Samantha entró al salón que le asignaron éste semestre para impartir su clase de taller. Nunca se imaginó que terminaría trabajando en docencia, era una ironía, o el karma en movimiento.
Apenas llevaba un año y aún no parecía adaptarse, crear era lo suyo y no tener que lidiar con esos adolescentes tardíos que traían proyectos mal planeados y poco factibles. Que anteponían sus caprichos a la lógica y a los que muchas veces se veía obligada a regresarlos a la realidad aplicándoles un uno en su nota. Pero llevaba sin trabajo un tiempo y tuvo que aprovechar la oportunidad.
Ahora tenía que lidiar con los de quinto semestre, al menos ya los conocía a todos, o a la mayoría. Andrea, la secretaria de la facultad le había comentado hacia un par de días que regresó un alumno que había aplazado carrera por dos años. Más de lo mismo.
Suspirando dejó sus cosas en el escritorio y oprimió el botón del control remoto para desplegar la pantalla para el proyector. Al menos este semestre pudo convencer a Octavio, el decano de la facultad para que le dejara uno de los tres salones a los que le funcionaba la pantalla. Hacer todo en el tablero era muy frustrante e insuficiente.
Conectó el portátil al proyector y se puso frente a la pantalla para iniciar la clase, antes de poner la presentación que ya tenía lista para los de quinto y dejar que la tecnología trabajara por ella al menos por media hora.
—Buenos días jóvenes. Nos volvemos a ver en la clase de taller de diseño. Como ya saben, este semestre trabajaremos en un nuevo proyecto para implementar las temáticas que deben verse en las demás clases, sumadas a las que ya han visto en semestres anteriores.
»la temática del proyecto para este semestre será… —Samantha cruzo la mirada con unos impresionantes ojos verdes que la veían con atención desde la fila derecha del salón. Un escalofrío le recorrió el cuerpo mientras veía al dueño de esa mirada como si acabara de entrar en la dimensión desconocida.
No podía estar viendo lo que creía estar viendo. Era Eduardo, con ojos verdes, pero era él. Estaba sentado con una pose de modelo vicioso en la primera silla, junto a la ventana.
Samantha solo pudo dar un paso atrás y sintió como el sudor se deslizaba por su frente. No sabía cuánto tiempo había pasado mientras veía de pies a cabeza al fantasma de su ex que la veía con expresión curiosa y casi burlona. Salió de su estupor cuando escuchó que una alumna tosía con fuerza.
—Lo, lo siento… como venía diciendo… —Sam no se podía concentrar sintiendo la intensa mirada, sumada a las risitas y los murmullos que se escuchaban en el salón. Ella nunca se había quedado bloqueada de tal manera, pero jamás esperó encontrarse a Eduardo, o más bien a su clon, en el salón de clase.
Recordó que en la presentación estaba toda la información del proyecto y se hizo a un lado apagando la luz y poniendo el proyector a funcionar. La presentación tenía audio pregrabado, así que se sentó mientras los alumnos se quedaban callados y ponían atención a la pantalla.
Respiró profundo, mientras volvía a sentir la intensidad en su rostro. Al girar, de nuevo el fantasma de Eduardo la seguía mirando con curiosidad. Samantha sentía como se le subían los colores al rostro, pero no era por las razones que se imaginarían sus alumnos.
Se decidió a evitar la mirada de aquel sujeto y con la poca luz que entraba de su lado tomó la agenda y revisó sus apuntes. Tenía que concentrarse, o si no los alumnos aprovecharían su debilidad. Ya había oído que la llamaban la SS y no propiamente de cariño, no se quería imaginar que iban a inventar ahora que la habían visto tropezar con el gemelo que Eduardo nunca tuvo.
Se calmó mientras escuchaba como avanzaba la presentación. Al terminar encendió la luz y apagó el proyector mientras se ponía en pie frente a la pantalla.
—Muy bien. Así como lo vieron, éste semestre trabajaremos con discapacidades. Cada uno elegirá un tema para investigar y deben generar un producto que sea de utilidad para que el usuario pueda desenvolverse con el ambiente. Recuerden que debe tener los lineamientos de ser usable, transportable y eco amigable. Para la próxima clase ya deben tener decidida e investigada la discapacidad que utilizarán y en un par de semanas comenzaremos con las revisiones de anteproyecto. ¿Tienen alguna pregunta?
Un par de alumnos tímidamente preguntaron sobre el tema, pero nadie más se atrevió a hablar. Samantha había recuperado su postura usual, así que, aunque todos sentían curiosidad por su traspiés, ninguno se atrevió a intentar irritarla.
Samantha despidió la clase, a pesar de que aún faltaban quince minutos. Pero la verdad es que no soportaba más estar ahí con Eduardo, o con quien fuera aquel hombre.
Desconectó todo tratando de no mostrar su afán por salir corriendo y se despidió de los alumnos. Salió antes que todos lo más rápido que pudo para esconderse en el salón de profesores, al menos allí no corría el riesgo de ver de nuevo a aquel que estaba derrumbándole la seguridad y la cordura.
En el salón de clases, Álvaro y David veían salir a la SS como alma que lleva el diablo. Apenas se fue del salón, Álvaro soltó la carcajada.
—¡Oh dios mío! ¿Viste eso? —le dijo Álvaro a David mientras le daba un manotazo amigable en el hombro —¡Casi matas a la SS!
—Oye, oye… no es para tanto —respondió David frunciendo el ceño.
—¿Qué no es para tanto? —preguntó Álvaro con sorna —. El tempano de hielo de la SS casi se derrite a tus pies y me dices que no es para tanto. ¡Amigo! Nunca vi a esa mujer tan alterada como hoy.
—Lo imagino, pero más que alterada, parecía asustada. —dijo David con algo de incomodidad. Álvaro volvió a reírse.
—Si, al principio parecía que hubiera visto un fantasma. A lo mejor le recuerdas al ex que la volvió agria como un limón.
Álvaro lo mencionó como un chiste sin imaginarse lo cerca que estaba de la realidad.
Samantha entró de prisa al salón de profesores. Tenía un espacio de una hora antes de la próxima clase, así que tendría tiempo para tranquilizarse y relajarse un poco, antes de tener que enfrentar al grupo de segundo semestre.Se sentó en el viejo sofá ubicado en un rincón, al que no solía acercarse pero que en este momento le parecía más tranquilizador que sentarse en su escritorio. Deslizó los endemoniados tacones de sus pies, aquellos que se había obligado a tolerar desde que su 1.60 de estatura no resultaba nada intimidante para sus alumnos, y se acurrucó aprovechando la soledad.Sacó su teléfono del bolso y acudió a la única persona que en ese momento podría ayudarle a entender si había enloquecido.Tres timbres después, una somnolienta voz le contestó la llamada.—Hola Sam… ¿Qué pasa? —contestó una voz femenina al otro lado de la línea.—¡Normis! —chilló Samantha a su amiga, antes de caer en cuenta que en breve no estaría sola y bajó la voz de nuevo —. Normis, necesito tu ayuda,
Después de la reacción de Álvaro, que fue escuchada por la mayoría de sus compañeros, muchos salieron del salón, mientras que unos pocos se quedaron, acercándose a ambos.David empezó a sentirse incómodo porque se imaginaba que los demás querrían saber que pasó y no se equivocaba, lo único que le llamó la atención de la situación fue que la chica sexy que le guiñó al entrar estaba entre el grupo.La amiga con la que estaba la sexy fue la primera en preguntar.—Lo que pasó con la SS fue muy raro. ¿Es que la conocías de antes? —preguntó la chica, era más bajita y más curvilínea que su amiga y tenía varios piercings en la cara. David negó con la cabeza.—No la conozco. La verdad es que es la primera vez que veo a la profesora. Yo esperaba que Teresita siguiera dictando esta clase, así que me sorprendió —contestó David encogiéndose de hombros. Álvaro negaba también con la cabeza.—Es que fue increíble. Nunca habíamos visto a la SS así de insegura. Ella siempre se muestra inflexible y s
En un par de días Samantha se había armado con toda la información que pudo recabar de David Castillo, que a efectos prácticos no fue mucha. Andrea le dejó ojear los datos que aparecían en su matrícula y no había allí nada que le indicara alguna relación con Eduardo. Buscó en redes sociales y tampoco pudo encontrar nada que los relacionara, aunque sí pudo deleitarse con algunas fotos que David tenía como públicas, en particular unas cuantas donde aparecía sin camiseta y bastante sudoroso, practicando algún tipo de arte marcial.No es que a Sam le interesara especialmente el chico, o eso era lo que se decía a sí misma, pero se sintió obligada a comparar a los dos hombres que le estaban afectando en éste momento, y al menos en la parte física había empezado a encontrar atributos que parecían mucho mejores en David que en su ex.Estando en sus clases, Samantha se podía concentrar en otras cosas, lo que le permitía olvidar esos hechos, pero en cuanto tenía algún tiempo para pensar, las i
Los días pasaron y David pudo comprobar que sus sospechas de que Samantha le evadiría durante toda la semana, eran reales.El siguiente lunes, estuvo temprano en la facultad, pero ella no llegó. Luego tuvo que irse a clase, al salir le dijeron que la habían visto pero cuando fue a buscarla al salón, ya no estaba.El martes tuvo clase a primera hora y no pudo buscarla temprano. Al salir de su clase, ella estaba en el salón. La esperó durante dos horas, y cuando los alumnos salieron, ella se escabulló sin que él la viera.El miércoles fue a la fundación con sus compañeros. Álvaro y el eligieron trabajar con discapacitados motrices.Fue una experiencia enriquecedora, la fundación ayuda a mejorar la calidad de vida de los discapacitados, trabajando con ellos en las áreas más importantes, complementando los planes de salud e integrándolos a una comunidad que les da sentido de pertenencia.Lo que más les impactó, tanto a él como a Álvaro, fue el trabajo que realizan con niños. A pesar de qu
Samantha no podría describir su semana, más que como la semana de la evasión. Se sentía por momentos como si hubiera sido abducida al universo de «misión imposible» y ella fuera la versión femenina de Ethan Hunt, escondiéndose por los rincones y pasando desapercibida del enemigo.Lo logró con bastante eficacia, aunque el agente enemigo no se lo ponía fácil. Cada vez que ella salía de clase o se dirigía a algún lugar, David estaba allí, esperando, rastreando. Preguntaba por ella en todas partes e incluso el jueves estuvo a punto de pescarla. Y aunque Sam pensaba que su actitud de esquivarlo y esconderse era infantil, no lo podía evitar.Solo verlo la alteraba de formas que hacía mucho nadie lo hacía y su cerebro hacía corto circuito cada vez que pensaba en todos los contras de lo que ese muchacho le hacía sentir.Ya era viernes, ya tendría que enfrentarlo en el salón de clase. Samantha caminaba hacia el lugar con decisión. A pesar de que era inevitable ver al enemigo, podría evadir su
David suspiró al ver a Samantha alejarse del salón sin mirar atrás. Ya no podía huir de los chicos que le habían comprometido a salir y sería muy raro que, en vez de acompañarlos, el saliera corriendo a hablar con su profesora. No entendía muy bien el por qué tenía la necesidad de ir tras ella y evitar que se fuera a cenar con el decano.Pero cada vez que recordaba la forma en que ese hombre veía a Samantha como si quisiera devorarla, la rabia bullía en su interior. Tal vez era que cada vez que veía esos ojos asustados le daban ganas de abrazarla y protegerla de todo lo malo que pudiera acecharla. Pero era extraño, ni siquiera la conocía bien como para sentirse así y todo lo que decían sus compañeros de ella le daba a entender que mucho menos necesitaba de alguien que la protegiera.Hundido en sus pensamientos que le iban confundiendo cada vez más, sintió como el ajuste de su brazo se aferraba poco a poco. Notó la mirada inquisidora de Natalia, que había adivinando que su mente había
Por su parte, Samantha aún no decidía si salir o no con Octavio. Su mente racional le decía que saliera y se distrajera y su corazón la instaba a irse a casa, con un pequeño desvío por el camino para comprar un par de cosas y al llegar, solo hacerse bolita en su sofá, mientras comía helado y gomitas y veía alguna serie documental, evitando pensar en todo lo que había pasado.Pero, aunque quería seguir a su corazón, Octavio ya estaba de pie frente al salón de profesores, esperándola. Y se veía que no estaba dispuesto a aceptar un no por respuesta.Sam ralentizó sus pasos y luego se dio ánimos. Lo mejor era salir de esto ya, aceptar la cita. Tal vez Octavio era más de lo que ella había visto en el año que lleva de conocerlo, al menos podía darle el beneficio de la duda.Se acercó con una sonrisa un poco tímida, Octavio le abrió la puerta del salón de profesores y ella entró agradeciéndole. El la siguió y se sentó en el sofá.—Dame un momento, y ya nos vamos —dijo Sam mientras guardaba
Sam sintió que una mano le zarandeaba el hombro de forma poco delicada. Miró hacia el lado y se dio cuenta que Octavio le movía preguntándole si estaba dormida.Pero en realidad no era eso, estaba tan sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta de lo que pasaba a su alrededor. Se giró sobándose los ojos, simulando que en realidad acababa de despertar.—Samantha, ¿estás bien? —dijo Octavio mientras la miraba con aprensión—. parecías dormida, pero por el retrovisor veía tus ojos abiertos.—¿De verdad? Lo siento, sí me dormí, venía muy cansada —contestó, tratando de evadir la mirada de Octavio, pero él con delicadeza tomó a Sam del mentón y le hizo verle a los ojos.—Bueno, ya estás en casa. —dijo Octavio tratando de sonar comprensivo —. ¿Quieres que te haga compañía?Sam notó que Octavio iba acercando su rostro al suyo. Sam solo veía en su mente a David, sonriente después de besar a Natalia. Por un pequeño instante quiso cerrar los ojos, imaginar que era otro hombre el que estaba a