Un sueño muy real
Emily caminó por cubierta descalza, negando con la cabeza a cada paso, no podía ser, no podía estar realmente allí, seguramente estaría soñando. ¿Cómo podía estar en su sueño? ¿Cómo…? Pero entonces, la respuesta vino a ella cuando recordó la historia que su abuela le había contado sobre el brazalete…
En lo más alto, el camarote del capitán, éste lucía un viejo y ajado sombrero tricornio de cuero sobre su cabeza, bajo él un pañuelo de color negro, su media melena de un cobrizo intenso, alborotada, se movía lentamente a causa de la brisa marina. Sus ojos pequeños de un verde intenso, tiznados, la miraban directamente.
Tenía un hermoso pendiente con una gema violeta colgando de su oreja derecha, una camisa negra de lino con unos pequeños botones plateados ligeramente abierta, mostrando gran parte de su velludo pecho, sobre ella una chaqueta de terciopelo y una casaca de cuero, larga y con botones dorados en su lugar. Alrededor de su cintura se acomodaba un pañuelo blanco sujetando una pistola de pequeño tamaño. Un poco más abajo un fajín atajando una pequeña daga, una afilada espada, un catalejo y una antigua brújula. En la parte inferior, unos pantalones negros de cuero y unas botas oscuras con grandes hebillas doradas. Su mano derecha mostraba unos gordos y pesados anillos plateados.
El capitán salió de su camarote, miró hacia el frente y se percató de que había una joven en cubierta, era una hermosa y bonita muchacha, de piel clara y cabello largo y negro, llevaba unas relucientes enaguas de color blanco, y sus penetrantes ojos marrones estaban puestos en él.
Parecía un sueño, caminó despacio y con sigilo hacia ella, como si midiese sus pasos, pero sin temor en su rostro, más bien, parecía divertido. Aquello era bastante desconcertante, aquella mujer no había estado allí cuando se fue a dormir, es más, aquella dama ni siquiera pertenecía a su tripulación. Se encontraban en medio de la nada, en medio del mar, así que… ¿cómo había llegado ella hasta él?
Tan pronto como estuvo frente a ella, ante una Emily totalmente desconcertada, se percató de que le resultaba extrañamente familiar, ya la había visto, era la mujer que aparecía en sus sueños…
El capitán la miró preocupado, su tono divertido había desaparecido, y parecía algo nervioso por la respuesta de la joven.
La chica… la chica de mis sueños no hubiese respondido, se habría limitado a sonreír. ¿Quién es esta mujer, y qué hace en mi barco? Y lo más importante ¿cómo ha llegado ella hasta aquí? Pensaba el hombre. En aquel instante, tras volver la mirada hacia el suelo asustado, comenzó a vociferar…
Por unos momentos, todo fue un verdadero revuelo: Toda la tripulación se levantó de golpe, asustada, poniéndose presentable para su capitán y postrándose frente a él, algunos buscaban sus zapatos en la oscuridad de la noche, y otros corrían por cubierta espantados.
Cuando casi todos estaban frente a su amo, mirando alrededor, agitados por si estaban siendo atacados por algún barco enemigo, se percataron de que tenían frente a ellos a una joven damisela en ropa interior, y todos quedaron totalmente sorprendidos frente a aquel espectáculo.
El capitán la miró preocupado, mientras se dirigía a ella dando grandes y mesuradas zancadas, pues acababa de darse cuenta de que la mujer de su sueño había traspasado la fantasía y había viajado hacía su presente. Aunque, por alguna razón, aquel nombre le recordaba a su infancia, habría jurado que lo había escuchado entonces, pero no podía recordar en qué momento había aparecido alguien con ese nombre en su vida.
La joven quedó totalmente desorientada al notar la cercanía entre aquel villano y ella misma, aquel hombre parecía dispuesto a todo y por un momento le temió, pero justo entonces todo su miedo se desvaneció, pues aquel hombre la miraba con un atisbo de tristeza en su mirada, justo como su mejor amigo solía hacerlo…
La pequeña Emily se encontraba sentada en el muelle, junto al lago. Llevaba un pomposo vestido blanco, bastante largo, y mojado en la parte de abajo, pues tenía los pies metidos en el agua. El cabello suelto hacia un lado, sujeto con una horquilla.
Miraba hacia el lado donde acababa de posar la lámpara, pronto oscurecería, y recién notaba que la llama estaba apagándose, debía volver a encenderla o quedaría a oscuras en cualquier momento.
Miró hacia el otro lado, donde su mejor y único amigo se encontraba, dispuesta a pedirle ayuda, pero pronto olvidó la idea, pues acababa de percatarse que el muchacho lloraba…
El joven bajó la cabeza, avergonzado por lo que acababa de decir, pero la chica no dejó que se sintiese de esa forma, porque tan pronto como notó su melancolía se abalanzó sobre él abrazándolo fuertemente, transmitiéndole de esa forma, transmitiéndole todo su calor y apoyo. Fue en aquel momento, cuando se sintió agradecido de haber conocido a alguien como ella.
El capitán agarró una manzana que guardaba en su bolsillo y le dio un mordisco divertido, recordando entonces algo que creía olvidado…
“Un pequeño crío se encontraba tumbado en la hierba descalzo, podía sentir el refrescante olor a césped recién cortado y los penetrantes rayos de sol sobre su rostro. Sonrió al darse cuenta de que alguien reía junto a él. Giró la cabeza y visualizó a una pequeña niña de unos 7 años de edad, tenía el cabello negro y unos preciosos ojos marrones que se fundían con los suyos en aquel justo momento. La pequeña levantó su mano derecha mostrando una apetitosa manzana roja, mientras dirigía una sonrisa de complicidad hacia su amigo. Éste levantó su mano izquierda y agarró la fruta que la niña le cedía, observando en aquel momento como ésta levantaba su otra mano y mostraba que ella tenía otra manzana similar a la que le había regalado, la acercó a su boca y le dio un pequeño mordisco”
Una fina lágrima recorría su rostro en aquel justo instante, pues aquella niña sabía siempre cómo llegar hasta él. Negó con la cabeza ignorando aquello, pues sabía que ella era su única debilidad, y en aquel barco lleno de piratas no podía mostrar debilidad alguna.
Emily se miró las manos, dolorida, se las había raspado con la caída, causando arañazos en ellas. Se levantó de aquella pocilga con dificultad al no poder usar las manos, y se dirigió hacia uno de los respiraderos donde podía admirarse un enorme sol naciente.
Un nuevo amanecer se hacía presente en aquel navío, los hombres, ocupados, conducían el barco hacia el pacífico: algunos sobre la cubierta refregaban el suelo con sucios trapos mojados, otros arriando velas logrando que el Rey de las sombras corriese en picado, mientras el capitán en la cubierta de proa observaba cualquier anomalía en el mar, por medio de su catalejo.
La joven se encontraba acurrucada en la sucia pared, donde podían visualizarse algunos arañazos, sin lugar a dudas hechos con la intención de contar los días de encierro en aquel lugar, mientras el malvado pirata de la celda de enfrente la llamaba exasperado para que esta le prestase atención…
En ese momento, cuatro piratas llegaron a las mazmorras y miraron hacia este con desprecio, para luego dar un golpe con un palo a las rejas, obligándolo a retroceder, asustado. Entonces, se fijaron en aquella polizona, la mujer que había llegado a aquel barco en extrañas circunstancias…
Éste bajó la vista, mirando a aquella piltrafa que había traído consigo la maldición a su barco. Sabía perfectamente que había sido ella la que había traído el brazalete, ella era la portadora. Y sólo entonces, su teoría de que ella fuese la misma Emily Forbes que había conocido en su niñez tenía sentido.
En aquel momento un hombrecillo regordete, aquel que se hacía llamar señor Smith, un marinero bajito y rollizo, que vestía con ropas algo viejas, con la cabeza cubierta de escaso cabello blanco y barba bien recortada, a diferencia de la de su capitán, acortó las distancias y le propinó a la joven una fuerte cachetada en el rostro, haciendo que esta ladease la cabeza hacia un lado, por el golpe.
En aquel momento, un esmirriado pirata la agarraba por el brazo nuevamente, mientras observaba como el resto de la tripulación acomodaba una tabla en uno de los laterales del barco y sonreían con malicia. Emily acababa de entender cuál era el castigo que aquel temeroso pirata había decidido impartirle…
El capitán levantó una mano, con la intención de que el resto de la tripulación le prestase atención, luego sonrió con traición y habló…
Emily miró horrorizada hacia el capitán, estaba a mitad de camino, y hacia verdaderos esfuerzos por mantener el equilibrio, y la verdad era que no le apetecía nada caer al mar, pues que haría entonces, seguramente moriría…
Al otro lado de la tabla los hombres reían junto al capitán, parecían estar disfrutando del espectáculo, la muchacha estaba realmente temerosa de caer al agua.
Emily cayó al agua, la cual estaba bastante fría y oscura, y la muchacha tenía bastante miedo de que hubiese peces peligrosos que pudiesen hacerle daño. Miraba atemorizada hacia el barco, comprobando como se alejaba de ella más y más.
En aquel momento, toda la tripulación reía a carcajadas observando a la joven chapoteando en el agua.
Los hombres miraron hacia él, sin comprender las palabras de su capitán, mientras el señor Smith hacía verdaderos esfuerzos por entender la metáfora de su superior, pero no estaba teniendo demasiado éxito…
Emily mientras tanto, chapoteaba asustada en la espesura del mar, mientras intentaba encontrar tierra por alguna parte, pero era inútil, tan sólo había mar por todas partes. Entonces avistó sorprendida como el barco se dirigía hacia ella.
Giro Inesperado Emily, calada hasta los huesos, bajo una maloliente tela de lino; que alguien había puesto sobre ella, sentada sobre una vieja silla de madera, en el camarote del capitán, tiritaba mientras observaba aquel antro. Aquel lugar parecía sacado de una película, el escritorio delante de ella estaba repleto de cartas y artilugios de navegación, una vacía botella de ron, un frasco con algunas plumas, algunos libros y diarios viejos, algunas velas sobre éste alumbraban la estancia. Un enorme cofre a la derecha que seguramente contenía algún tesoro y un pequeño plato de comida que estaba en mal esta
La pérdida de un buen amigo.La batalla que en popa tenía lugar, era de todo menos singular, los piratas luchaban con dureza contra sus enemigos, con espada en mano, deseando acabar con la vida de sus semejantes, con la única finalidad de obtener la victoria.William Drake era uno de los piratas más temidos de los siete mares, su reputación le precedía, y ningún marinero se atrevía a enfrentarse a él, excepto, por supuesto, Barba Negra.Dos piratas con un destino común luchando duramente, con espada en mano, en un combate de uno contra uno, con rabia y odio en sus ojos, desde el principio de los días, desde incluso antes de conocerse estaba escrito que sucedería, que serían enemigos de
La venganza de la reina Ana. Un negro navío, con velas rojas, mecido por las olas, navegaba. Un imponente capitán pirata, junto al timón iba dando las órdenes a su tripulación, aquí y allá, y estos le iban obedeciendo. Miró hacia el horizonte, observando la mar calmada, en aquella turbia mañana que los dioses habían propiciado.Un tiempo después, en su confortable y amplio camarote, una joven dama despertaba, observando el lugar en el que se encontraba.Aquella estancia, cubierta por un gran ventanal con forma de sirena, repleta de grandes cofres de tesoros por allá por donde la joven
CAPÍTULO 8Tortuga El capitán Barba Negra caminaba por el muelle, junto a Emily, que llevaba un hermoso vestido blanco que el capitán había elegido para ella y una cinta marrón sobre su cabeza. Tras ellos, la venganza de la reina Ana echaba el amarre, mientras el resto de la tripulación desembarcaba, todos parecían ser feroces piratas.No os separéis, los hombres en este tiempo, no son nada caballerosos – anunció el capitán mirando hacia la joven, y notando en ella el miedo que esperaba sembrar.La muchacha y el capitán caminaron a paso ligero por las pobladas calles de la isla, mientras la tripulaci
El verdadero corazón de un pirata. El capitán Drake corría por el muelle, escuchando como Barba Negra le maldecía desde atrás, observando dichoso, como su nave dejaba el muelle, hizo un último esfuerzo y aceleró la marcha, llegando justo a tiempo, a decir verdad, se lanzó en un salto hacia el navío y se agarró con ansias a uno de los cabos, siendo ayudado después por el señor Smith para subir al barco.William se acomodó bien su vestimenta y miró hacia el capitán Teach, que le observaba malhumorado al presenciar como su enemigo se alejaba más y más del muelle. Sonrió triunfante, mientras cedí
Vida en Alta Mar. Emily se encontraba de nuevo en cubierta, una vez más había cambiado sus ropas, esta vez eran ropas de hombre. El señor Smith le daba instrucciones a su derecha, mientras la muchacha hacía un nudo marinero. Vivir en aquel lugar era más difícil de lo que había esperado: Se pasaba los días limpiando la sucia cubierta con las manos, atando nudos, izando velas, recogiendo el gallardete, haciendo señas a los vigías para cambiar su turno, y a veces también cocinaba. Y la verdad era que los únicos días en los que disfrutaba era los días en los que le tocaba cocinar, ya que después de cocinar pod&iacut
Atracción El capitán salió a cubierta en aquella hermosa mañana, el mar lucía tranquilo, se habían alejado de la costa, ya no había ninguna gaviota que pudiese molestarlo en alta mar. Los marineros reían divertidos mientras desplegaban las velas, Harry el largo subía por la escalera de cuerdas hacia el puesto de vigía, parecía estar disfrutando de las vistas, el señor Smith por su parte recogía un cubo con agua, mientras dirigía su mirada al capitán.Éste le devolvió el saludo, mientras volvía la vista hacia el timón, habían nave
Barco enemigo a la vista.El capitán descansaba sobre su cama, tumbado boca arriba con la camisa desabrochada, mantenía el brazo sobre sus ojos, pronto el sueño lo vencería, pero no estaba preparado para volver a soñar con ella…Caminaba por un extenso sendero, frente a él un espeso bosque en el que se adentraba, podía escuchar los pájaros cantar en aquella mañana de primavera. Marchó a grandes zancadas por el verdoso prado, admirando a su paso las bellas margaritas, a cada paso qu