CAPÍTULO 4

Un sueño muy real

            Emily caminó por cubierta descalza, negando con la cabeza a cada paso, no podía ser, no podía estar realmente allí, seguramente estaría soñando. ¿Cómo podía estar en su sueño? ¿Cómo…? Pero entonces, la respuesta vino a ella cuando recordó la historia que su abuela le había contado sobre el brazalete…

  • ¡No! – Profirió rotundamente, percatándose de que sobre su muñeca se hallaba aquella joya de la que su abuela le había hablado, aquel brazalete maldito – No, no, no, no, no… - negaba mientras se lo quitaba y lo lanzaba al otro lado del barco, intentando pensar en alguna forma de volver a casa. Y entonces, al levantar la vista, reparó que no estaba sola.

En lo más alto, el camarote del capitán, éste lucía un viejo y ajado sombrero tricornio de cuero sobre su cabeza, bajo él un pañuelo de color negro, su media melena de un cobrizo intenso, alborotada, se movía lentamente a causa de la brisa marina. Sus ojos pequeños de un verde intenso, tiznados, la miraban directamente.

Tenía un hermoso pendiente con una gema violeta colgando de su oreja derecha, una camisa negra de lino con unos pequeños botones plateados ligeramente abierta, mostrando gran parte de su velludo pecho, sobre ella una chaqueta de terciopelo y  una casaca de cuero, larga y con botones dorados en su lugar. Alrededor de su cintura se acomodaba un pañuelo blanco sujetando una pistola de pequeño tamaño. Un poco más abajo un fajín atajando una pequeña daga, una afilada espada, un catalejo y una antigua brújula. En la parte inferior, unos pantalones negros de cuero y unas botas oscuras con grandes hebillas doradas. Su mano derecha mostraba unos gordos y pesados anillos plateados.

El capitán salió de su camarote, miró hacia el frente y se percató de que había una joven en cubierta, era una hermosa y bonita muchacha, de piel clara y cabello largo y negro, llevaba unas relucientes enaguas de color blanco, y sus penetrantes ojos marrones estaban puestos en él.

Parecía un sueño, caminó despacio y con sigilo hacia ella, como si midiese sus pasos, pero sin temor en su rostro, más bien, parecía divertido. Aquello era bastante desconcertante, aquella mujer no había estado allí cuando se fue a dormir, es más, aquella dama ni siquiera pertenecía a su tripulación. Se encontraban en medio de la nada, en medio del mar, así que… ¿cómo había llegado ella hasta él?

Tan pronto como estuvo frente a ella, ante una Emily totalmente desconcertada, se percató de que le resultaba extrañamente familiar, ya la había visto, era la mujer que aparecía en sus sueños…

  • Oh, sois vos, querida. - Habló el capitán con su masculina voz, parecía realmente divertido al decir aquellas palabras. Y la chica le miraba sin saber a qué se refería, por un momento recordó las palabras que había pronunciado el niño con el que había soñado una vez en su infancia: “Querida Emily te he estado esperando por mucho tiempo”. Bajó entonces la vista, buscando el resplandor verde en su pecho, aunque parecía imposible que realmente existiera, y quedó petrificada al descubrir un medallón con una gema esmeralda en el centro, resplandeciendo en su pecho, muy parecida a la de aquel niño imaginario que había conocido en su niñez. El capitán pareció darse cuenta de que la chica miraba a su colgante porque entonces habló. - ¿A qué se debe el placer, por el que habéis decidido apareceros ante mí?

  • ¿Me conoces? – Preguntó la muchacha intentando entender qué estaba sucediendo en aquel momento, por qué aquel hombre la reconocía y la razón de por qué ella sentía que también lo hacía.

El capitán la miró preocupado, su tono divertido había desaparecido, y parecía algo nervioso por la respuesta de la joven.

La chica… la chica de mis sueños no hubiese respondido, se habría limitado a sonreír. ¿Quién es esta mujer, y qué hace en mi barco? Y lo más importante ¿cómo ha llegado ella hasta aquí? Pensaba el hombre. En aquel instante, tras volver la mirada hacia el suelo asustado, comenzó a vociferar…

  • ¡¡¡A CUBIERTA!!! ¡¡¡TODO EL MUNDO A CUBIERTA!!! ¡¡¡QUIERO MOVIMIENTO!!!! ¡¡¡MOVIMIENTO!!!! – Gritó, intentando no mostrar su miedo frente a ella, aquello parecía cosa de brujería.

Por unos momentos, todo fue un verdadero revuelo: Toda la tripulación se levantó de golpe, asustada, poniéndose presentable para su capitán y postrándose frente a él, algunos buscaban sus zapatos en la oscuridad de la noche, y otros corrían por cubierta espantados.

Cuando casi todos estaban frente a su amo, mirando alrededor, agitados por si estaban siendo atacados por algún barco enemigo, se percataron de que tenían frente a ellos a una joven damisela en ropa interior, y todos quedaron totalmente sorprendidos frente a aquel espectáculo.

  • ¡Señor Smith! – llamó el capitán haciendo que un pequeño hombre, algo regordete y calvo, corriera hacia él. - ¿se puede saber a qué se debe esta falta de decoro en mi nave? – insistió, esperando que su segundo de abordo le diese alguna explicación sobre aquella muchacha.

  • ¿a qué os referís capitán? – preguntó este confundido, mirando hacia su capitán con sus pequeños ojos azules. Éste volvió la mirada hacia él, bastante furioso por la respuesta de su subordinado, haciendo que palideciese – Lo que quiero decir es… Iré a investigarlo inmediatamente, mi capitán. - y dicho esto caminó con paso decidido hacia aquella extraña en ropa interior, y cuando estuvo lo suficiente cerca de ella, la miró fijamente y murmuró – ¿sois real? O ¿sois algún tipo de encantamiento? – Entonces, alargó la mano para tocar a aquel espejismo, y observó asustado como ella retrocedía. - ¿Quién sois?

  • Mi nombre es Emily Forbes – anunció la muchacha algo confusa por encontrarse en la espesura de la noche en un barco repleto de piratas.

El capitán la miró preocupado, mientras se dirigía a ella dando grandes y mesuradas zancadas, pues acababa de darse cuenta de que la mujer de su sueño había traspasado la fantasía y había viajado hacía su presente. Aunque, por alguna razón, aquel nombre le recordaba a su infancia, habría jurado que lo había escuchado entonces, pero no podía recordar en qué momento había aparecido alguien con ese nombre en su vida.

La joven quedó totalmente desorientada al notar la cercanía entre aquel villano y ella misma, aquel hombre parecía dispuesto a todo y por un momento le temió, pero justo entonces todo su miedo se desvaneció, pues aquel hombre la miraba con un atisbo de tristeza en su mirada, justo como su mejor amigo solía hacerlo…

La pequeña Emily se encontraba sentada en el muelle, junto al lago. Llevaba un pomposo vestido blanco, bastante largo, y mojado en la parte de abajo, pues tenía los pies metidos en el agua. El cabello suelto hacia un lado, sujeto con una horquilla.

Miraba hacia el lado donde acababa de posar la lámpara, pronto oscurecería, y recién notaba que la llama estaba apagándose, debía volver a encenderla o quedaría a oscuras en cualquier momento.

Miró hacia el otro lado, donde su mejor y único amigo se encontraba, dispuesta a pedirle ayuda, pero pronto olvidó la idea, pues acababa de percatarse que el muchacho lloraba…

  • ¿qué ocurre? – Preguntaba preocupada de que algo malo le hubiese ocurrido a su amigo.

  • No es nada, es sólo que temo perderte como los perdí a ellos – reconoció, refiriéndose a sus padres.

El joven bajó la cabeza, avergonzado por lo que acababa de decir, pero la chica no dejó que se sintiese de esa forma, porque tan pronto como notó su melancolía se abalanzó sobre él abrazándolo fuertemente, transmitiéndole de esa forma, transmitiéndole todo su calor y apoyo. Fue en aquel momento, cuando se sintió agradecido de haber conocido a alguien como ella.

  • Señorita Forbes – comenzó aquel hombre, haciendo que la chica saliese de sus pensamientos y le mirase de nuevo. – A los aquí presentes… - prosiguió mientras señalaba con la mano a toda su tripulación – y a mí, nos gustaría saber ¿A qué debemos el honor de sus enaguas? – concluyó el hombre, mientras miraba el reluciente y corto camisón de la joven. Haciendo que esta se encogiese temerosa, percatándose de que llevaba puesto un corto camisón frente a todos aquellos hombres.

  • Yo… yo…yo…- pero Emily no podía dejar de temblar, estaba demasiado asustada como para decir palabra alguna, además no sabía muy bien cómo responder aquella pregunta, pues ni ella misma sabía cómo había llegado hasta allí.

  • ¿os negáis a pronunciar palabra? – Preguntó divertido el capitán, mientras se dirigía a sus hombres para que prestasen gran interés hacia sus palabras – Entonces, pasaréis la noche entre rejas. ¡Lleváosla! – Ordenó, haciendo que algunos piratas capturasen a Emily por detrás, consiguiendo que la chica los mirase horrorizada, y que estos riesen divertidos.

  • No, no no no… esperen, puedo explicarlo, de verdad…- rogaba la muchacha, pero los piratas la acababan de coger en peso, y en aquel momento, la llevaban en contra de su voluntad escaleras abajo, empujándola después al frío y sucio suelo de aquella celda.

El capitán agarró una manzana que guardaba en su bolsillo y le dio un mordisco divertido, recordando entonces algo que creía olvidado…

“Un pequeño crío se encontraba tumbado en la hierba descalzo, podía sentir el refrescante olor a césped recién cortado y los penetrantes rayos de sol sobre su rostro. Sonrió al darse cuenta de que alguien reía junto a él. Giró la cabeza y visualizó a una pequeña niña de unos 7 años de edad, tenía el cabello negro y unos preciosos ojos marrones que se fundían con los suyos en aquel justo momento. La pequeña levantó su mano derecha mostrando una apetitosa manzana roja, mientras dirigía una sonrisa de complicidad hacia su amigo. Éste levantó su mano izquierda y agarró la fruta que la niña le cedía, observando en aquel momento como ésta levantaba su otra mano y mostraba que ella tenía otra manzana similar a la que le había regalado, la acercó a su boca y le dio un pequeño mordisco”

Una fina lágrima recorría su rostro en aquel justo instante, pues aquella niña sabía siempre cómo llegar hasta él. Negó con la cabeza ignorando aquello, pues sabía que ella era su única debilidad, y en aquel barco lleno de piratas no podía mostrar debilidad alguna.

Emily se miró las manos, dolorida, se las había raspado con la caída, causando arañazos en ellas. Se levantó de aquella pocilga con dificultad al no poder usar las manos, y se dirigió hacia uno de los respiraderos donde podía admirarse un enorme sol naciente.

  • Vaya, vaya, ¿Qué tenemos aquí? – dijo una voz entre las sombras, sobrecogiendo su pequeño corazón y haciendo que volviese la mirada hacia el otro lado de la mazmorra, donde desde otra pequeña celda la observaba un malvado pirata. Aquel hombre tenía el cabello castaño y enmarañado, la barba larga y mal cuidada, unos pequeños ojos negros que la miraban con sumo interés, vestía una camisa bastante usada y rota, y unos pantalones marrones algo sucios y poco favorecedores, su rostro estaba totalmente tiznado de negro, y su expresión era insultante y fea. – Una bonita damisela en apuros. – sonrió dejando ver unos negros y podridos dientes. - ¿qué os ha traído al “Rey de las sombras”?

  • ●●

Un nuevo amanecer se hacía presente en aquel navío, los hombres, ocupados, conducían el barco hacia el pacífico: algunos sobre la cubierta refregaban el suelo con sucios trapos mojados, otros arriando velas logrando que el Rey de las sombras corriese en picado, mientras el capitán en la cubierta de proa observaba cualquier anomalía en el mar, por medio de su catalejo.

  • ¡Capitán! – escuchó tras de sí. Guardó el catalejo en su abrigo con total tranquilidad y miró al muchacho que acababa de hablarle con desgana.

  • Hemos encontrado un tesoro en cubierta. - decía mientras abría la mano y le mostraba un viejo brazalete. El hombre se quedó atónito por unos segundos, rescatando después la joya de las sucias manos de su subordinado, dándole la espalda, parecía furioso por algo y aquel marinero no entendía por qué.

  • ¡TRAEDLA! – Exigió fuera de sí hacia la tripulación, haciendo que todos dejasen sus labores y mirasen hacia el capitán alarmados.

  • ●●

La joven se encontraba acurrucada en la sucia pared, donde podían visualizarse algunos arañazos, sin lugar a dudas hechos con la intención de contar los días de encierro en aquel lugar, mientras el malvado pirata de la celda de enfrente la llamaba exasperado para que esta le prestase atención…

  • Mirad aquí, preciosa – rogaba nuevamente el mal oliente pirata mientras daba golpecitos a las rejas con un tazón de madera.

En ese momento, cuatro piratas llegaron a las mazmorras y miraron hacia este con desprecio, para luego dar un golpe con un palo a las rejas, obligándolo a retroceder, asustado. Entonces, se fijaron en aquella polizona, la mujer que había llegado a aquel barco en extrañas circunstancias…

  • Ehh vos, ¡bella durmiente! – Aclamó uno de ellos, logrando que la muchacha mirase hacia ellos horrorizada, admirando como abrían la celda y entraban en ella – el capitán requiere de vuestra presencia – anunció, cogiendo a la chica por el brazo y arrastrándola escaleras arriba, hacia cubierta. Al llegar arriba y sentir la resplandeciente luz del día, no pudo evitar cerrar los ojos encandilada, mientras el hombre que la había obligado a subir, la soltaba de malas maneras, postrándola frente al capitán.

Éste bajó la vista, mirando a aquella piltrafa que había traído consigo la maldición a su barco. Sabía perfectamente que había sido ella la que había traído el brazalete, ella era la portadora. Y sólo entonces, su teoría de que ella fuese la misma Emily Forbes que había conocido en su niñez tenía sentido.

  • ¡Alzaos! – ordenó mientras dirigía la vista hacia el mar para luego volver la mirada hacia aquella chica que se había levantado y le miraba nerviosa - ¿Qué es esto? – preguntó levantando en alto el brazalete, haciendo que la joven lo mirase horrorizada, pues ahora que él lo había encontrado, ya no podría volver a casa.

  • Es mi brazalete – Respondió, intentando atraparlo, pero el capitán se apartó hacia atrás y la miró fríamente, para luego soltar una risotada hipócrita.

  • Sé lo que es – le espetó sulfurado – Lo que quiero saber es… ¿cómo ha llegado este artilugio a vos? – preguntaba nuevamente, mientras guardaba la joya en su bolsillo dando unas palmadas en él, haciendo que Emily lo mirase contrariada.

  • Mi abuela me lo dio – contestó, enfadada de que el capitán hubiese guardado su brazalete, sin apenas darse cuenta de lo que decía.

  • Ya veo. Imagino, que no tiene valor alguno… - comenzó, con la intención de sonsacarle información sobre aquel artilugio. - excepto un importante valor familiar para vos.

  • ¿Vas a devolvérmelo? – preguntó, de mala gana, mientras se miraba las manos, dolorida.

  • ¡Muestra más respeto! – Le espetó entre dientes, parecía realmente furioso de que ella estuviese perdiendo las formas, con un afamado pirata como él.

  • ¡Devuélveme mi brazalete primero! – le ordenó temeraria, haciendo que el capitán la mirase sorprendido, pues era la primera vez que una mujer se atrevía a responderle de aquella manera.

En aquel momento un hombrecillo regordete, aquel que se hacía llamar señor Smith, un marinero bajito y rollizo, que vestía con ropas algo viejas, con la cabeza cubierta de escaso cabello blanco y barba bien recortada, a diferencia de la de su capitán, acortó las distancias y le propinó a la joven una fuerte cachetada en el rostro, haciendo que esta ladease la cabeza hacia un lado, por el golpe.

  • El capitán William Drake os está hablando, ¡mostrad más respeto! – espetó, molesto por la desfachatez de aquella joven, mirándola a través de sus redondas gafas, con aquellos ojos azules que le caracterizaba.

  • Me parece que… tendremos que enseñarle modales, señor Smith. - Sugirió mientras dirigía una mirada pilla a su subordinado, haciendo que este hiciese una señal con la cabeza hacia el resto de marineros.

En aquel momento, un esmirriado pirata la agarraba por el brazo nuevamente, mientras observaba como el resto de la tripulación acomodaba una tabla en uno de los laterales del barco y sonreían con malicia. Emily acababa de entender cuál era el castigo que aquel temeroso pirata había decidido impartirle…

  • Espera un momento…- comenzó la muchacha alarmada, pero tan pronto como admiró el semblante del capitán cambió sus palabras, pues se dio cuenta de que no lograría nada, hablando coloquialmente – esperad un momento.

El capitán levantó una mano, con la intención de que el resto de la tripulación le prestase atención, luego sonrió con traición y habló…

  • Es demasiado tarde para vos, “my lady” – sonrió de nuevo, observando ansioso como sus hombres la empujaba hacia la pasarela. La muchacha miró hacia atrás asustada, la tabla era muy fina, y ella no tenía apenas equilibrio. Además ¿qué le esperaba al final de ella? ¿La muerte?

Emily miró horrorizada hacia el capitán, estaba a mitad de camino, y hacia verdaderos esfuerzos por mantener el equilibrio, y la verdad era que no le apetecía nada caer al mar, pues que haría entonces, seguramente moriría…

Al otro lado de la tabla los hombres reían junto al capitán, parecían estar disfrutando del espectáculo, la muchacha estaba realmente temerosa de caer al agua.

  • ¡Os diré los secretos que entraña el brazalete! – Dijo la joven con la intención de hacer caer al capitán en su juego, ya que, si no lo hacía, pronto caería al agua y probablemente sería devorada por tiburones. Al parecer había dado en la tecla, porque en ese momento el capitán paró de reír y la miró con curiosidad. - ¡Sacadme de aquí, y os diré todo lo que sé sobre esa joya!

  • ¿Qué podéis ofrecer al capitán sobre una simple joya? – preguntó uno de los piratas mientras movía la tabla con el pie, con la intención de tirar a la muchacha al agua – ¡caed al agua ya!

  • ¡Por favor! – suplicaba de nuevo la mujer, mientras movía su cuerpo de nuevo intentando no caer al vacío – Es una joya mágica. – vociferó, sin mirar hacia abajo, pues temía caer si lo hacía.

  • ¿Qué os hace pensar que no conozco los secretos que entraña esta joya? – Preguntó el capitán, haciendo que la muchacha se sintiese miserable, pues ya no había nada que hacer.

Emily cayó al agua, la cual estaba bastante fría y oscura, y la muchacha tenía bastante miedo de que hubiese peces peligrosos que pudiesen hacerle daño. Miraba atemorizada hacia el barco, comprobando como se alejaba de ella más y más.

En aquel momento, toda la tripulación reía a carcajadas observando a la joven chapoteando en el agua.

  • ¡Recogedla! – ordenó el capitán, haciendo que todos los marineros enmudeciesen y lo mirasen sin comprender.

  • ¿Recogerla? Pero… ¿con que fin? – preguntó el señor Smith sin comprender las palabras de su capitán.

  • Mi queridísimo señor Smith… ella es la clave. – añadió haciendo que todos le mirasen nuevamente estupefactos, pues no entendían a qué se estaba refiriendo su capitán.

  • ¿La clave? Pero… ¿qué es exactamente lo que esta muchacha nos ayudará a resolver? – inquiría nuevamente el segundo de abordo, intentando entender la postura de su capitán.

  • Lo explicaré de una forma en la que podáis entenderlo – Aclaró el capitán mirando con desgana hacia la tripulación pirata – la chica es… - quedó unos segundos en silencio, intentando encontrar las palabras acertadas para definirla, pero tras largos minutos en silencio, sin poder encontrar nada útil, concluyó con lo primero que vino a su mente – la llave.

Los hombres miraron hacia él, sin comprender las palabras de su capitán, mientras el señor Smith hacía verdaderos esfuerzos por entender la metáfora de su superior, pero no estaba teniendo demasiado éxito…

  • A ver si lo he entendido bien – Aclaró Joe “el avaro”, haciéndose notar ante sus compañeros – La chica es una llave, cuando hayamos abierto lo que abre esa llave, ya no nos será útil y podremos deshacernos de ella. – Concluyó admirando como sus compañeros le miraban agradecidos de que hubiese explicado a qué se refería el capitán.

  • Eso no tiene ningún sentido. – respondió el capitán, haciendo que todos le mirasen aún más confundidos que antes - ¿alguna otra pregunta más? – inquirió, admirando como todos le miraban cabizbajos, pues se sentían confundidos con toda aquella historia, pero ninguno se atrevía a volver a preguntar. – Bien, perfecto, Como imaginaba. Traedla a mi camarote – añadió mientras caminaba escaleras arriba, hacia la parte más alta.

  • ¿Habéis entendido algo? ¿por qué nos dice que la tiremos y luego que la recojamos? – preguntaba uno de los marineros, unos minutos más tarde, cuando el capitán no estaba presente, mientras cambiaba el rumbo del timón.

  • En realidad, Joe, él no nos dijo que la tirásemos – Aclaraba Petric el temido, admirando como el señor Smith se dirigía hacia ellos.

Emily mientras tanto, chapoteaba asustada en la espesura del mar, mientras intentaba encontrar tierra por alguna parte, pero era inútil, tan sólo había mar por todas partes. Entonces avistó sorprendida como el barco se dirigía hacia ella.

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