaban con su tintineante sonido, la sangre por sus afiladas hojas chorreaba, algunos marineros desplomados al suelo caían. Los gritos de dolor sucumbían en lo más profundo de la tarde. Y los cañones, lo ensordecían todo.
La luz crepuscular iba menguando. Un enorme sol naranja que se hundía poco a poco en las profundidades del océano. Los últimos rayos de sol se reflejaban en sus ojos. Emily Forbes agarraba su espada con fuerza, vestida como un pirata, debajo de su sombrero su larga melena negra chorreaba, pequeños restos de sangre salpicaban su rostro.
Un giro de cabeza y aquella luz le incidía en los ojos, levantó su mano libre para evitar el resplandor, por lo que la luz se reflejó entonces en la hermosa gema violeta del brazalete.
Un sentimiento de pérdida y preocupación la albergaron, pues el brazalete de su mano se había soltado, y ahora corría por cubierta tras él. Éste se movía deslizándose aquí y allá entre la sangrienta batalla que en popa tenía lugar. Al fin, en el último instante lo agarraba, observando como el último rayo de sol en él se reflejaba, dejando paso a la noche, la luna al otro lado lo indicaba. Y era entonces cuando sucedía:
Un movimiento de espada, un sonido de hundimiento, un dolor se provocaba dentro, Emily caía al suelo, la sangre su gema salpicaba. Su sangre.”
Regalo de cumpleañosUna joven muchacha despertaba sobre su cama, sobresaltada, su rostro estaba empapado en sudor, tenía el pulso acelerado y su cuerpo temblaba. Había vuelto a tener aquel sueño, su corazón latía sobrecogido al recordar la espada hundiéndose en su interior. Tocó su pecho, justo donde la afilada hoja había penetrado, y se tranquilizó al percatarse de que no había herida alguna. Un poco más calmada suspiró, en las últimas semanas no había soñado otra cosa, cada vez que cerraba los ojos veía aquel barco de velas blancas meci&eacu
La visita de la abuela Anny Emily peinaba su cabello en su tocador, había ordenado su habitación, se había duchado, y en aquel momento, se preparaba para la llegada de su abuela.Volver a ver a verla después de tanto tiempo, era algo que nunca hubiese podido imaginar, ya pensaba que no volvería a hacerlo jamás. Podía recordar la última vez que la había visto, apenas unos días después de la muerte de su padre…Una pequeña de unos 7 años de edad observaba desde el asiento trasero del coche, con las manos y el rostro pegados al cristal, como su querida abuela y
El brazalete encantado La velada había sido de lo más agradable, sin contar aquella extraña historia que la abuela había contado, su madre había hecho cordero para la cena, y su hermana mayor los había deleitado con una de sus deliciosas tartas de chocolate.Emily estaba sorprendida de habérselo pasado tan bien, la verdad era que se lo había pasado mucho mejor de lo que esperaba, había disfrutado realmente de aquel cumpleaños. Y aquella historia sobre el brazalete había mantenido a su padre alejado de su cabeza durante todo el día, así que por un momento lo agradeció.La muchacha subió a su habitación, estaba exhausta,
Un sueño muy real Emily caminó por cubierta descalza, negando con la cabeza a cada paso, no podía ser, no podía estar realmente allí, seguramente estaría soñando. ¿Cómo podía estar en su sueño? ¿Cómo…? Pero entonces, la respuesta vino a ella cuando recordó la historia que su abuela le había contado sobre el brazalete…¡No! – Profirió rotundamente, percatándose de que sobre su muñeca se hallaba aquella joya de la que su abuela le había hablado, aquel brazalete maldito – No, no, no, no, no… - negaba mientras se lo quitaba y lo lanzaba
Giro Inesperado Emily, calada hasta los huesos, bajo una maloliente tela de lino; que alguien había puesto sobre ella, sentada sobre una vieja silla de madera, en el camarote del capitán, tiritaba mientras observaba aquel antro. Aquel lugar parecía sacado de una película, el escritorio delante de ella estaba repleto de cartas y artilugios de navegación, una vacía botella de ron, un frasco con algunas plumas, algunos libros y diarios viejos, algunas velas sobre éste alumbraban la estancia. Un enorme cofre a la derecha que seguramente contenía algún tesoro y un pequeño plato de comida que estaba en mal esta
La pérdida de un buen amigo.La batalla que en popa tenía lugar, era de todo menos singular, los piratas luchaban con dureza contra sus enemigos, con espada en mano, deseando acabar con la vida de sus semejantes, con la única finalidad de obtener la victoria.William Drake era uno de los piratas más temidos de los siete mares, su reputación le precedía, y ningún marinero se atrevía a enfrentarse a él, excepto, por supuesto, Barba Negra.Dos piratas con un destino común luchando duramente, con espada en mano, en un combate de uno contra uno, con rabia y odio en sus ojos, desde el principio de los días, desde incluso antes de conocerse estaba escrito que sucedería, que serían enemigos de
La venganza de la reina Ana. Un negro navío, con velas rojas, mecido por las olas, navegaba. Un imponente capitán pirata, junto al timón iba dando las órdenes a su tripulación, aquí y allá, y estos le iban obedeciendo. Miró hacia el horizonte, observando la mar calmada, en aquella turbia mañana que los dioses habían propiciado.Un tiempo después, en su confortable y amplio camarote, una joven dama despertaba, observando el lugar en el que se encontraba.Aquella estancia, cubierta por un gran ventanal con forma de sirena, repleta de grandes cofres de tesoros por allá por donde la joven
CAPÍTULO 8Tortuga El capitán Barba Negra caminaba por el muelle, junto a Emily, que llevaba un hermoso vestido blanco que el capitán había elegido para ella y una cinta marrón sobre su cabeza. Tras ellos, la venganza de la reina Ana echaba el amarre, mientras el resto de la tripulación desembarcaba, todos parecían ser feroces piratas.No os separéis, los hombres en este tiempo, no son nada caballerosos – anunció el capitán mirando hacia la joven, y notando en ella el miedo que esperaba sembrar.La muchacha y el capitán caminaron a paso ligero por las pobladas calles de la isla, mientras la tripulaci