Las nubes grises se agolpaban en el cielo, desplazadas por el viento de agosto. El ritmo en el centro de la ciudad era caótico, y entre el mar de gente, una mujer rubia trataba de correr haciendo repiquetear sus tacones en el asfalto. Alternaba entre caminar por la acera y por el borde de la calle para avanzar más rápido. Samantha miró el reloj en su muñeca, aquella reliquia que le regaló su madre y que solo usaba en eventos especiales. Si seguía andando tan lento llegaría tarde y eso solo significaría amargarse la noche. Después de algunos minutos de caminar a lo máximo que le daban sus pies, se arrepintió de haberse puesto esos zapatos endemoniados que no acostumbraba usar. Pero al fin alcanzó a vislumbrar el edificio principal de la universidad autónoma. «Ya casi, ya casi» Se decía a sí misma, dándose ánimos mientras ingresaba al edificio buscando el auditorio principal. Junto a la entrada del auditorio se mostraba una enorme pancarta que decía: «La importancia de las cultura
Todo era bullicio en la universidad central. El nuevo semestre había iniciado hacía un par de días y aunque era normal que muchos alumnos no llegaran la primera semana, había mucha gente ya recorriendo los pasillos y buscando sus clases.David miraba el horario que había logrado acomodar en la app de la universidad. Se demoró en entrar a organizarlo porque la última vez que acomodo su horario, la universidad no tenía una app. Era increíble que a sus veintitrés se sintiera desubicado con la tecnología recién implementada en la institución y tan perdido por haber aplazado su carrera por dos años.Aun veía el horrible horario de los viernes, que tenía una clase en la mañana y un amplio espacio hasta la tarde. Ya se imaginaba que esa última clase daría pie para más de una escapada a beber o a bailar con los compañeros de clase. Pero ese año debía concentrarse, apenas iba en quinto semestre y no podía seguir aplazando las cosas, necesita terminar pronto la carrera para poder seguir trabaj
Samantha entró al salón que le asignaron éste semestre para impartir su clase de taller. Nunca se imaginó que terminaría trabajando en docencia, era una ironía, o el karma en movimiento.Apenas llevaba un año y aún no parecía adaptarse, crear era lo suyo y no tener que lidiar con esos adolescentes tardíos que traían proyectos mal planeados y poco factibles. Que anteponían sus caprichos a la lógica y a los que muchas veces se veía obligada a regresarlos a la realidad aplicándoles un uno en su nota. Pero llevaba sin trabajo un tiempo y tuvo que aprovechar la oportunidad.Ahora tenía que lidiar con los de quinto semestre, al menos ya los conocía a todos, o a la mayoría. Andrea, la secretaria de la facultad le había comentado hacia un par de días que regresó un alumno que había aplazado carrera por dos años. Más de lo mismo.Suspirando dejó sus cosas en el escritorio y oprimió el botón del control remoto para desplegar la pantalla para el proyector. Al menos este semestre pudo convencer
Samantha entró de prisa al salón de profesores. Tenía un espacio de una hora antes de la próxima clase, así que tendría tiempo para tranquilizarse y relajarse un poco, antes de tener que enfrentar al grupo de segundo semestre.Se sentó en el viejo sofá ubicado en un rincón, al que no solía acercarse pero que en este momento le parecía más tranquilizador que sentarse en su escritorio. Deslizó los endemoniados tacones de sus pies, aquellos que se había obligado a tolerar desde que su 1.60 de estatura no resultaba nada intimidante para sus alumnos, y se acurrucó aprovechando la soledad.Sacó su teléfono del bolso y acudió a la única persona que en ese momento podría ayudarle a entender si había enloquecido.Tres timbres después, una somnolienta voz le contestó la llamada.—Hola Sam… ¿Qué pasa? —contestó una voz femenina al otro lado de la línea.—¡Normis! —chilló Samantha a su amiga, antes de caer en cuenta que en breve no estaría sola y bajó la voz de nuevo —. Normis, necesito tu ayuda,
Después de la reacción de Álvaro, que fue escuchada por la mayoría de sus compañeros, muchos salieron del salón, mientras que unos pocos se quedaron, acercándose a ambos.David empezó a sentirse incómodo porque se imaginaba que los demás querrían saber que pasó y no se equivocaba, lo único que le llamó la atención de la situación fue que la chica sexy que le guiñó al entrar estaba entre el grupo.La amiga con la que estaba la sexy fue la primera en preguntar.—Lo que pasó con la SS fue muy raro. ¿Es que la conocías de antes? —preguntó la chica, era más bajita y más curvilínea que su amiga y tenía varios piercings en la cara. David negó con la cabeza.—No la conozco. La verdad es que es la primera vez que veo a la profesora. Yo esperaba que Teresita siguiera dictando esta clase, así que me sorprendió —contestó David encogiéndose de hombros. Álvaro negaba también con la cabeza.—Es que fue increíble. Nunca habíamos visto a la SS así de insegura. Ella siempre se muestra inflexible y s
En un par de días Samantha se había armado con toda la información que pudo recabar de David Castillo, que a efectos prácticos no fue mucha. Andrea le dejó ojear los datos que aparecían en su matrícula y no había allí nada que le indicara alguna relación con Eduardo. Buscó en redes sociales y tampoco pudo encontrar nada que los relacionara, aunque sí pudo deleitarse con algunas fotos que David tenía como públicas, en particular unas cuantas donde aparecía sin camiseta y bastante sudoroso, practicando algún tipo de arte marcial.No es que a Sam le interesara especialmente el chico, o eso era lo que se decía a sí misma, pero se sintió obligada a comparar a los dos hombres que le estaban afectando en éste momento, y al menos en la parte física había empezado a encontrar atributos que parecían mucho mejores en David que en su ex.Estando en sus clases, Samantha se podía concentrar en otras cosas, lo que le permitía olvidar esos hechos, pero en cuanto tenía algún tiempo para pensar, las i
Los días pasaron y David pudo comprobar que sus sospechas de que Samantha le evadiría durante toda la semana, eran reales.El siguiente lunes, estuvo temprano en la facultad, pero ella no llegó. Luego tuvo que irse a clase, al salir le dijeron que la habían visto pero cuando fue a buscarla al salón, ya no estaba.El martes tuvo clase a primera hora y no pudo buscarla temprano. Al salir de su clase, ella estaba en el salón. La esperó durante dos horas, y cuando los alumnos salieron, ella se escabulló sin que él la viera.El miércoles fue a la fundación con sus compañeros. Álvaro y el eligieron trabajar con discapacitados motrices.Fue una experiencia enriquecedora, la fundación ayuda a mejorar la calidad de vida de los discapacitados, trabajando con ellos en las áreas más importantes, complementando los planes de salud e integrándolos a una comunidad que les da sentido de pertenencia.Lo que más les impactó, tanto a él como a Álvaro, fue el trabajo que realizan con niños. A pesar de qu
Samantha no podría describir su semana, más que como la semana de la evasión. Se sentía por momentos como si hubiera sido abducida al universo de «misión imposible» y ella fuera la versión femenina de Ethan Hunt, escondiéndose por los rincones y pasando desapercibida del enemigo.Lo logró con bastante eficacia, aunque el agente enemigo no se lo ponía fácil. Cada vez que ella salía de clase o se dirigía a algún lugar, David estaba allí, esperando, rastreando. Preguntaba por ella en todas partes e incluso el jueves estuvo a punto de pescarla. Y aunque Sam pensaba que su actitud de esquivarlo y esconderse era infantil, no lo podía evitar.Solo verlo la alteraba de formas que hacía mucho nadie lo hacía y su cerebro hacía corto circuito cada vez que pensaba en todos los contras de lo que ese muchacho le hacía sentir.Ya era viernes, ya tendría que enfrentarlo en el salón de clase. Samantha caminaba hacia el lugar con decisión. A pesar de que era inevitable ver al enemigo, podría evadir su