El brazalete encantado
La velada había sido de lo más agradable, sin contar aquella extraña historia que la abuela había contado, su madre había hecho cordero para la cena, y su hermana mayor los había deleitado con una de sus deliciosas tartas de chocolate.
Emily estaba sorprendida de habérselo pasado tan bien, la verdad era que se lo había pasado mucho mejor de lo que esperaba, había disfrutado realmente de aquel cumpleaños. Y aquella historia sobre el brazalete había mantenido a su padre alejado de su cabeza durante todo el día, así que por un momento lo agradeció.
La muchacha subió a su habitación, estaba exhausta, acababa de despedir a su abuela, y aún tenía aquella extraña sensación de añoranza en su interior, tras volver a sacudir la cabeza algo mareada, se sentó en la cama, levantó la almohada y recogió su pijama. Se despojó de su hermoso vestido, y lo dejó sobre la silla del escritorio, agarró su sublime camisón blanco y se lo puso. Caminó con desgana, arrastrando los pies al andar, con sus enormes y abrigadas zapatillas de conejito, hacia el baño, se miró en el espejo, tiró de la horquilla que sujetaba su peinado hacia fuera, sintiendo como su melena se soltaba y caía sobre sus desnudos hombros. Sonrió ante su reflejo, revoloteó su cabello mientras cerraba los ojos divertida, dejándose llevar en aquel momento por un antiguo recuerdo que venía a su mente…
La pequeña Emily de unos 7 años de edad se adentraba en el bosque asustada. Corría y corría alejándose cada vez más de la civilización. Había estado a punto de ser descubierta por su vecina cogiendo flores de su jardín. Y sentía que la hija pequeña de la mujer la seguía.
Se paró en seco, cansada, junto a unos altos abetos, tocando su pecho, sintiendo su fuerte respiración y su pequeño corazón acelerado.
Bajó la mirada maravillada hacia las hermosas margaritas que crecían en aquel hermoso bosque. Se agachó despacio y agarró una de ellas, acercándola lentamente hacia su nariz, quedando cautivada por su aroma. Cerró los ojos dejándose embaucar por el escenario que la rodeaba. Podía escuchar el sonido de los pájaros sobre los árboles, la suave brisa sobre su rostro, el sonido del aire sobre las ramas… todo parecía estar en calma.
Su padre acababa de morir tan sólo unos pocos meses antes, y ella aún se encontraba bastante afectada por ello. Era aquella la razón por la que visitaba la casa de sus abuelos, en aquel hermoso lugar, tan a menudo.
Un extraño sonido, hizo que la muchacha saliese de sus pensamientos y abriese los ojos sobresaltada, temiendo que aquella niña, de la que huía, finalmente la hubiese encontrado. Pero no era ella la que se encontraba de pie frente a ella, era un niño.
Un niño de su misma edad miraba sorprendido hacia ella. Tenía el cabello claro y alborotado. Sus ojos, de un verde intenso la penetraban. Sus ropas algo antiguas para la época y bastante gastadas. Lucía una extraña expresión en su rostro, como si se sorprendiera de haber sido descubierto.
Tan pronto como se percató de aquella mirada, el muchacho, salió corriendo en dirección opuesta, mientras la niña le seguía, intentando alcanzarle.
Tras largo rato corriendo detrás de aquel rápido muchacho, y cuando creía que le perdería el rastro, el niño se paró en seco, admirando un viejo roble, mientras Emily se tocaba el pecho sofocada, observando como el muchacho se agachaba junto al árbol, justo donde el naciente romero en flor brotaba.
Parecía algo deprimido y lloroso. Se acurrucó bajo los helechos, dejando caer su cabeza en la fría hierba, con la intención de reconfortarse, pues el dolor de su corazón era demasiado grande como para seguir huyendo.
Emily se agachó junto al pequeño, preocupada, pues acababa de percatarse de que ya había visto a ese niño una vez, en un sueño, era el zorro de las gomitas azucaradas.
La niña dejo caer su cuerpo hacia atrás, con la intención de sentarse en la hierba junto al pequeño desconocido, ignorando como sus hermosos calcetines blancos se tiznaban de verde.
Por unos minutos ninguno de los dos dijo nada, parecía que ambos estaban apenados por sus pérdidas, tan sólo podía escuchar el armonioso sonido del bosque. Pero entonces, el silencio se hizo tan pleno, que ya comenzaba a ser incómodo. El joven la miró con la intención de reconfortarla, pero antes de que pudiese emitir palabra alguna, ella se le adelantó.
Sacudió la cabeza intentando alejar aquellos pensamientos, pues sabía que aquel niño no era real, recodaba como su abuela la había reprimido duramente unos meses más tarde por hablar sobre una persona que no existía…
En los lindes del bosque, junto a la vía de tren que unía su humilde pueblo con la ciudad, una pequeña niña se hallaba. Sentada sobre sus tobillos, con aquel abrigado vestido marrón y una cinta de un verde intenso sobre su cabello miel. Sentada sobre la vía, esperaba tranquila y sin miedo a ser atropellada. Pues su mejor amigo le había prometido que volvería y aquel era el punto de encuentro.
Negó con la cabeza nuevamente, mientras alejaba aquellos dolorosos pensamientos sobre su mejor y único amigo, y caminaba despacio hacia la cama. Al llegar hasta ella, se sentó y admiró maravillada el brazalete que había posado sobre su mesilla de noche. En aquel momento, aquella joya parecía más brillante que antes, aquella hermosa gema esmeralda parecía tener un cierto brillo especial, casi mágico.
Tras alejar cualquier pensamiento extraño sobre él, lo cogió entre sus manos, percatándose de que ya no estaba frío, sino algo tibio, y parecía algo normal, debido a la temperatura de los últimos días.
Giró la joya entre sus dedos, admirando las pequeñas marcas gravadas en el metal, parecía muy antiguo, eran una especie de dibujos extraños, que la muchacha no entendía. Entonces, acomodó aquella vieja reliquia familiar en su muñeca y la levantó en alto, lo cierto era que aquella joya lucía realmente bien en ella.
En ese momento, su corazón latió encogido, pues alguien llamaba a su puerta. Se tranquilizó cuando esta se abrió y se introdujo en la habitación su pequeña sobrina, arrastrando un pequeño osito de peluche tras ella.
La pequeña Meredith no necesitó respuesta, pues tan pronto como su tía daba palmaditas en el lado de la cama libre, sonrió y se lanzó hacia la cama junto a ella, mientras esta la arropaba y le daba un tierno beso de buenas noches.
Emily se acurrucó junto a su sobrina y cerró los ojos tranquila, estaba demasiado cansada, en poco tiempo se quedó dormida, en aquella profunda noche escarchada…
“De nuevo aquel barco pirata volvía a envolverla, pero por alguna razón había algo distinto aquella vez, no parecía haber ninguna pelea, el mar estaba tranquilo y sosegado en aquella calurosa noche estrellada, desde aquel punto podía admirar la profundidad del cielo brillante, volvió la mirada al frente, la cubierta estaba desierta, caminaba por ella descalza, en camisón, mientras su cabello se ondeaba con la brisa marina. Dio una leve bocanada de aire, inhalando aquel puro y limpio aire oceánico, sonriendo en paz.
En lo más alto, el camarote del capitán, un pirata en la puerta. Su pelo largo al viento, de un cobrizo intenso y mal cuidado, sobre él un sombrero de pirata de tres lados, grande, holgado y viejo. Su rostro moreno y cubierto de algunas cicatrices de batallas pasadas, la barba mal cuidada, aunque no demasiado larga, adornaba su rostro, labios perfectos y rosados, ojos alargados algo tiznados, de un verde intenso que buscaban el más mínimo movimiento en su barco. Y en esos momentos, aquellos ojos habían topado con ella”
Una turbada muchacha despertó una vez más en su cama, con el corazón acelerado, asustada porque aquellos ojos la habían descubierto, por un momento tuvo la sensación de que ya había estado frente a ellos una vez, pero desechó la idea rápidamente, pues nunca había tenido contacto alguno con ningún hombre. Se encontraba en su cama, sana y salva, lejos del barco, lejos de aquellos piratas que podrían causarle daño. Se levantó de la cama con cuidado, pues no quería despertar a su sobrina, caminó despacio hacia el baño, encendió la luz y se miró en el espejo, mientras su reflejo le devolvía la mirada, pensó en aquel sueño…en aquel barco… ¿por qué no había soñado con el mismo sueño? ¿Por qué había cambiado? Se preguntaba extrañada.
Sacudió la cabeza, enfadada, intentando alejar aquellos pensamientos de su cabeza. Abrió el grifo y refrescó su cara con agua fría mientras pensaba…
“Todo ha sido un sueño, sólo un sueño… pero… aquellos ojos verdes…se decía mientras recordaba lo vulnerable que se había sentido al haber sido descubierta, por aquellos hermosos ojos verdes. Intentaba recordar dónde los había visto antes, por alguna razón tenía una extraña sensación de añoranza, no podía recordar a quién pertenecían esos ojos, pero aún con los ojos cerrados podía sentir su calidez. Aquella mirada le transmitía confianza… ¿por qué no puedo parar de pensar en esos ojos verdes? ¿Por qué me resultan tan familiares? Como si los hubiese visto antes… pero ¿cuándo? No puedo recordarlo… Y el barco… estoy segura de que era el mismo barco. Me gustaría saber qué está pasando… realmente me gustaría volver a ese barco y descubrir que está pasando”
Emily levantó la cabeza cabreada con sus pensamientos, la sacudió nuevamente intentando alejarlos y dirigió su mirada al espejo. Pero… el espejo… no estaba. Ni siquiera el grifo, ni su cuarto de baño, todo había desaparecido.
Se encontraba en medio de la noche, en medio del mar, en aquel barco pirata. Tras cerrar los ojos y abrirlos un par de veces intentando descifrar aquella nueva situación, mientras daba vueltas sobre sí misma, admirando la espesura del mar, se percató de que llevaba puesto el brazalete.
Un sueño muy real Emily caminó por cubierta descalza, negando con la cabeza a cada paso, no podía ser, no podía estar realmente allí, seguramente estaría soñando. ¿Cómo podía estar en su sueño? ¿Cómo…? Pero entonces, la respuesta vino a ella cuando recordó la historia que su abuela le había contado sobre el brazalete…¡No! – Profirió rotundamente, percatándose de que sobre su muñeca se hallaba aquella joya de la que su abuela le había hablado, aquel brazalete maldito – No, no, no, no, no… - negaba mientras se lo quitaba y lo lanzaba
Giro Inesperado Emily, calada hasta los huesos, bajo una maloliente tela de lino; que alguien había puesto sobre ella, sentada sobre una vieja silla de madera, en el camarote del capitán, tiritaba mientras observaba aquel antro. Aquel lugar parecía sacado de una película, el escritorio delante de ella estaba repleto de cartas y artilugios de navegación, una vacía botella de ron, un frasco con algunas plumas, algunos libros y diarios viejos, algunas velas sobre éste alumbraban la estancia. Un enorme cofre a la derecha que seguramente contenía algún tesoro y un pequeño plato de comida que estaba en mal esta
La pérdida de un buen amigo.La batalla que en popa tenía lugar, era de todo menos singular, los piratas luchaban con dureza contra sus enemigos, con espada en mano, deseando acabar con la vida de sus semejantes, con la única finalidad de obtener la victoria.William Drake era uno de los piratas más temidos de los siete mares, su reputación le precedía, y ningún marinero se atrevía a enfrentarse a él, excepto, por supuesto, Barba Negra.Dos piratas con un destino común luchando duramente, con espada en mano, en un combate de uno contra uno, con rabia y odio en sus ojos, desde el principio de los días, desde incluso antes de conocerse estaba escrito que sucedería, que serían enemigos de
La venganza de la reina Ana. Un negro navío, con velas rojas, mecido por las olas, navegaba. Un imponente capitán pirata, junto al timón iba dando las órdenes a su tripulación, aquí y allá, y estos le iban obedeciendo. Miró hacia el horizonte, observando la mar calmada, en aquella turbia mañana que los dioses habían propiciado.Un tiempo después, en su confortable y amplio camarote, una joven dama despertaba, observando el lugar en el que se encontraba.Aquella estancia, cubierta por un gran ventanal con forma de sirena, repleta de grandes cofres de tesoros por allá por donde la joven
CAPÍTULO 8Tortuga El capitán Barba Negra caminaba por el muelle, junto a Emily, que llevaba un hermoso vestido blanco que el capitán había elegido para ella y una cinta marrón sobre su cabeza. Tras ellos, la venganza de la reina Ana echaba el amarre, mientras el resto de la tripulación desembarcaba, todos parecían ser feroces piratas.No os separéis, los hombres en este tiempo, no son nada caballerosos – anunció el capitán mirando hacia la joven, y notando en ella el miedo que esperaba sembrar.La muchacha y el capitán caminaron a paso ligero por las pobladas calles de la isla, mientras la tripulaci
El verdadero corazón de un pirata. El capitán Drake corría por el muelle, escuchando como Barba Negra le maldecía desde atrás, observando dichoso, como su nave dejaba el muelle, hizo un último esfuerzo y aceleró la marcha, llegando justo a tiempo, a decir verdad, se lanzó en un salto hacia el navío y se agarró con ansias a uno de los cabos, siendo ayudado después por el señor Smith para subir al barco.William se acomodó bien su vestimenta y miró hacia el capitán Teach, que le observaba malhumorado al presenciar como su enemigo se alejaba más y más del muelle. Sonrió triunfante, mientras cedí
Vida en Alta Mar. Emily se encontraba de nuevo en cubierta, una vez más había cambiado sus ropas, esta vez eran ropas de hombre. El señor Smith le daba instrucciones a su derecha, mientras la muchacha hacía un nudo marinero. Vivir en aquel lugar era más difícil de lo que había esperado: Se pasaba los días limpiando la sucia cubierta con las manos, atando nudos, izando velas, recogiendo el gallardete, haciendo señas a los vigías para cambiar su turno, y a veces también cocinaba. Y la verdad era que los únicos días en los que disfrutaba era los días en los que le tocaba cocinar, ya que después de cocinar pod&iacut
Atracción El capitán salió a cubierta en aquella hermosa mañana, el mar lucía tranquilo, se habían alejado de la costa, ya no había ninguna gaviota que pudiese molestarlo en alta mar. Los marineros reían divertidos mientras desplegaban las velas, Harry el largo subía por la escalera de cuerdas hacia el puesto de vigía, parecía estar disfrutando de las vistas, el señor Smith por su parte recogía un cubo con agua, mientras dirigía su mirada al capitán.Éste le devolvió el saludo, mientras volvía la vista hacia el timón, habían nave